Cuando el agua no corre

| En Uruguay hay unas 190 mil personas sin servicio de OSE. Miedos, costumbres, ingenio y temor con el verano.

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LEONEL GARCÍA

Noelia Cabrera (24) no sabe cuántas veces acarrea agua del pozo a su casa por día. Seis, siete, diez, más. Siempre trata de que los dos bidones de 10 litros, uno en la cocina y otro en el baño, estén llenos. Estos bidones son, a su tiempo, pileta, cisterna y ducha. En el baño hay dos canillas inútiles. No tiene bomba de extracción: hay que tirar y levantar el balde, en busca de ese líquido que parece estar tan abajo, a puro músculo y pulmón. Ella es menuda pero fornida, fruto de ese esfuerzo que no le resta simpatía. "Me ha pasado que se `revienta` un hormiguero ahí abajo y el agua queda como podrida, inservible. ¡No me preguntes cómo pasa eso! Otras veces (el pozo) se me seca, sobre todo en verano. Ahí no me queda más que acarrear de otro lado. Y eso es más trabajo...".

Ese "otro lado" puede ser el pozo de un vecino o el de la escuela rural que está enfrente, cruzando un camino vecinal sin nombre: la 43 de Canelones, la misma donde envía a su hijo. También podría comprar agua en la cercana ciudad canaria de San Jacinto. Es que contrariamente a lo que alguien pueda pensar, Noelia, su marido Iván Arbelo (25) y su hijo no viven en el medio de la nada sino en un paraje de no más de diez casas al que llaman El Talita, a solo cien metros de la Ruta 11. A cinco kilómetros está San Jacinto; a 20, Atlántida; a menos de 60, Montevideo.

"Mentalmente, la gente de Montevideo sigue detrás de una muralla, por eso le cuesta creer que haya un lugar así tan cerca". Quien habla es Juan Carlos Díaz (57), policía retirado y vecino de Noelia. Él ni siquiera tiene pozo. Desconfiado y distante, señala al fondo de su terreno. "Tengo un tajamar y bidones de 200 litros donde guardo agua de lluvia. Para tomarla, la hiervo. No se desperdicia nada. ¿Una ducha? Solo cuando vamos a lo de un familiar. En el verano, el tajamar... lavarse lo más sucio...(se permite sonreír); y cuando falta agua... vecinos".

Según datos del Área Socio-Demográfica de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (Udelar) en base al Censo 2011, 6,05% de los uruguayos relevados no tiene servicio de OSE, agua corriente y potable. Esto es uno de cada 17 individuos o, aproximadamente, 190 mil personas. Pero si solo se toma en cuenta la población rural, ese porcentaje trepa al 80,3%, casi 130 mil. Dentro de ese universo no todas las realidades son iguales. La ingeniera Karina Azuriz, coordinadora del Programa de Pequeñas Localidades y Escuelas Rurales de OSE, dice que casi tres cuartas partes de quienes viven en el interior rural residen en casas, estancias, cooperativas o viviendas de Mevir con sistema de autoabastecimiento. Pero casi diez mil personas están dentro de la categoría de riesgo sanitario: aquí el agua suele provenir de cachimbas, aljibes, cajas de lluvia o directamente de un curso de agua. Aún así, el médico Eduardo Savio, presidente de la Asociación Panamericana de Infectología, dice que en el país no ha habido problemas generalizados de enfermedades hídricas; "a lo sumo se han registrado casos puntuales".

Aunque la falta de agua corriente pareciera acrecentar las distancias, El Talita no está aislado. En lo que Azuriz llama "interior profundo", caseríos alejados de todo, esta ausencia alimenta la vulnerabilidad social. "Ahí las familias viven del salario de un peón rural o forestal, y las casas están a cargo de las mujeres y las niñas. Y el tiempo que precisan para acarrear agua, a veces de pozos lejanos, y luego hervirla, hace que estas chicas no tengan tiempo para ir a la escuela o liceo, porque deben ayudar a su madre. Esto lo vimos, sobre todo, en Tacuarembó y Rivera".

COSTUMBRE. En El Talita y en Estación Pedrera, un pequeño pueblo nueve kilómetros al sur de San Jacinto, no recuerdan cuánto hace que están pidiéndole agua corriente a OSE. De sus vivencias se puede elaborar un decálogo de cómo vivir sin ese recurso: 1°, Jamás despilfarrar el agua (según Azuriz, si en una zona enjardinada de Montevideo se llega a gastar 300 litros por habitante al día, en la zona rural solo se usan cien); 2°, De haber, revisar todos los días el pozo; 3°, Tener claras las prioridades (consumo e higiene); 4°, Conocer la potabilidad de su agua (no todos lo hacen, aunque todos aseguraron no conocer problemas de salud en la zona; o se hierve o se recurre al agua mineral para consumo, inclusive de mate);5°, Reutilizar el agua (no está prohibido lavar el baño con la que se lavó la ropa); 6°, Tener un vecino a quien acudir o locomoción para ir a la ciudad más cercana y comprar agua a OSE (en este caso San Jacinto);7°, Acumular agua de lluvia en grandes bidones;8°, Jamás dejar abierta una canilla (también en caso de tenerla); 9°, Esperar con preocupación al verano; 10°, Acostumbrarse.

