En carrera hasta los 35

| Bailarines, deportistas y modelos deben afrontar un retiro temprano y reinventarse.

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TOMER URWICZ

Durante su etapa de bailarina Marlene Lago había escuchado muy pocas veces la palabra "transición". Su vida estaba abocada al hoy, a palpitar el momento. La posibilidad de estudiar otra carrera mientras hacía danza era algo lejano, cuando no imposible. Un día, sin que nadie le dijera nada, decidió dar un paso al costado y colgó las zapatillas de ballet para tomar las de docente.

Lo hizo por un tema de edad, connotada en un cúmulo de lesiones y la falta de satisfacción. Ya tenía 45 años y superaba por diez el promedio de edad de retiro en los países desarrollados. Es que en Uruguay los bailarines abandonan las tablas más tarde porque suelen depender de una institución estatal. En otros lugares, en cambio, los contratos son por temporada y el mercado laboral se reduce con el paso de los años.

Se despidió del público bailando Capricho Español. Tras los aplausos sus hermanos le regalaron un ramo de flores y en la tarjeta se podía leer: "Para nosotros siempre fuiste y serás la mejor". Era el comienzo de una nueva etapa, sin flashes, sin entrenamientos y sin aplausos.

Aquella noche se dijo: "¿Y ahora qué?". Pero no obtuvo una rápida respuesta. O quizás la contestación era un enorme vacío. "Uno piensa que va a vivir una adolescencia no realizada, pero ya no se puede volver atrás", cuenta y recuerda que la autoestima se le hizo añicos. Nadie le advirtió y nadie la preparó para este proceso.

Su caso se equipara al de la mayoría de deportistas, modelos y bailarines que ven como la carrera que planificaron para toda su vida se acaba a una edad en la que todavía son jóvenes para el resto de la sociedad.

Lo ideal es que dos años antes de retirarse, el mismo tiempo que demora procesar un duelo, el profesional vaya evaluando esa posibilidad y planificando el futuro. Esto es lo que la doctorada en Psicología del Deporte, Verónica Tutte, describe como "proceso saludable".

Marco Vanzini (36), exjugador de Nacional, es un ejemplo de este proceso. Terminó a los 31 años su actividad deportiva en Brasil, donde obtuvo la ciudadanía. Con ese beneficio, y aprovechando contactos que había generado, decidió instalar una empresa (con sede en el país norteño) que importa productos alimenticios uruguayos.

Así, cambió los botines por la camisa y los goles pasaron a ser la cantidad de frascos de dulce de leche que se podían colocar en el mercado brasileño. Se capacitó, realizó cursos y se apoyó en un socio que no venía del área deportiva. Invirtió económicamente y también en relaciones humanas. Los familiares y amigos "de toda la vida" pasaron a ser el grupo de pertenencia, desplazando a sus excompañeros de equipo. Montó una nueva forma de vida en la cual el trabajo mental prima sobre el físico.

No vive la emoción de ganar un campeonato o un clásico, pero no se arrepiente porque entiende que ganó más libertades. "No me tengo que andar cuidando con las comidas, con el físico, los horarios de sueño y, sobre todo, no tengo la exposición pública que tenía antes", dice satisfecho.

Vanzini tampoco contó con el apoyo de un profesional que lo guiase previo al retiro. El haber cumplido la mayoría de los objetivos que se había planteado y el desgaste que no se condicionaba con los beneficios que obtenía, llevaron a que en 2008 concretase su salida del fútbol.

Jamás dudó qué iba a hacer. Lo tenía claro. Se tomó seis meses de relax, los que tilda de "desbunde", en los que trató de vivir aquello que no había podido en su etapa de jugador y luego comenzó a montar la empresa que tenía en su cabeza. Y a modo de reto personal se preguntaba: "¿Qué soy? ¿Soy solo un futbolista que pelea por una pelota? ¿Puedo hacer algo más? ¿Podré?". Y pudo.

No extraña el fútbol y de hecho dice no saber ni lo que es una pelota. No se junta a hacer un picadito entre amigos y tampoco le gustaría que un hijo suyo (todavía no tiene) fuese futbolista. "Asumí que fue una etapa que ya pasó y me queda el agradecimiento de la gente", dice.

En otros exjugadores esto no pasa. La mayoría sigue ligado al deporte como entrenador, contratista o periodista deportivo. De las cuarenta personas que finalizaron el curso para entrenador junto al actual futbolista Javier Benia, sólo cuatro no habían sido deportistas.

