Hombres con otra espalda

| Los pocos uruguayos que cuentan con un guardaespaldas pierden privacidad y comodidad. La mayoría no se considera en riesgo e incluso el Presidente y exmandatarios andan solos por ahí.

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Acá está el peluche", dice John Medina (39) mientras pasa el cierre de una riñonera en la que asoma la madera de la culata y el tambor de un .38 cargado. Lo acompaña adonde vaya, normalmente en su canana o debajo del brazo, como parte de su trabajo. Es uno de los pocos guardaespaldas que existen en Uruguay.

El "petiso" Medina se encarga, entre otras tareas, de acompañar y cuidarle la espalda al dueño de una curtiembre y a su familia. Hace aproximadamente un año lo contactó porque sentía inseguridad en la calle y desde entonces lo escolta en fiestas, reuniones y demás salidas. A su mujer la acompaña al shopping. Se mantiene a tres o cuatro metros de distancia por si sucede algo, pero intenta pasar desapercibido. Está siempre a su disposición, aunque gran parte del tiempo no lo necesita. Por eso, Medina le cobra por hora; 400 pesos por cada cambio en la aguja menor del reloj.

Su tarea no está reglamentada, por lo que para el Estado funciona como un guardia privado más de los 20.000 que hay inscriptos en el Ministerio del Interior. Pero Medina asegura que con guardaespaldas permanente no debe haber más de una veintena de uruguayos.

A diferencia de otros países, donde empresarios, políticos o figuras del espectáculo son custodiados las 24 horas por uno o varios hombres, al igual que sus familias, los casos en Uruguay son contados. Los ministros caminan solos por la calle. Senadores y diputados pueden verse a la vuelta de la esquina sin escolta. El vicepresidente no tiene personal con ese fin. Solo el Presidente, José Mujica, cuenta con un equipo que vela por su integridad, aunque con frecuencia se escapa, toma el volante de su Fusca azul metalizado del 87 y sale solo o con su señora por la ciudad.

"No quiero (…) empresarios con guardaespaldas", había dicho Mujica poco antes de ganar las elecciones en el programa La sed y el agua de Televisión Nacional. En líneas generales, su deseo se viene cumpliendo. La mayoría de los ejecutivos más prominentes, los más adinerados, los más exitosos, se sonríen ante la pregunta de si tienen custodia personal. La respuesta es, claramente, negativa.

Gastón Volonterio es propietario de Sildan Trading, la empresa de seguridad más grande del país, que brinda servicios para eventos, locales comerciales, custodias personales o de vehículos. Cuenta con dos clientes -un gerente general bancario y un empresario- que tienen contratado un guardaespaldas.

Funcionan como choferes que los pasan a buscar a la mañana por su casa, los llevan al trabajo y a dar las vueltas que tengan en el día. Por la noche los dejan en su residencia nuevamente. Pasan desapercibidos y no parecen ser custodias, pero están armados y prontos para actuar ante una emergencia. "Los empresarios tratan de disimularlo lo más posible. Por eso nos piden que sean choferes", indica Volonterio. De todas formas, "en Uruguay no está la persecuta esa que hay en San Pablo, Porto Alegre o Buenos Aires", afirma.

Contratar un servicio de estos en Sildan Trading cuesta entre $ 50.000 y $ 60.000 mensuales, cifra que varía de acuerdo a las horas de trabajo. Pero además de lo costoso, tener un guardaespaldas no es sencillo porque se pierde privacidad. "Te quedás sin vida privada, tenés un tipo pisándote los talones. La mujer va a depilarse y el tipo la acompaña. Eso molesta", sostiene Volonterio.

En momentos complicados por enfrentamientos con gremios de trabajadores, un empresario de la industria pesquera pidió dos guardaespaldas y un auto que lo acompañara detrás. Cuando el sindicato ocupó la planta de Dancotex en la calle Veracierto, en 2006, Daniel Soloducho solicitó custodia personal, aunque no fue para él sino para su familia.

