Ser el hermano del Che

Juan Martín fue el último hijo del matrimonio Guevara-De la Serna. Alejado del debate político, a los 68 años, repasa recuerdos familiares y cuenta cómo se vive siendo el hermano de uno de los mayores íconos revolucionarios del siglo XX.

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GABRIELA VAZ | BUENOS AIRES

Camino al encuentro con el entrevistado, un joven de unos 25 años llama mi atención. Lleva una remera con la serigrafía de Ernesto "Che" Guevara. Una más de cientos, de miles, de cientos de miles. Pero esta vez, genera una pregunta inevitable: ¿qué se sentirá ver el rostro de un hermano transportado en remeras de todo el mundo? ¿Qué emoción despertará ver los ojos de alguien tan familiar en pósters, libros y muros del planeta entero? ¿Qué provocará ver su cara tatuada en el brazo de Diego Maradona o en el pecho de Mike Tyson, aún 44 años después de muerto?

Aunque el propio Juan Martín Guevara ceba un mate sellado con la famosísima imagen inspirada en la fotografía tomada por Alberto Díaz (Korda) que se volvió un ícono gráfico del siglo XX, aclara que no le gusta esa instantánea de su hermano. Siente que no le hace justicia. La expresión adusta captada entonces denota guerra, entiende, pero "no es realmente" la cara de él. "Si te ponés a ver fotos de Ernesto, incluso muy conocidas, en trabajo voluntario, en la reunión con Sartre, no lo ves con esa cara. Esa cara tiene que ver específicamente con ese momento". Por eso habla Juan Martín. Por eso, desde hace algunos años, decidió poner fin a un autoimpuesto ostracismo de décadas para con la prensa. Para contar sobre la otra cara del Che.

La entrevista con el menor de los Guevara se extiende por casi tres horas. En una pequeña oficina ubicada en las inmediaciones de los barrios porteños Boedo y Parque Chacabuco, interrumpen el celular, las visitas y hasta una fugaz salida a raíz de un chico que le pide que lo alcance "hasta acá nomás" en la camioneta; "¿tenés tiempo?", me pregunta el entrevistado, y ante el sí sale raudo y regresa a los 10 minutos. Sube las escaleras sin ahogo, se sienta y retoma la conversación en el exacto punto donde fue interrumpida.

Juan Martín tiene 68 años, pero aparenta menos. Debe ser su jovialidad. Parece de esas personas que siempre están de buen humor. Habla con simpatía y sus ojos revelan risa. Físicamente no se parece a su hermano, aunque la imagen del Che congelada en la memoria colectiva lo registre en sus treinta y tantos años, y no en los más de 80 que tendría hoy.

Ernesto "Che" Guevara nació en 1928 y fue el primogénito del matrimonio compuesto por Ernesto Guevara Lynch y Celia de la Serna; 15 años después nació Juan Martín, el más pequeño. En el medio, quedaron Celia, Roberto y Ana María. Celia y Roberto son los otros Guevara-De la Serna que quedan vivos, pero no hablan con la prensa. El benjamín decidió hacerlo después de muchos años de silencio, resultado de una mala experiencia. "Fue en el 65 o 66, cuando (el Che) había salido de la dirección del gobierno. La gente y el periodismo se preguntaban `¿dónde está?` Y no era como si Mick Jagger no apareciera. Era un `dónde está` complicado", recuerda Juan Martín. En ese contexto, un cronista intentó entrevistarlo, pero ante su negativa al otro día publicó que por su reacción "se notaba que sabía dónde estaba" Guevara. "Fue realmente de mal tipo. De sensacionalista pasaba a otra historia. Me estaba tirando encima a la SIDE, el FBI, la CIA. De ahí en adelante no abrí más la boca".

