Para el ingeniero Juan Grompone, la escuela pública que impulsó José Pedro Varela habría certificado con las actuales normas de calidad. Esos son los parámetros que pretende para la educación actual, aunque a corto plazo, le bastaría con que hicieran lo básico: dar clases todos los días y cumplir los programas. A continuación, un resumen de la entrevista.
-¿Usted entiende que culturalmente seguimos estacionados en el siglo pasado?
-Yo diría que sí, o peor, pienso que estamos retrocediendo. Esto todavía es consecuencia de la dictadura. Fueron once años en que, además de lo que venía mal de los años sesenta con un deterioro general del país, la educación se desplomó y no la hemos recuperado.
Lo que le sucede al sistema educativo se ve veinte años después, lo que no se forma bien, se verá dos décadas más adelante. Hoy estamos pagando aquello. Son las generaciones que están accediendo a los primeros cargos de dirección de distintos ámbitos, condicionados, con problemas de formación, con rencores y cosas no resueltas. Es de las peores consecuencias que nos dejó aquel período.
A la salida de la dictadura, el país lo que hizo fue volver al pasado, cuando tenía algo mucho más importante que hacer; no solo recuperar todo lo que se había perdido, sino sentar nuevas bases.
-¿Considera que todo lo hecho en materia educativa en el retorno a la democracia está mal?
-Hay algunas cosas que están cambiando para bien, en las generaciones que se están formando ahora y que serán las que conducirán el país dentro de veinte años, a pesar de la crisis de la educación. ¿De qué hablo? Por ejemplo, la formación en administración de empresas, impulsada por las universidades privadas porque la pública siempre pensó que eso de administrar no era importante. Las licenciaturas en administración de empresas le darán a un sector de la población, una conducción más profesional, una generación que aún no ha llegado a los puestos gerenciales más altos pero cuando llegue, le cambiará la cabeza a las empresas en el futuro.
-¿Porqué no funciona la educación?
-Estamos en un problema serio, pasan las administraciones y nadie la hace andar. Yo ni siquiera pido que la educación ingrese al siglo XXI, sino que funcione, que se cumpla con los horarios, con los programas, que se hagan los informes, que se inspeccione todo aquello que tiene que ver con que la cosa marche. Y parece que nadie puede lograrlo, cuesta creerlo.
Hay que empezar porque las clases comiencen en hora, tengan clases todos los días y se cumplan los programas. Hablar de la educación del futuro si ni siquiera cumplimos lo básico, es muy difícil.
Cambio radical
-¿Por dónde hay que empezar?
-Para mí la solución es muy simple: hay que implantar un sistema de calidad, hay que tomárselo en serio. En el mundo actual no se concibe que una organización no esté regida por normas de calidad, me refiero a las ISO 9000 u otras similares. Se contrata una consultora y se va para adelante. Eso no es imposible, Colombia lo está haciendo, el Ministerio de Educación de Colombia está certificado con ISO 9000. El BID acaba de recomendar a Uruguay que aplique un plan de calidad para la policía. Es la forma de hacer caminar una organización. Hay que implantarlo, con todo lo que eso significa: evaluación, perfiles de cargos, auditorías, cumplimiento de planes, porque eso es poner en marcha una organización.
-¿Se puede aplicar un sistema de normas de calidad como el que usted menciona en la educación pública?
-Que no se tome como una locura. Si uno mira el plan original de educación de José Pedro Varela con detenimiento, estoy seguro que se podría certificar ISO 9000. El plan original de Varela cumple con todo y por eso la educación primaria en Uruguay fue excelente. Existían los informes, las auditorías, las inspecciones, un perfil para cada cargo. Eso permitió, mientras se cumplió, una muy buena educación. Hoy estamos lejos de eso. Nos encargamos de ir desmantelándolo, alivianándolo, relativizando todo, restándole importancia y eso deterioró la gestión.
Acá cuestionamos todo. Yo quisiera saber cuántos de los que protestan, por ejemplo, contra las pruebas PISA observaron alguna vez qué son. Es la prueba más inocente del mundo, de lenguaje, aritmética, geografía, historia, una prueba para comprobar el estado de la juventud a los quince años. Se piensa que hay una conspiración detrás, es de locos. Está muy bien hecha, pero los que ven cucos allí son los que trancan. Lo que pasa es que tienen mucho miedo, porque lograr esas metas, aunque parezcan sencillas, para nuestro actual nivel es difícil. Deberíamos tener pruebas nacionales de ese tenor, ayudarían a medirnos mejor.
-El acceso a la educación terciaria a partir del déficit en secundaria, se torna más difícil…
-En la educación terciaria hay dificultades también. Pero destaco algunas cosas. Por ejemplo, en la Facultad de Ingeniería hace años que se viene haciendo un símil de lo que sería una prueba de ingreso, para saber cómo llegan los estudiantes y después los siguen en su formación. Y de acuerdo con los resultados, es clarísimo que los que llegan lejos y terminan la carrera son los que tuvieron buenos resultados en aquella prueba. Si hubiera sido de ingreso, habrían seguido los que estaban en mejores condiciones para seguir adelante. Eso nos demuestra que hay gente que no puede completar una carrera de cinco o seis años y hay que buscar la alternativa de carreras cortas, como lo hizo Ingeniería. Hoy trabaja con UTU y hay buenos resultados. Uruguay tiene que aceptar de una buena vez que las carreras universitarias tienen un grado más, que es la carrera corta. Eso pasa en todo el mundo y acá creemos que somos una lumbrera.