Benia, quien es vocal en la Mutual de Futbolistas y sigue en actividad en Rampla Juniors a pesar de sus 38 años, quiere seguir jugando mientras pueda. Lleva unos 20 años en el fútbol profesional y no concibe la vida sin una pelota. "Es difícil porque los jugadores de mi edad no tenemos estudios, en mi caso cursé hasta cuarto año de liceo", indica con una cuota de realismo. Sabe que el sueldo que percibe un jugador en Uruguay no basta para estar panza para arriba tras jubilarse ($ 25.000 es el salario mínimo de un jugador profesional en la A y $ 12.000 en la B), y tampoco está dispuesto a afrontar el vacío de la inactividad.

"Para un deportista que siempre trabajó su físico (lo mismo ocurre con los bailarines y modelos) el ejercicio es vital; su propio cuerpo se lo exige", señala la psicóloga Tutte. "Son muy pocos los jugadores que quedan sedentarios. Por lo general, pasan a integrar otras modalidades de ejercitación en clubes deportivos o en ligas amateurs", agrega.

Como caso que escapa a la norma está Fabián O´Neill. "Es un jugador que ha tenido una vida muy sacrificada y que a una temprana edad decide no continuar en actividad. Por el resto es visto como un abandono, para él es la vida que deseó", señala Tutte.

CRISIS. Como contracara del "proceso saludable" está el "enfermizo". Se da tras un retiro abrupto, sin previa meditación y sin la búsqueda de un apoyo en su entorno social. El profesional se siente incomprendido y entra en conflicto con sus allegados. Muchas veces ocurre que sufre un trastorno de ansiedad (con síntomas como insomnio, más apetito y morderse las uñas), un fenómeno "frecuente cuando no se ha procesado debidamente el duelo", dice la psicóloga.

En otros casos se puede llegar a una depresión. "Ocurre cuando el deportista es una figura pública con una elevada autoestima y siente que se lo juzga por lo que da y no por lo que es", afirma Tutte.

Pero por más presión que exista en el entorno, en el difícil momento de dar un paso al costado la decisión final la toma el profesional. Los insultos de una hinchada, el mal trato recibido por algún dirigente del club y los pésimos comentarios en la prensa pueden acelerar el proceso de retiro, "pero nunca serán los determinantes", explica la psicóloga.

Ante esta crisis que implica la toma de decisión es necesario que el profesional potencie las herramientas que ha adquirido durante su carrera. En el caso de los bailarines, dice Lago, "la disciplina y la autocrítica son parte del trabajo". Desde pequeños se miran a un espejo y buscan los mejores mecanismos para lograr el estiramiento perfecto o el movimiento más estético.

Los deportistas pueden potenciar su capacidad de rápida toma de decisiones, que ya han entrenado en la adrenalina de una cancha. También utilizar su habilidad para evitar las confrontaciones: el jugador sabe cuándo conviene responder a un agravio que sale en la prensa y cómo jugar con la desesperación del rival.

"El deportista de elite se establece metas constantemente, entonces está acostumbrado al cambio", cuenta Tutte. Los futbolistas suelen cambiar de equipos, de ciudades, de estilos de juego y de compañeros. Y la psicóloga concluye: "No es el cambio lo que los trastoca, sino la incertidumbre de saber si podrán con esa nueva etapa".

Algunos jugadores, como Washington Tais, toman la decisión de dejar la carrera y lo hacen de forma elaborada. Pero una vez retirados se dan cuenta de que se mantienen activos y deciden volver. "No se trata de un retroceso, sino del comienzo de una nueva etapa a la que llegan con otra preparación", explica Tutte.

En España, ícono del fútbol de alta competencia, está empezando a haber cursos que intentan asesorar al deportista. Les brindan herramientas de liderazgo, apoyo psicológico y les aconsejan sobre la inversión de dinero.

"El futbolista genera mucho en poco tiempo, y al retirarse no encuentran un nivel de vida que se asimile al anterior", dice Vanzini. Algo similar ocurre en el modelaje, donde las contrataciones suelen hacerse a un alto precio y por períodos muy breves. Todo esto trae complicaciones a la hora de jubilarse.

Verónica Hugo (35) es de las pocas modelos uruguayas que se dedican íntegramente a esta profesión. "En Uruguay el mercado es muy pequeño y casi no existe el modelaje de moda, sino que la mayoría hacen publicidades", indica Carlos Cámara, propietario de la agencia Valentino Bookings.

Hugo no quería ser modelo y llegó a los catálogos por casualidad. "Un familiar me aconsejó que me presentara a un casting y lo gané", recuerda y aclara que en ese momento pensaba dedicarse al diseño.