Su cambio de actitud se concretó a partir de Los Caminos del Che, una ruta que reúne enclaves y museos dedicados a la histórica figura, patrocinado por el Ministerio de Turismo argentino. Guevara se involucró y comenzó a dar notas al respecto. Pero fue mucho antes que empezó a gestarse en su interior la necesidad de hablar. Él lo refiere a una anécdota puntual. En 1973, estando en Cuba, una médica que atendía a su hijo, internado por un ataque de asma, le anunció que se acercaban las jornadas "Che-Camilo" -homenaje que se realiza a los dos líderes revolucionarios cada octubre en la isla- y que contaban con su participación. Juan Martín alegó que él no se involucraba en actos públicos. "Y ella me dijo de todo, que era una posición egoísta, que había cosas que solo yo conocía, que nadie se enteraría de cosas que yo no dijera y que si todos hicieran lo mismo, nadie se enteraría nunca de nada. Eso me quedó en el recuerdo". El objetivo se volvió así desacralizar su figura y mostrar un semblante distinto a aquel que captó Korda en 1960. Cuando la persona "se vuelve de bronce, mítica, se pierde lo humano. Y se pierde fundamentalmente la perspectiva futura: lo que pueda rescatarse para los jóvenes. Como con todo mártir, lo más presente es la muerte. Se lo recuerda el 8 de octubre por su muerte. Para mí el recuerdo debe ser de todas las cosas que vivió e hizo que no tenían que ver con la guerrilla, sino con la construcción".

DEBATE. Juan Martín es ese hermano al que, en las cartas escritas a su madre, el Che se refiere como "el Tin". Es el Tin entonces el que se acuerda de un hermano que vivía viajando y que en sus breves regresos aprovechados para dar materias libres de Medicina lo agarraba para que le cebara mate. "Yo no lo veía irse; lo veía llegar. Lo sorprendente era que estuviera: `uy, llegó, está acá, aprovechémoslo`. Porque si no estaba estudiando, estaba viajando, de enfermero o en motocicleta".

A excepción del más chico, todos los hermanos Guevara fueron profesionales: dos arquitectas, un abogado, un médico. En la familia "podía faltar comida, pero nunca libros". Las sobremesas eran politizadas y siempre había debate. "Nunca había algo unívoco, mis viejos no esperaban que pensáramos igual, al contrario, te inculcaban que si estabas en desacuerdo, lo dijeras, argumentaras", cuenta Juan Martín. Más adelante ejemplifica: "Ya en 1961 Ernesto estaba preocupado por escritos que aparecían en la Unión Soviética con los que no estaba muy de acuerdo. En África hace un discurso crítico sobre la posición de los países socialistas respecto al tercer mundo. Está claro que ve más lejos, que lo que pasó después en el socialismo real ya lo estaba atisbando. Él escribió una vez que la Unión Soviética estaba volviendo al capitalismo, dice algo como que el gran culpable de la situación allí es Lenin, a pesar del reconocimiento que le hace como pensador. A Stalin lo define como un dogmático cerrado y a la etapa Kruschov la define como de un pragmatismo inconsecuente, algo así. Ya para el año 65 dice que eso se va para abajo. Eso demuestra su espíritu crítico, algo que era cultural en mi casa".

Cuando la revolución cubana triunfó en enero de 1959, derrocando al dictador Fulgencio Batista, Juan Martín tenía 15 años. Días después de la entrada en La Habana de Camilo Cienfuegos, Ernesto Guevara y Fidel Castro, la familia del Che llegó en un avión que el flamante gobierno fletó para los exiliados. "Tengo entendido que esa idea fue de Camilo, que no se la comentó a Ernesto hasta que ya estábamos en viaje. Fue como un regalo: te traigo a tus viejos y tus hermanos".

-¿Cuánto hacía que no lo veían?

-Seis años. Además, lo mataron una vez, dos veces, tres veces; lo vivían matando, siempre en los diarios aparecía la noticia de que estaba muerto. Encontrarnos con él era algo… la vieja estaba feliz. Ella había tenido dos operaciones de cáncer y ahí tuvo como un renacimiento, se convierte en militante en Argentina.

-¿Cómo era verlo, después de tanto tiempo, líder de una revolución, comandante?

-Como dicen ahora los chicos: "es fuerte". Era una gran sorpresa. Uno de afuera ya se iba acostumbrando, leyendo y sabiendo cosas. Pero una cosa era eso y otra verlo. Delante de la gente yo no podía decir o hacer las mismas cosas que en casa, porque era "el comandante", no le podía decir cualquier barbaridad, que era nuestra forma de relacionarnos. Para nosotros era Ernestito.

-¿Lo notó muy cambiado?

-No. Él tenía nuevas funciones, pero en la relación no había cambios. Era el mismo tipo, vestido de otra manera. Nuestra relación de hermanos se reformuló porque yo tenía 15 años, no 10. Ahora, cuando él se convierte en "el Che", yo me convierto en "el hermano del Che"; es simultáneo.