El Plan Ceibal
-Tenemos un serio problema con la calificación de los trabajadores, producto de ese déficit educativo…
-Pensando en la alta demanda del sector servicios, los recursos humanos son la materia prima principal. Hay recursos que faltan y otros que fallan, porque en la medida que la enseñanza secundaria es mala, no podemos pedirle a la enseñanza universitaria que tenga notables resultados. Y es mala porque, entre otras cosas, los alumnos no se interesan, se aburren. Lo que se les está enseñando es del siglo pasado.
El único gran aporte en los últimos años a nivel educativo, es el Plan Ceibal. Una computadora a cada niño que lo pone en el mundo actual. El abismo es cada vez más grande, lo que le hacen estudiar y lo que él puede encontrar en internet no tiene punto de comparación.
-¿El impacto ya se debería ver?
-Este es un año de prueba PISA, más o menos la mitad de los muchachos que darán esa prueba pasaron por el Plan Ceibal. Pero no busquemos señales allí. El plan Ceibal no actúa sobre la formación tradicional, está incluyendo a los chicos en el mundo actual. El cambio comenzará a verse cuando lleguen al mundo del trabajo. En la actualidad, prácticamente, todos los puestos de trabajo salvo muy escasas excepciones, requieren de un conocimiento a nivel digital. Yo me imagino cuánta gente trabajará en el mundo del audiovisual, cuando a esos chiquilines a los que les entregaron con seis o siete años una máquina que tenía posibilidad de sacar fotografía o videos, y lo hicieron. Experimentaron, se animaron. Eso lo está preparando el Plan Ceibal, pero va en paralelo con la educación formal, la que no avanza. La que se convierte en una pérdida de tiempo y un despilfarro de recursos, porque no le metemos mano.
-El presidente Mujica utiliza conceptos similares acerca del desarrollo de los sectores tecnológicos, apuesta a la UTU…
-Yo creo que Mujica está pensando en el viejo operario de UTU, el mecánico tornero. Y lo que hay que pensar es en especialistas en gastronomía, modas, sonidista, camarógrafo, esas son las profesiones. Me pueden decir que Botnia necesitó soldadores y hubo que buscarlos afuera. Y eso está bien, son trabajos temporarios, no permanentes, lo otro sí. Nos aferramos a viejos conceptos y no queremos cambiar.
-El Uruguay tecnológico, ¿dónde está?
-Está creciendo en varios sectores a impulso propio. A la industria del software no la ayudan, muchas veces las licitaciones son solo para los de afuera, siendo que lo que se licita se puede hacer acá. Pero por otro lado, por suerte no la tocan, no le meten mano. Por eso los emprendedores crecen. Cuando el Estado se mete con las cosas tecnológicas es para mal.
Está el caso del Laboratorio Santa Elena, que erradicó la aftosa con su vacuna; después la obligaron a eliminar todas las cepas de virus porque si no el país no podía ser declarado libre de aftosa. Era una imposición de afuera que no se supo o no se quiso negociar. Después vino la aftosa de nuevo y no teníamos la vacuna.
La clase política
-Usted ha sido particularmente crítico de la clase política, ¿también allí entiende que hay problemas de formación?
-No hay carrera de político en Uruguay. Se forman porque empiezan de abajo, juntan votos y siguen un camino de caudillo, algo del siglo XIX, o porque vienen de otros lugares relevantes, como el fútbol, o doctores y similares que se incorporan al aparato.
No hay una escuela para políticos y debería haberla. Un poco de Derecho, de Economía, de Relaciones Públicas, una carrera mixta que deberíamos tener.
-Una mayor formación mejoraría el debate…
-Claro. Hoy, el debate más que pobre, es ausente. En general, lo que se hace por parte de los políticos es descalificarse, una colección de insultos cruzados. Pero eso no es todo, el resultado de las leyes es malo, muchas están mal escritas, no se sabe lo que quieren decir. Destinan más tiempo a la nota en televisión o al twitter. Hay poco contenido y muchos insultos.
-La mediatización, ¿es algo global?
-Puede ser, pero en el Parlamento inglés, por ejemplo, los discursos duran tres minutos. Una persona se para, dice lo que tiene para decir y se sienta. Y acá hablan media hora, una larga introducción para luego decir, habitualmente mal, lo que querían comunicar.
-Recuerdo una columna suya a propósito de la utilización del twitter por parte de los políticos…
-Dije que en 140 caracteres se podían decir cosas muy importantes y la historia recogía pensamientos célebres que cabían en ese espacio. Pero también caben todos los insultos que se puedan ocurrir. No está en la cantidad de caracteres que uno utilice, sino para decir qué. Uno de los argumentos más repetidos sostiene que en un mensaje de 140 caracteres no se puede decir nada de interés, nada de valor conceptual, que solamente sirve para decir tonterías sin contenido, ocurrencias del momento o frivolidades. Creo que esto no es así y tal vez este rechazo sea algo de envidia con quienes sí pueden decir algo con 140 caracteres.
