NATALIA NUÑEZ *
Leslie R. Martin vive al Sur de California. Allí trabaja como profesora y jefa del Departamento de Psicología de la Universidad La Sierra en Riverside, una localidad de poco más de 300 mil habitantes, conocida por ser una de las mejores ciudades para vivir en Estados Unidos. Leslie es coautora de The longevity project (El proyecto longevidad), un libro publicado el año pasado que se basó en un seguimiento de más de 80 años -se inició en 1921-, en que se observaron patrones de comportamiento y liderazgo de 1.500 niños de San Francisco. Junto a Howard Friedman, la académica analizó certificados de defunción de los participantes, sus causas de muerte y entrevistas que les realizaron con respecto de hábitos y relaciones familiares para descubrir parámetros de longevidad.
Lo más trascendente que descubrieron: los genes constituyen cerca de un tercio de los factores que conducen a tener una larga vida. "Los otros dos tercios tienen que ver con estilos de vida y azar", explica.
En la investigación descifraron inusuales claves para vivir más. Primero, ser conscientes de la propia vida. "Mientras más conscientes, más prudentes somos, nos cuidamos más y tomamos menos riesgos". Segundo, encontrar felicidad en el matrimonio: la gente en pareja vive más. Tercero, tener padres que asuman juntos la paternidad. Cuarto, controlar la alegría.
¿Cómo? ¿No se supone que andar contentos por la vida aseguraba longevidad? Sí y no. "Es recomendable ser optimistas frente a situaciones límites tales como mejorarse de una cirugía, por ejemplo. Pero ser demasiado optimistas fácilmente nos arrastra a pensar que nunca nos pasará nada malo y, por lo tanto, existe el riesgo de pecar de exceso de confianza, lo que puede derivar en fumar más, tomar más alcohol del necesario o practicar deportes extremos sin tomar las precauciones".
En quinto lugar, asegura, hay que seguir trabajando pese a que haya llegado la hora de la jubilación. Mantenerse activos y sentirse útiles es clave para vivir más tiempo. Pero aclara: "No significa ir tres veces al gimnasio o hacer equis minutos de ejercicios cardio a la semana. Es algo más sencillo: puede ser desmalezar o hacer muebles en el taller de la casa. Es decir, ser activos no es necesariamente hacer deporte".
Desde una perspectiva psicológica, lo que más llamó la atención de Leslie de los resultados de The longevity project fue constatar lo sencillo que puede ser cambiar pequeños hábitos con miras a prolongar la vida. Por ejemplo, quienes están activamente comprometidos con otras personas son más propensos a vivir más tiempo en relación con aquellos que permanecen aislados. "El significado es muy poderoso. Cuando reúnes esta evidencia junto con otros hallazgos, te das cuenta de cuán importante es tener un trabajo por el que sientas pasión y comprometerse con nuestra comunidad. Podemos hacer voluntariado o cosas que beneficien a otros. Además de mejorar nuestro ambiente, también nos ayudamos a nosotros mismos".
¿Cuánto viviré? Cuando se habla de envejecimiento hay que hacer una diferencia en los conceptos. Uno es longevidad y otro, expectativa de vida. La primera se relaciona con el lapso máximo que puede vivir una especie, y suele ser constante. La segunda hace referencia a un cálculo estadístico del tiempo que puede vivir una determinada persona en cierto entorno social.
Así lo explica el médico chileno Daniel Bunout, quien ha destinado gran parte de su carrera a analizar cuáles son los factores que determinan que unas personas lleguen de mejor forma que otras a edades avanzadas. Sentado en su escritorio, Bunout muestra las diapositivas de las clases que imparte a sus alumnos. En una de ellas aparece una mujer de 85 años, delgada, con un bastón en la mano derecha. Lleva puesto buzo, visera roja, zapatos de trekking y se la ve escalando por el cerro Manquehue. Ella se mantiene activa.
El investigador francés Hugo Aguilaniu, quien lidera un equipo de estudio sobre envejecimiento en la Escuela Normal Superior de Lyon, cuenta que en su país la longevidad aumenta tres meses por año. "La ciencia avanza demasiado rápido, todos los meses están saliendo estudios nuevos", asegura. Dice, por ejemplo, que en un tipo de gusano llamado nematode se logró multiplicar por 15 su esperanza de vida. Explica, además, que se ha descubierto una molécula llamada radiodurans que es resistente incluso a las radiaciones, y que resucita cada vez que la destruyen, gracias a su robustez. Y hay más: el genetista croata Miroslav Radman pretende generar una poción rica en radiodurans que, al ingerirla, proteja nuestras células del desgaste ligado al envejecimiento.
Aguilaniu observa que todos estos avances son buenos y auspiciosos. Pero advierte que pueden producir un desbalance demográfico importante a nivel global. "Hay que tener cuidado porque dentro del dominio de la longevidad y el envejecimiento está demasiado vinculada la idea de la `juventud eterna` y la inmortalidad. Desde mi punto de vista, hay que poner atención y ser respetuosos frente a la naturaleza. Lo que hoy somos capaces de hacer es modificar la mortalidad y el envejecimiento en todo tipo de organismos, y eso ya es bastante. Pero para conseguir una juventud eterna falta todavía. Y es un fantasma porque evidentemente es una aspiración de todo el mundo. Pero no sé si realmente es conveniente lograrlo, pues el cuerpo humano, biológicamente, no es capaz de hacerlo aún".
De 48 millones de adultos mayores que habitaban en América Latina en 2005, pasaremos a 114,5 millones en 2030.
* El Mercurio / GDA.