-¿Nunca le molestó eso, nunca le pesó?

-No, no… es que no peleé contra eso. Era una condición, lo sigue siendo: era mi hermano, es mi hermano. Neutral no era la cosa: a mí me pusieron bombas en casa, me golpearon. (Guevara estuvo preso nueve años durante la dictadura argentina por militar en una organización socialista.) Yo tenía un primo hermano que se llamaba igual que yo: Juan Martín Guevara, pero Lynch, no De la Serna. Él era de derecha absolutamente, un antisemita violento. Entonces a veces me llamaban por teléfono, se ve que buscaban por la guía, y me decían: "¡Nazi hijo de puta!" Y después me llamaban y me decían: "¡Comunista hijo de puta!" O sea, neutral nada. Tal vez, con el tiempo uno va viendo cómo ubicarse. Pero tampoco me quería pelear con esa situación. Lo mejor que puedo hacer hoy para la gente es humanizar a mi hermano; bajarlo de la estatua, era de carne y hueso. Que eso haga que la gente busque: qué hizo, qué habló, qué escribió. Él escribió un libro, La guerra de guerrillas, y cientos de páginas sobre economía, filosofía, sociología, cosas que no tenían nada que ver con la guerra. Si cientos de páginas vamos a reducirlas a un libro, estamos reduciendo pensamientos importantes a algo estrecho.

-¿Le parece que la imagen marketinera del Che es símbolo de rebeldía o revolución a secas, pero que la gente no tiene claro su ideario?

-El hecho de que su imagen esté tan presente y difundida superó al intento que hubo de ocultarla: esconder su cadáver, cortarle las manos. Eso fracasó. El ideario superó al intento de ningunear. Mataron a la persona, pero no pudieron matar su trascendencia. Si hay tanta remera, tanta bandera, tanta imagen, es por algo. Seguramente cada uno de los que se pone eso tendrá un por qué, más débil, más profundo. A lo mejor es solo marketing, negocio del que hizo la remera. Está todo mezclado. Pero, si no, hubiera desaparecido, como tantos. ¿Cuál es el debate? Él eligió entregarse por sus ideales. "Esos ideales terminaron en fracaso y muerte, y así terminarán siempre. Rescatamos el valor, la ética, el romanticismo, pero eso no va para atrás ni para adelante": eso se quiere hacer después de concluir que no se lo puede no recordar. "Está bien, pero no sirve para nada lo que quiso hacer". Y además no hablamos de lo que quiso hacer. Lo suyo no fue la guerrilla, sino que la gente viva mejor, que las relaciones no estén establecidas nada más que por el dinero sino por quiénes somos. Creo que lo que vale es recordar sus por qué, sus ideas y no que el resultado de su actuación fue la muerte. Lo que vale de los que han vivido es lo que hicieron, lo que pensaron y trasladan para adelante.

-¿Cree que el Che hubiera estado conforme con la Cuba que fue?

-(Roza la pera con su mano hacia delante). Podés decir que hice así.

-¿Ni idea?

-No, ni idea no, pero es algo sobre lo que no quiero opinar. Es como opinar sobre política y eso… No me parece importante.

-¿Pero cree que sus ideas se plasmaron?

-A ver… él fue un dirigente de esa camada, de ese país… muere en el 67. Del 67 a acá pasan muchos años. Si él ya veía que la URSS… a lo mejor veía la China y no le gusta. No lo sé. Son todas especulaciones. En todo caso, tiene que ver "no me gusta Fidel y no me gusta lo que pasa en Cuba hoy" o "sí me gusta Fidel y sí me gusta lo que pasa en Cuba hoy", entonces no es lo mío. Que cada uno saque sus conclusiones. Si alguien quiere especular con que "si el Che viviera" tal cosa, y bueno, son especulaciones. Yo puedo ofrecer hechos concretos, relatos.

-¿Le han ofrecido hacer política?

-Sí, pero no (se ríe). Yo no hablo de política, hablo de mi hermano. Lo que hago es trasladar vivencias. Si lo que yo digo lleva a alguien a leer, a investigar, a averiguar de historia, ¡albricias! Y si es nada más que anecdótico, está bien.

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