Qué hacemos con el Mercosur

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HERNÁN BONILLA | COLUMNISTA INVITADO La creación del Mercosur fue apoyada por todos los partidos políticos uruguayos, aprobada casi por unanimidad en el Parlamento y generó mucha expectativa en la población. Sin embargo, 21 años después la historia muestra que no solamente no hemos logrado avanzar en el camino adecuado, sino que hemos tomado otra ruta ya no solo inconducente, sino directamente contraproducente para los intereses de Uruguay.

No se ha avanzado en lo institucional, no se cumple el artículo primero del Tratado de Asunción que habla de la libre circulación de bienes, servicios y factores productivos, los organismos internos no funcionan, se quiere meter a Venezuela a prepo pisoteando al Parlamento de Paraguay y, por si fuera poco, desde diciembre del año pasado ni siquiera existe un arancel externo común, elemento que define a una unión aduanera que se supone es lo que era el Mercosur. Y en lo que se avanzó, aunque afortunadamente poco, es en el plano político, a través de un Parlamento eminentemente contrario al interés nacional. Es hora entonces de replantearse nuestra estrategia de inserción internacional.

LA TRAMPA. Sin dudas, las intenciones de los "padres fundadores" del Mercosur distan mucho de su realidad actual. Del acuerdo pensado para crear una unión aduanera, con una zona de libre comercio entre los cuatro fundadores a la que después se asociaron Chile y Bolivia, pasamos a un bloque en el que las exportaciones de un país a otro son inciertas, las barreras paraarancelarias pululan, cuando no directamente decisiones administrativas violatorias del Tratado de Asunción. Del "regionalismo abierto" en el que el acuerdo sirviera como plataforma de inserción internacional conjunta para los países miembros, pasamos a un bloque que se cierra en sí mismo, aplica medidas proteccionistas y no logró un solo acuerdo de importancia con otros bloques en el mundo.

Una de las lecciones -por cierto no la única- que dejó la crisis de 2002 es que es un error concentrar nuestro comercio exterior en el Mercosur. Desde 2005, hemos retomado una tendencia similar alcanzando nuestras exportaciones al bloque ya más de un 30%, como muestra el gráfico.

Una de las vulnerabilidades de nuestro país era y es que hay varios rubros, en general aquellos con mayor valor agregado, que solo encuentran colocación en los países vecinos. Antes de 2002 debido a que las políticas comercial y cambiaria llevaban inexorablemente a que los únicos países con los que no perdíamos competitividad eran Brasil (hasta 1999) y Argentina (hasta 2001). Hoy, nuevamente, nuestro país pierde competitividad por la política cambiaria pero también porque no hemos avanzado en los fundamentos de la competitividad.

Muchas veces se centra la mentada discusión de la falta de competitividad en el tipo de cambio. Naturalmente, es cierto que influye, pero hay muchos otros elementos que no suelen tomarse en cuenta. Influye mucho más en la incapacidad de salir de la región para muchas empresas la elevada carga impositiva, las sobretarifas de las empresas públicas, nuestro esclerosado e hiperregulado mercado laboral, la falta de recursos humanos calificados en áreas claves, la pésima infraestructura en transporte y comunicaciones (verbigracia, carreteras en malas condiciones e internet lenta y cara) o la pesada burocracia con que deben lidiar. Se puede argumentar que la mejora de las empresas públicas o la disminución del costo del Estado son metas complejas de alcanzar en Uruguay (lo que de todas formas no debería llevarnos a bajar los brazos y aceptar mansamente el triunfo de las corporaciones sindicales) pero hay otras áreas en que podríamos avanzar más rápido. Por ejemplo, según el informe Doing Business 2012 del Banco Mundial los documentos necesarios para exportar en Uruguay son 9 mientras que el promedio de América Latina y el Caribe (que no es la región más amigable al inversor) es 6. No creo que nadie esté en contra de mejorar en estos temas.

NUEVO PROTECCIONISMO. Es probable que la desilusión con el Mercosur arranque por 1999, cuando el clima interno comenzó a deteriorarse. Las negociaciones con otros bloques, como la Unión Europea no avanzaron un ápice, mientras Chile logró un acuerdo de libre comercio. La evidencia demuestra que uno de los fundamentos para integrar el Mercosur, que era la necesidad de integrar un bloque comercial para negociar con otros, no tiene fundamento. El Mercosur duerme la siesta de los justos en un mundo donde nadie regala nada mientras Chile ha logrado decenas de tratados que le permiten una diversificación envidiable de su comercio exterior. Y más que eso, atraer inversiones nacionales y extranjeras gracias a su capacidad para vender en el mundo. Evitando las falacias populistas del proteccionismo, Chile ha logrado una senda de crecimiento sostenido que le permite combatir la pobreza y acercarse al primer mundo. Tenemos mucho que aprender, especialmente de ProChile, sobre cómo poner a funcionar a la Cancillería al servicio de nuestra inserción internacional.

Argentina y Brasil, en cambio, han decidido reincidir en las políticas proteccionistas de mediados del siglo XX que los llevaron al declive económico. La estrategia de Brasil es más sofisticada que la Argentina, y hay áreas, como la política monetaria en que mantiene una conducta ortodoxa. Pero es claro que decidió sortear la incertidumbre de la economía mundial recurriendo al mercado interno, lo que inexorablemente hará caer su tasa de crecimiento de largo plazo.

Argentina, por su parte, repite en forma más tosca y precipitada el camino del control de cambios y del comercio exterior que caracterizó la época de la sustitución de importaciones que lo llevó de ser una las primeras economías del mundo a un país subdesarrollado. Los aumentos específicos al arancel externo común, los permisos para importar ante la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), el llamado "corralito del dólar" y, en definitiva, la creciente discrecionalidad política sobre la vida o muerte de las empresas que socava el Estado de Derecho no auguran nada bueno.

QUÉ HACER. El panorama, como vemos, es complejo. El Mercosur no funciona ni va a funcionar en el futuro cercano. Prestigiosos economistas han propuesto que Uruguay cambie de categoría y pase de miembro pleno a asociado del Mercosur. En teoría es lo mejor pero en la práctica es muy difícil de concretar. Mal o bien hay muchas empresas que, pese a las dificultades, dependen de los mercados vecinos y un cambio de esa naturaleza traería aparejado pérdidas comerciales directas e, inevitablemente, represalias de otro tipo.

En consecuencia, el camino razonable para nuestro país entre el ideal paradigma chileno y la exasperante espera de "más y mejor Mercosur" es ser esencialmente pragmáticos. Debemos seguir dentro del bloque, pero también comenzar una búsqueda activa por nuestra cuenta de tratados comerciales con otras zonas y países. Uruguay ha tenido una paciencia extraordinaria reclamando el cumplimiento del Tratado de Asunción cientos de veces sin éxito, mientras nuestros vecinos lo violaban permanentemente. Si avanzamos por nuestra cuenta, Argentina y Brasil van a protestar pero sin ningún derecho, como han argumentado expertos como Roberto Porzecanski o Carlos Pérez del Castillo.

Seguramente, el principal problema que tiene nuestra política de inserción internacional hoy es que no tenemos ninguna. Ya hemos perdido demasiado tiempo, es hora de actuar en forma profesional y pragmática, poniendo a trabajar a nuestra Cancillería en este tema de una vez y dejando de lado prejuicios ideológicos anacrónicos. Los acuerdos de libre comercio llevan tiempo y requieren de mucho trabajo, por lo que los resultados pueden demorar años. Sería trágico esperar a que pase la bonanza para empezar a hacer lo que hace tiempo sabemos que tenemos que hacer.

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