Un viaje que se acercó a Venus

| Por primera vez en la aviación uruguaya, un vuelo comercial fue enteramente tripulado por mujeres; las cuatro a cargo relatan su experiencia en el aire.

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Tuvieron que pasar más de 6.000 horas dando vueltas en el aire para que finalmente Valeria Ramos, de 41 años y piloto hace 13, compartiera su trabajo únicamente con mujeres.

Cecilia Rivero (26), quien desde febrero es la primera copiloto femenina en una aerolínea local, se subió al volante y los controles de un Bombardier CRJ900 junto con Ramos a mediados mayo. También viajaban la jefa de cabina Mercedes Nin (38), quien vuela desde hace 15 años, y la auxiliar de cabina Daihana Romero (27), quien comenzó en diciembre de 2009, aunque luego dejó por poco tiempo y retornó el mes pasado.

Un día se encontraron en una sala del aeropuerto de Carrasco y, gracias a cambios de último momento, las cuatro debían tripular la aeronave. "¡Fue una sorpresa!", cuenta Ramos. "Un comandante que estaba ahí dijo: `Hoy esto hace historia`", acota Nin.

Juntas volaron desde Montevideo, ida y vuelta, a Buenos Aires, Campinas y Porto Alegre, travesía que duró tres días. En el primer tramo viajaban poco más de 40 personas; los dos restantes se encontraban casi repletos con unas 70.

"Los pasajeros estaban encantados. Cuando veían que el piloto, la copiloto y todas éramos mujeres querían sacarse fotos, escuchar la voz por el altoparlante, pedían que se hablara de nuevo", señala Nin. A la piloto también le llamaba la atención la voz, que "alguien hablara en forma clara y suave", por más que "técnicamente era como cualquier colega", según explica.

El rol no es el habitual y en el inconsciente colectivo está la idea de que un avión debe ser manejado por hombres. Pero la piloto señala que "todas las mujeres pueden acceder a cualquier tipo de cargo", incluso a uno como el suyo. "A veces es más visto como masculino por una cuestión cultural y porque la mujer se impone límites que no existen".

SOÑAR EN EL AIRE. Tanto Valeria Ramos como Cecilia Rivero soñaban con ser astronautas desde que eran niñas. Ese anhelo desapareció años después, pero el amor por el aire perduró.

En ambos casos están en contacto con la aeronáutica prácticamente desde la cuna. Rivero es hija de un piloto de taxi aéreo e iba todos los fines de semana a Melilla, donde habitualmente volaba. Cuando cumplió 18 años comenzó a trabajar para pagarse los cursos de vuelo y a fines del año pasado se recibió.

La historia de Ramos es similar. Su padre era paracaidista y desde sus tres años vivía al lado de aviones, cuerdas y paracaídas. Pero él la convenció para que no siguiera sus pasos. "¿Por qué no volás en vez de romperte una pierna?", le sugirió. La piloto probó una vez tirarse desde un paracaídas, pero considera que eso es solo un deporte, mientras que la aviación terminó siendo un trabajo. "Pero cuando uno ve a su papá haciendo algo es su ídolo y quiere hacer lo mismo".

Inmediatamente es interrumpida por Nin: "Entonces yo debería haber sido vicepresidenta de la República", bromea la hija del exvicepresidente Rodolfo Nin Novoa (2005-2010). Ambas se conocen por casi la mitad de su vida. Entraron juntas a Pluna en 1995 como azafatas. Ramos tuvo la oportunidad dos años más tarde de pasarse al volante y no lo dudó; desde entonces es la única piloto femenina en la aerolínea. Las dos caminan como por su casa sobre el asfalto de la terminal aérea, saludando y haciendo chistes con los empleados que se cruzan en el camino.

Romero también tiene su historia; está vinculada desde los 18 años al aeropuerto a través de diferentes empleos y siempre tuvo la idea de ingresar en algún momento en los equipos de tripulación. Cuando se le presentó la oportunidad, pasó al avión.

Para las cuatro, trabajar en una aerolínea tiene un encanto especial. "A quienes nos gusta lo que tiene que ver con el aire, no es solo subirse al avión y trabajar, sino experimentar la sensación de volar", argumenta Ramos.

"Es maravilloso", opina Romero.

Como beneficios de su profesión, ellas hablan de la falta de rutina, del desafío que tienen todos los días, que cada viaje es diferente y que no tienen que estar siempre con el mismo jefe.

Todas concuerdan en que para poder realizar una tarea en una aerolínea es necesario el apoyo de la familia. Además de sus respectivos maridos, Nin tiene una hija de 13 años y Ramos una de cinco. "Es la familia la que acepta la vida de uno. Les podría haber tocado a ellos ser la persona en torno a la cual gira toda la vida", expresa la piloto.

Después del debut femenino tuvieron varios pedidos de mujeres colegas para volar juntas. Pero las cuatro están esperando que se repita la ocasión, ya que les quedó gusto a poco.

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