Acostumbrarse no significa quedarse quieto. "Es desesperante quedarse sin agua. Si abrís una canilla y no sale nada, y tenés 30 niños, te desesperás... hasta que te empezás a mover". Mónica Morales (42) es desde 2011 la maestra-directora de la escuela rural 33 de El Talita, a la que asisten 32 chicos desde inicial a sexto. En dos años ya tuvo dos episodios complejos. Ni bien asumió, el pozo se secó. Ella tuvo que movilizarse con OSE, la Junta de San Jacinto, Primaria y los propios padres. OSE llenaba el pozo que invariablemente volvía a secarse. Hubo que acudir a vecinos. Esta situación duró dos meses hasta que se consiguió una bomba nueva, sumergible. Pero este año, los temporales dejaron a la escuela sin luz y sin bomba. "Hacía calor, los niños estaban desesperados, con sed. Consulté a la Inspección y debimos cerrar la escuela hasta que se arreglara la situación". Aquí, no tener agua corriente significó perder tres días de clase. En estos lugares, la escuela rural suele ser la única presencia institucional. Es por eso que son el núcleo del Programa de Pequeñas Localidades de OSE.

"Pah...", exclama la directora al ver el fondo del pozo: el agua se ve muy abajo, lejos. Otrora la escuela acostumbraba proveer a los vecinos que lo solicitaban. Pero desde el suceso de 2011, la inspección determinó que la prioridad la tiene la escuela y no se presta agua a menos que el pozo esté repleto; hoy no es el caso. Es hora del almuerzo y 22 chicos disfrutan de tallarines. El agua sirve para todo, incluso para el consumo. "Proviene de un manantial. La Intendencia (de Canelones) hace estudios periódicos y ha dicho que es potable". En este día faltaron diez alumnos y una maestra: vómitos y diarreas. La directora no lo asocia con el agua: "Es un virus"; varios casos son de San Jacinto y ahí sí hay OSE, dice. "No ha habido problemas de salud en toda esta zona por el agua", enfatiza.

A los niños se les enseña que el agua se cuida como oro. "Es algo que hoy está pero mañana y pasado puede no estarlo", continúa la docente. Ir detrás de ellos al baño para verificar que las canillas estén bien cerradas es una tarea extra de las responsables de esta escuela. "Por suerte los alumnos más grandes ya lo entienden, ya lo tienen inculcado. Con los `jardineritos` hay que tener más cuidado".

Dos kilómetros al Sur existe la misma preocupación, en la otra punta de la vida. Ahí está la casa de salud "El descanso". Su dueña, María González (73), es una coqueta mujer de apariencia frágil que aún sorprende con su agilidad para sacar agua. Aloja a 13 personas, de entre 60 y 93 años. Experta en darle más de un uso al agua (de lavar la ropa a los pisos sin escalas) también está atenta a los derroches. "Hay que andar cuidando permanentemente que los viejos no dejen la canilla abierta; a veces van, incluso cuando no hay agua, y no la cierran". En su caso, son cuatro los baños a cuidar. "El verano pasado tuvimos un miedo terrible a que pasara algo", resopla mirando a la casa y a sus inquilinos, algunos muy vulnerables. "Por suerte el pozo aguantó".

Tanto para la escuela como para la casa de salud, la reclamada agua de OSE, significaría un radical cambio de vida. "Para nosotros sería despreocuparnos de la lluvia, de los cortes de luz, del tiempo...", expresa Morales. Para Noelia, podría suponer dejar de acarrear agua varias veces al día; para Juan Carlos, una ducha en su propia casa; para Gustavo Granja y Marisol Lespianc, dos vecinos de Estación Pedrera, poder regar bien la quinta él y pensar en tener un lavarropas ella. Para una niña de Arroyo Blanco, Rivera, representa la chance de ir a la escuela.

Mientras tanto, la vida sigue. "Sí, estamos acostumbrados", suspira Iván, el marido de Noelia, empleado del frigorífico San Jacinto. "La única diferencia es el trabajo que pasás. Además, es mucho más rica el agua de pozo que la de OSE. ¿Sana? ¡Sí, sin chances! En realidad, no sé... nunca nos pasó nada, ¿querés probar un vaso?".

"Estamos al lado de todo y parece un pueblo fantasma"

Estación Pedrera es un pueblo de 140 habitantes y no más de ocho manzanas al costado de ruta 11. Está a nueve kilómetros de San Jacinto y a 19 de Atlántida. Hay locomoción frecuente a varias ciudades. Aún así, las distancias parecen mayores, dicen sus pobladores. "El no tener agua corriente hace parecer que viviéramos en el desierto", se queja Gustavo Granja (37). "Cuando llega el verano te quedás cinco minutos más en la ducha y fuiste. Y olvidate de regar la quinta".