Pero a ninguno le gusta que otros lo sepan. Tal es el caso del presidente de Peñarol, Juan Pedro Damiani. Fuentes cercanas al empresario aseguran que tiene custodia personal, aunque él, consultado por Domingo, lo negó. Otros ejecutivos tampoco lo admiten.

Existen -por otro lado- personas vinculadas a negocios non sanctos que cuentan con un equipo de seguridad a su lado, algo así como capangas que trabajan para ellos.

TRABAJO OCASIONAL. Tanto John Medina como otros guardaespaldas suelen acompañar a gente que quiera moverse con dinero por la calle. "El otro día le hice la custodia a dos ancianos que iban a retirar del banco un giro de Francia. Eran más de 50.000 dólares", dice. Medina fue a buscarlos a su casa, llamó a un remise para el traslado y los escoltó en el viaje de ida y de vuelta. Cobró 3.500 pesos.

Los veteranos querían custodia armada. Unos 7.000 guardias de seguridad tienen habilitación para portar armas. Pero, en teoría, los guardaespaldas no deberían llevarlas ya que la ley impide que sean utilizadas si no se cumplen funciones en un lugar fijo o en un camión de transporte de valores. Hasta ahora, Medina no la ha tenido que desenfundar.

"Puede haber un guardia de seguridad desarmado que acompañe a una persona, pero no puede bajo ningún concepto ejercer una tarea similar a la que puede verse en las películas", sostiene el director del Registro de Empresas de Seguridad, Juan Carlos Vázquez.

"Te terminás moviendo como cualquier ciudadano del país y basándote en que cualquier hecho va a ser medido en base a la legítima defensa", explica por su parte Fernando Andión, director del Centro de Capacitación en Defensa Personal y exguardaespaldas. Él ha capacitado a 27 guardaespaldas y dice que no son muchos los empresarios que contratan servicios de este tipo porque "el grado de inseguridad que está viviendo el empresariado todavía no lo amerita". Lo mismo expresa el guardaespaldas Carlos Bradford: "Acá no hay mercado para lo que nosotros queremos hacer".

CON BANDA PRESIDENCIAL. El expresidente Jorge Batlle (2000-2005) va todos los miércoles por la mañana a la Tienda Inglesa de Montevideo Shopping en su camioneta para hacer las compras. Es el día que le conviene, asegura. Ahí se lo puede ver solo, con la única compañía del carrito donde carga las cosas. Pero no le pasa solo a él. "El otro día Julio me dijo: `Fui al supermercado. ¡Qué lío! Había una cantidad de gente enorme`", cuenta el exmandatario. Y por Julio se refiere a Julio María Sanguinetti, presidente en dos períodos (1985-1990 y 1995-2000).

Como todos quienes ocuparon el máximo sillón de gobierno, Batlle tiene derecho a cinco funcionarios en comisión por el resto de su vida, entre los cuales puede incluir personal de seguridad. Pero solo uno, Pancho, como le llama él, le hace a veces de chofer. "Cuando, por ejemplo, voy de noche a algún lugar al que tengo que ir bien vestido y no puedo atracar, él me maneja la camioneta".

Batlle recuerda que cuando era presidente salía todos los fines de semana en el Volkswagen Gol de un amigo suyo, mate bajo el brazo y bizcochos, sin custodia alguna. Incluso en 2002, asevera, cuando el país se derruía en una profunda crisis económica y política. "Cuando parábamos en los semáforos le dábamos inclusive la chance a quien estuviera enojado de que nos dijera alguna cosa y al que no, que nos viera tranquilos por la calle". Esta actividad era una necesidad para el exjerarca de transmitir, con su conducta y actitud, que podía andar solo. "Tenía necesidad de respirar en medio de una crisis de esa magnitud y creí oportuno que la ciudadanía pudiera ver de cerca al presidente, por ejemplo, parado en la esquina de Chimborazo y General Flores".

