JULIO PREVE FOLLE
En momentos en los que las crisis hacen creer a algunos que las soluciones pueden venir de más intervencionismo, cabe recordar una frase de Von Mises cuando afirmaba: "Un Estado no hace rico a un país pero sí puede empobrecerlo". La referencia me vino inmediatamente a la cabeza cuando la semana que pasó se difundieron dos noticias trascendentes: la primera refiere a un trabajo realizado por la consultora PwC, que da cuenta del crecimiento en los ingresos por departamento, y especialmente de una significativa reducción de la brecha entre los generados en los departamentos del interior, respecto de los de Montevideo. La segunda noticia es el anuncio del MGAP del comienzo de la aplicación de sus planes de suelos, una iniciativa cesarista, que supone que habrá que pedir permiso para plantar, a lo que el MGAP responderá en base solo al cuidado del suelo, convirtiendo este asunto en un valor excluyente, lo que es absurdo para cualquier análisis que supere el modesto plano edafológico. La medida se empezará a aplicar solo a los agricultores medianos y grandes, lo que la hace más ilegal y profundiza su injusticia. En efecto, el MGAP deja fuera de su máximo objetivo, el cuidado del suelo, a los productores chicos. Y solo limita la libertad de plantar, una creación totalmente uruguaya, a los que siembren más de 100 hectáreas.
INJUSTICIA Y ABUSO. He señalado la injusticia extraordinaria, a la par que la más flagrante intervención en la vida privada que supone que el gobierno, basado en criterios dudosos de conservación de suelos, ostente la facultad de veto a lo que la gente quiera hacer en su campo. No puedo comprender además, por qué el gobierno emprende el camino policíaco, cuando podría elegir el de la persuasión, para intentar convencer a gente racional que en principio desea cuidar su tierra; y que si en alguna ocasión decide correr el riesgo de un eventual deterioro, lo que el gobierno debería hacer es ayudar a ese productor a medir su riesgo, evaluarlo, cotejándolo con eventuales beneficios, agropecuarios o no, que quisiera lograr como dueño legítimo. Tampoco me imagino cómo el MGAP va a poder controlar a miles de agricultores, a menos que -otra vez- se elija solo a algunos en base a criterios que no se han divulgado.
Y definitivamente no entiendo el silencio de la Asociación Rural del Uruguay, institución nacida precisamente en defensa del derecho de propiedad, que aparece como acomplejada frente a este discurso de la izquierda oficial, tan equivocado como los demás.
DAÑOS COLATERALES. Pero hay otro hecho más sobre el que muchas veces advertía y que ahora PwC ha cuantificado. Me refiero al efecto "derrame" que la agricultura ha generado en el interior, siendo responsable, en especial en los departamentos más agrícolas, de un cambio en el nivel de ingresos derivado de la transformación que la agricultura ha realizado en todo el paisaje productivo. La política que se intenta poner en práctica supone congelar una situación que hoy favorece más a los departamentos tradicionalmente agrícolas, comprometiendo así el esbozo de desarrollo que de la mano de estas alternativas empezaba a advertirse en departamentos sin tradición en ese sentido. Así por ejemplo, se ha podido ver trigo y soja en Rivera o Cerro Largo e incluso hasta en Treinta y Tres, entre otras apreciaciones sorprendentes. No desconozco las dificultades que puede generar el abuso de la agricultura en muchos de los suelos dominantes en esos departamentos, como lo saben perfectamente sus dueños y arrendatarios. Ahora bien, ¿qué es más importante, cuidar el suelo o atender al ingreso de la gente? Creo yo que sin extremismos -la política oficial lo es- no se puede eliminar todo intento de crecimiento de la gente de esos departamentos para cuidar por ellos sus suelos. Es preferible promover técnicas que atenúen, que moderen eventuales daños, siempre persuadiendo y no obligando, que hacer de la estabilidad del suelo un fin en sí mismo, divorciado de la suerte de los que de él viven. Esto no puede ser.
Entronizar el cuidado del suelo como fin último de la actividad empresarial va a llevar a situaciones que por lo insólitas no se van a poder cumplir en justicia. Por ejemplo, sigo demandando que se analice el monocultivo de caña de azúcar, con quema de rastrojo incluida. Mientras eso no ocurra, mientras se quiera hacer creer que el tema es solo de suelos cuando no lo es, toda la política seguirá acumulando descrédito. O acaso alguien va a creer que el cuidado del suelo es peor en los grandes que en los chicos. La experiencia hasta hoy marca precisamente lo contrario: que los desastres más grandes de suelos están en Canelones y Maldonado, en varios lugares en los que el minifundio obligó a la sobreexplotación del suelo. En realidad estamos frente a un ataque no a cualquier agricultura, sino a la que es menos afín con la visión oficial: caña sí, soja no; medianos y grandes no, chicos sí; sorgo sí, soja no, todas antinomias en las que la preocupación por el suelo se desdibuja.
CLEMENCEAU. Por si fuera poco el MGAP "habilita" en base a un poder que nadie le dio, a los profesionales que, previa inscripción, pueden realizar los famosos planes de suelos. Lo que por ley hasta ahora no se ha podido, es decir la colegiación de las carreras que es otra expresión de corporativismo, ahora el MGAP lo hace. Por otra parte, hoy están llegando según parece planes para trigos del año que viene, cuando a lo mejor, entre hoy y ese momento, las circunstancias económicas cambian tres veces y con ellas las alternativas de uso del suelo. Y no me refiero solo a cambios en precios de los granos sino a mil circunstancias, agropecuarias o no, que influyen en las decisiones de un empresario, aun si eligiera correr el riesgo de plantar algún cultivo fuera de la opinión del MGAP, para pagar un posgrado de un hijo, un tratamiento oncológico, o una casa en el pueblo.
El trabajo de PwC, a la luz de la política del MGAP, me hace acordar la frase de Von Mises. Es un caso claro de intervención oficial cesarista, que tendrá entre sus efectos evitar a varias localidades del interior, la posibilidad de mejorar sus ingresos desde el derrame de la agricultura, como ocurre en varios departamentos y en realidad todo el mundo lo sabe. Cerrar esta chance es apostar a que Treinta y Tres, Rivera y otros, solo puedan crecer por ahora en sus ingresos a partir básicamente de dádivas gubernamentales como señala el trabajo.
Decía Clemenceau: "la guerra es un asunto demasiado serio para dejarla en manos de los militares". Yo agrego: el cuidado del suelo es un asunto demasiado serio para dejarlo en manos de expertos en edafología.