Otra pedrense, Marisol Lespianc (37), ha visto cómo su pozo de 15 metros de profundidad puede quedarse vacío en verano, en solo 15 días. "Nosotros tenemos tanques de 200 litros donde recolectamos agua de lluvia; pero si no llueve no queda más remedio que ir a San Jacinto a comprarle a OSE. No es caro, pero tenés que gastar en locomoción, en traer un tanque de mil litros. Y mil litros en verano no son nada". Ha sabido usar el agua de lavar la ropa, a veces proveniente de la lluvia, "para tirar la cisterna". Piensa igual que su vecino: "Estamos al lado de todo y pareciera que fuera un pueblo fantasma. Ni siquiera sos dueño de regar las plantas. El otro día mi marido me dijo de comprar un lavarropas.... ¿para qué?".

A 355 LOCALIDADES

El agua desde la escuela

El Programa Pequeñas Localidades y Escuelas Rurales de OSE ya colocó sistemas de extracción y potabilización en 118 zonas del interior rural sin agua corriente. "No siempre es fácil encontrar agua. Las localidades que no tienen es porque es difícil hacer un pozo y encontrar agua suficiente y de buena calidad", dice la ingeniera Karina Azuriz, encargada del programa. En Rincón de los Francos (Treinta y Tres), debieron perforar 103 metros para encontrar algo. En Canelones es difícil encontrar agua subterránea. Cerro Largo, Rivera y Tacuarembó son más problemáticos.

El programa comenzó en 2009, tiene un presupuesto de US$ 12,2 millones, financiados a mitades entre OSE y elFondo Español administrado por el BID, y se espera que para 2014 sean instalados 355 dispositivos; es decir, 6.000 viviendas o 20 mil personas.

Salvo en unos 80 casos, siempre hay una escuela rural. "Es la única referencia institucional que suele haber, y también para atender la población infantil que no accede al agua". A partir de la escuela, el sistema se extiende a las viviendas cercanas, casi nunca más de veinte. El programa cuenta con cuatro perforadoras. Apenas dan abasto, reconoce Azuriz. "Estamos al límite de nuestras capacidades".

Previo a la instalación de estos dispositivos (eléctricos o con paneles solares donde no hay luz) hay un trabajo social: "Los pobladores deben reconocerse como parte del sistema. Deben saber que si dejo la canilla abierta, puedo dejar sin agua al vecino. También los capacitamos para que verifiquen si funcionan bien y que, en todo caso, avisen a OSE". No es gratis: cada vivienda debe pagar 5 UR ($ 2.972) por la canilla, financiado hasta en 35 cuotas. La "población Mides" está exonerada de ese pago. Se le cobra "tarifa rural": $ 56 los 15 metros cúbicos. Más de eso, se paga tarifa común. "Con esto se busca evitar que bañen ganado o que lo usen para regar. Esta agua es para consumo humano y aseo".

Según OSE, 98% de la población nucleada está cubierta por ellos. Azuriz dice que esto refiere a poblaciones de 500 personas o más. Con planes como este programa o la extensión de redes a nivel suburbano, se puede llegar a 1% más. "No se puede llegar a 100%, a un estanciero aislado. No sería real".

ENFERMEDADES SON POCO FRECUENTES

El doctor Eduardo Savio, especialista en enfermedades infecciosas y presidente de la Asociación Panamericana de Infectología, señala a la shigelosis, la amebiasis y la fiebre tifoidea como las más comunes de las enfermedades hídricas (bacteriales o parasitarias, que pueden provocar vómitos, diarreas o dolores abdominales), causadas por el consumo de agua no corriente, pero "todas son hoy poco frecuentes en el país". El cólera es otra, pero aquí, dice, no se han registrado casos. "Dentro de las enfermedades virales transmisibles por vía hídrica se destaca la hepatitis A, claramente prevenible por vacunas". La contaminación del agua puede darse "por productos químicos, materias fecales u otras excretas humanas o animales". Su recomendación: "Básicamente, hervir siempre el agua que se usará para consumo o lavado de alimentos cuando el agua no proceda del sistema de agua corriente". Considera al agua de lluvia potable solo si es "acumulada en recipientes limpios", y no cree que exista agua de pozo que no requiera proceso alguno de potabilización.

DE MONTEVIDEO A SAN JOSÉ

A nivel país, OSE llega al 93,8% de las viviendas; ese porcentaje es de 97,9% en el área urbana y 18,4% en la rural.

Las viviendas donde hay menos presencia de OSE están en las zonas rurales de Salto (3,4%), Lavalleja (6,7%), San José (8,0%), Florida (8,4%) y Rivera (8,7%); en Montevideo rural cubre 61,9% de los hogares.

En Montevideo, 99,5% de todas las viviendas están abastecidas por esta red. En el otro extremo está San José: 82,9%.

(Fuente: Área Socio-Demográfica de la Facultad de Ciencias Sociales de la Udelar /INE /Censo 2011; solo se tomaron en cuenta los hogares relevados)

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