El exmandatario Luis Alberto Lacalle (1990-1995) mantiene a su lado al inspector Freddy Kuster, quien fuera jefe de la seguridad presidencial en su período de gobierno, aunque no lo utiliza a diario. "Si se va de gira al interior hace de chofer. Si no, no. Al desfile del 18 de Mayo en Las Piedras fue con él. Si sale conmigo por supuesto que no", explica Julia Pou, esposa de Lacalle. "Después de tantos años ya tenés una relación. Dos por tres Luis Alberto se va al campo y lo invita". Kuster no acompaña a diario al expresidente y senador al Parlamento.

Quien sí dispone de los cinco empleados asignados exclusivamente para su seguridad es Tabaré Vázquez (2005-2010). Cuenta con uno las 24 horas en su casa y otro lo acompaña en ciertas ocasiones cuando sale, tareas que rotan entre los cinco, informa un allegado al expresidente. Algunos de quienes lo acompañan son los mismos que lo custodiaban mientras era jefe de Estado. Cuando sale con su señora o con sus hijos, por ejemplo, va solo.

También cuentan con guardaespaldas ciertos diplomáticos. El embajador de Estados Unidos, por caso, va siempre acompañado, aunque no tiene un seguimiento cuerpo a cuerpo.

Los jueces y fiscales que se ocupan de causas vinculadas al crimen organizado están dentro de los custodiados, aunque prefieren no hablar del tema públicamente.

Los funcionarios de la oficina que combate el narcotráfico, en cambio, no tienen guardia especial.

El Observador le preguntó a fines de abril al inglés Terry Johnson, dueño del frigorífico duraznense Breeders & Packers, si tenía guardaespaldas. La respuesta fue contundente: "Noo, estoy en Uruguay".

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Con extranjeros hasta en una whiskería

Quienes frecuentemente utilizan los servicios de los guardaespaldas en Uruguay son determinadas figuras del extranjero cuando vienen al país. Se debe a que tienen la costumbre en sus países por ser estrellas de la música, el cine y la televisión o por su poderío como empresarios.

Cuando en marzo del año pasado llegó Axl Rose, líder y único integrante original de la banda Guns n` Roses, John Medina y Carlos Bradford le hicieron la custodia. "Trabajo con todos los famosos que vienen a Uruguay", dice el "Perro" Bradford, quien se considera el guardaespaldas de las estrellas. Ambos han acompañado en diversas oportunidades a la diva argentina Susana Giménez, que en los últimos años debió visitar Montevideo con asiduidad por un juicio de falsificación de cheques y estafa por el que su exnovio Jorge Rama terminó procesado sin prisión. La pasaban a buscar por el puerto y la acompañaban durante todo el día, hasta que la estrella televisiva emprendiera viaje nuevamente.

También le cuidaron la espalda a la actriz Julianne Moore, quien visitó el país en 2007 para filmar la película Ceguera. Estuvieron codo a codo con Wolverine, o mejor dicho, Hugh Jackman, que el año pasado filmó un comercial de té. Y en las visitas del mediático argentino Ricardo Fort por sus presentaciones teatrales también fueron parte del equipo de escoltas.

Cuando delegaciones empresariales de otros países llegan a Uruguay también suelen contratar custodias personales. Y como parte del trabajo es acompañarlos adonde quiera que vayan, el camino los conduce a veces hacia el pecado.

Luego de un largo día de reuniones, almuerzos, visitas y demás, numerosos empresarios quieren sacarse la corbata y disfrutar de placeres carnales. Por eso, le preguntan a los guardaespaldas a qué lugar pueden ir y la noche culmina en alguna whiskería montevideana, donde toman algún trago y deleitan su vista con los cuerpos de mujeres que bailan desnudas.

"Hace un tiempo, una empresa muy importante empezó a exportar carne para China y puso un restaurante en ese país. Los empresarios chinos querían conocer los frigoríficos en Uruguay y contrataron seguridad armada, que era yo", cuenta Medina. Una vez terminada la jornada, llegó el momento del relax: terminó con los chinos en Baires.

La figura del guardaespaldas no existe para la ley; se inscriben como guardias de seguridad.

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