El capitalismo entrará en crisis en la segunda mitad de este siglo
-¿Dónde arranca ese país que usted cuestiona, en la década de los sesenta, como dijo antes?
-Más temprano, cuando en los cincuenta no reformamos nuestro aparato agropecuario. Época en la cual, además, dejamos que Inglaterra nos pagara su deuda de guerra con una empresa de ferrocarriles vieja, una compañía de aguas vieja, una empresa de tranvías igual, qué sé yo… y el resto del dinero lo invertimos en crear una brutal burocracia clientelística e ineficiente que fue el comienzo del desastre.
-Usted me habló antes de normas de calidad, pero en un país donde tenemos mucho pudor en hablar de excelencia, de calidad…
-Acá cuesta hablar de éxito y mucho más aceptar que estamos en una economía capitalista. Hay que seguir, bien o mal, esas reglas. Uno puede decir que ese capitalismo se tira hacia el lado salvaje, hacia el Estado de bienestar o a mitad de camino, pero hay que aceptarlo, es así y no se puede cambiar en el corto plazo. Por tanto, seamos prácticos, aprovechémoslo y usemos bien las reglas de juego, en lugar de vivir quejándonos.
-En un ensayo suyo, "Acelerando la historia", usted dice que el "súper evento" de este siglo es el fin del hombre tecnológico y del capitalismo.
-Acá ni siquiera creamos ese hombre tecnológico. Pero el mundo lo va a matar en algún momento. El tema es que la economía capitalista crece en promedio al 3% y la población crece en el entorno del 1,5%. O sea, crece más la economía que la población; en otras palabras, es inexorable que se expanda por todo el planeta. China, Rusia y Vietnam fueron una señal: creyeron que estaban creando una sociedad socialista y en realidad estaban desarrollando el capitalismo, como se ve hoy. Llegará el momento en que el capitalismo estará en todo el planeta y en ese momento, que yo ubico -a partir de un modelo matemático- en la segunda mitad de este siglo, entrará en crisis. Porque necesita expandirse, tiene que seguir creciendo, ¿y cómo lo va hacer si toda la población del planeta se mueve en un régimen capitalista y llega a un determinado nivel de confort? Allí la economía capitalista dejará de crecer, el capitalismo camina a toda velocidad a un punto donde se estrellará contra la pared. Ya lo decían los pensadores socialistas del Siglo XIX. Después, llegará el momento de hacer una sociedad nueva, distinta.
La producción de alimentos no debería ser el foco futuro de Uruguay
-¿Cuál es el lugar de Uruguay en ese contexto global y competitivo que usted describe?
-Tenemos que tratar de colocarnos en la economía en que vivimos. El sector más activo es el sector terciario. En la economía de Estados Unidos, viene reduciéndose drásticamente el sector industrial y el sector agropecuario cada vez representa menos en el producto. En cambio, crecen muy fuerte los servicios, incluyendo una cantidad de cosas nuevas. Por ejemplo, todo aquello que tiene que ver con la información: la informática, la electrónica y las telecomunicaciones.
Cuando nos quejamos de que la industria textil cae, tenemos que aceptar que el que fabrica es China, no solo la ropa y los zapatos, sino los autos y también las computadoras que antes eran de Estados Unidos. No tenemos que asombrarnos, debemos asumirlo como parte del proceso y los que pierdan, tendrán que reinventarse. La desaparición de nuestra industria textil no se debe a un gobierno neoliberal, sino a la lógica actual del capitalismo y no se puede ir en contra.
-¿Dónde hay que poner los énfasis?
-Por ejemplo, en el turismo. Hoy produce más dinero que la soja y la celulosa juntas. Deja mucho dinero, pero no hacemos nada por ello, tenemos que construir más campos de golf. No es algo masivo, pero suma. Lo mismo la caza de jabalíes. Hay un enorme potencial allí.
Hay que construir sitios históricos. Si uno va a Verona, puede visitar la tumba de Romeo y Julieta, dos personajes de un cuento italiano muy famoso. Pero nunca existieron; esa es la mejor demostración de que el turismo se construye. También consultorías, asesoramiento, software, logística, industrias culturales, biotecnología, sectores donde Uruguay crece. Ahí hay que poner el foco y no en la producción de alimentos.
-Pero la economía uruguaya está basada en la producción de alimentos…
-Un país compra alimentos porque momentáneamente no puede alimentar a su gente. La historia marca varios ejemplos de esto, les pasó a los ingleses, pero ya no ocurre. Lo mismo pasará con China. Hay que aprovecharlo mientras dure, pero hay que invertir en los sectores que serán el futuro. Nos está cegando el éxito que tienen esos productos ahora, pero no solo estamos -en algunos casos- depredando el suelo, sino que eso se va a terminar. Cuando China logre parar la locura de la industrialización y decida mejorar su producción, se acabó. Nada será igual.