Con 18 años y el contrato en mano intentó suerte en Sudamérica, en donde las agencias de modelaje "buscan profesionales hasta los 28 años". Finalmente, y por pedido de su exnovio, se fue a vivir a Estados Unidos, donde triunfa hace más de seis años.

"En Estados Unidos las modelos podemos trabajar hasta los 40, siempre y cuando se esté bien físicamente, sin arrugas y con la apariencia de alguien más chico", señala. Por eso, y porque la motiva su profesión, sigue en carrera hasta el día en que arme su familia. En ese momento "criaré a mi hijo y le dedicaré todo a él", dice.

El retiro no es algo que le preocupa. En la vida siempre fue guiándose por las circunstancias que se le iban presentando y reconoce que tiene condiciones para trabajar en televisión o en relaciones públicas.

Cuando ingresa a un casting y todas las aspirantes son de 20 años las bromas parten de ella misma, porque las más pequeñas respetan su trayectoria.

Es el mismo respeto, o admiración, que siente Rosina Gil, primera bailarina del Ballet del Sodre, cuando en un ensayo aparece la retirada Marlene Lago. En la cima de su carrera, esta joven de 28 años no se preocupa por el día después, aunque teme que se le acabe la danza "como forma de expresión", cuenta. Su madre le insistió en que su profesión es corta, pero lo horarios le eran incompatibles entre el estudio universitario y los ensayos. "Ahora hay un equipo de psicólogos que ayuda y Julio Bocca insiste en que hay que estudiar otra cosa", afirma mientras a un costado su hermana la mira y le dice: "Para mí vos vas a bailar por siempre".

Atajadas que sirven para prolongar el tiempo en el fútbol

En promedio los jugadores de fútbol profesional se retiran a los 35 años. El desgaste físico, la acumulación de lesiones y la falta de motivación, traducida en pocas ganas de ir a entrenar, terminan por convencer al deportista para que abandone su carrera. Pero por dentro de esos once compañeros que comparten el rectángulo de juego hay uno que se retira después: el arquero. Se trata de un puesto con un entrenamiento físico diferenciado y menos desgaste del cuerpo producto de la poca fricción en el juego. Pero, sobre todo, existen habilidades psicológicas de los goleros que les permite sortear con mayor eficacia la transición previo al retiro. En una investigación llevada a cabo en Nacional, el psicólogo Damián Benchoam detectó que el nivel educativo de quienes defienden el arco se encuentra por encima del resto de sus compañeros. En su mayoría estos jugadores alcanzan a terminar el bachillerato y varios, incluso, la facultad. Además, tienen la capacidad de enfrentar la presión y concentrarse solos, típicamente ante un tiro penal. Tiene la fortaleza de refocalizar continuamente, es decir, deja de lado los estímulos que lo distraen (insultos, aplausos, directivas de su entrenador, pitazo del juez, presión del rival) y se enfoca en su único objetivo de atrapar el balón. "El arquero hace todo solo: entrena por separado, viste una remera diferente y si comete un error queda en evidencia; son todas experiencias que lo fortalecen", dice la psicóloga Verónica Tutte. Y agrega: "Él ataja y no es el héroe, el ganador es el equipo". Estas singularidades le permiten al arquero retirarse de forma tardía y, cuando optan, se jubilan con mayores herramientas para lograr el éxito y replanificar su vida.

LAS CIFRAS

41

Años es la edad en que esperan retirarse los bailarines en Estados Unidos, aunque en promedio se abandona a los 34 años, según un informe del The New York Times.

50

Años tiene Robert Carmona, el jugador de fútbol profesional con más años en actividad. El récord histórico lo tiene el británico Stanley Matthews (jugó hasta los 51 años).

28

Años es la edad promedio de retiro de una modelo de catálogo en Sudamérica. En Estados Unidos se extiende por diez años más, según cuenta la uruguaya Verónica Hugo.

UNA JUBILACIÓN POCO COMÚN

La elección de una carrera se hace pensando en lo que uno desea para el resto de su vida. Al momento de la jubilación, y como respuesta a un agotamiento típico de la edad, las personas desean destinar a su tiempo a la concreción de hobbies que no habían podido desarrollar durante su etapa de trabajador activo. Sin embargo, en el caso de los deportistas, modelos y bailarines que se retiran de forma temprana, deben planificar el día después porque les queda mucha vida por delante.

"Es un momento en que las decisiones deben tomarse con calma", señala la psicóloga del deporte Verónica Tutte.

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