Si no se toman medidas drásticas cuanto antes, el elefante africano podría desaparecer del estado salvaje en una o dos décadas, aseguraron este lunes los expertos reunidos en Botsuana para intentar salvar a este animal.
Si no se toman medidas drásticas cuanto antes, el elefante africano podría desaparecer del estado salvaje en una o dos décadas, aseguraron este lunes los expertos reunidos en Botsuana para intentar salvar a este animal.
"Dentro de cinco años, quizá sea demasiado tarde para salvar a este magnífico animal", declaró Dune Ives, investigadora de la fundación Vulcan, ante los delegados de una veintena de ONG y de gobiernos.
"Esta especie corre el riesgo de extinguirse en el transcurso de nuestras vidas si la tendencia no se invierte. (...) Dentro de una o dos décadas", explicó Ives, al presentar los resultados de los últimos censos de elefantes.
El recuento de elefantes en un continente tan grande como África no es una ciencia exacta, pero, según las cifras utilizadas en la conferencia de Kasane, en 2013 quedaban unos 470.000 ejemplares en estado salvaje, frente a los 550.000 de 2006.
Con un ritmo de entre 25.000 y 30.000 elefantes abatidos cada año, la mortalidad supera ahora la tasa de natalidad del animal, que tan solo pare una cría a la vez, tras 21 meses de gestación. Dicho de otra forma, si persiste esta tendencia, el elefante africano está condenado a muerte.
Pero no parece que la situación vaya a cambiar a corto plazo. Los responsables de un parque natural en República Democrática del Congo (RDC) denunciaron este lunes que más de 30 elefantes han sido abatidos en las dos últimas semanas en la reserva, ubicada cerca de la frontera con Sudán del Sur. El daño ya queda patente en África Oriental, sobre todo en Kenia y en Tanzania.
Los mapas de las "rutas del marfil", elaborados por la asociación TRAFFIC -- que investiga las exportaciones ilegales de especies amenazadas --, muestran claramente que la mayor parte del tráfico de esta materia transita por los puertos kenianos y tanzanos.
"El oro blanco" también pasa por Malasia, Vietnam, Filipinas o Hong Kong, antes de llegar a su destino, que suele ser China o Tailandia.
Allí, los colmillos de los elefantes abatidos se convierten en joyas, objetos de arte o esculturas, muy apreciadas por los ricos de Asia.
Para producir unas 250.000 pulseras de marfil se necesitan más de 11 toneladas de marfil, esto es, 110 elefantes, explicó Tom Milliken, representante de TRAFFIC en la conferencia.
Lucha contra la corrupción.
"El objetivo de esta conferencia es conseguir compromisos al nivel político más alto para proteger eficazmente a los elefantes y reducir de forma significativa el ritmo de la masacre", declaró en la apertura de la conferencia Elias Magosi, representante del ministerio botsuano de medioambiente.
La caza furtiva del elefante, recordó, es obra de organizaciones criminales muy organizadas, "que sacan provecho de los conflictos, los conflictos sociales y la mala gobernanza" para prosperar.
En 2014, los Estados africanos se comprometieron a aplicar 14 medidas "urgentes", entre las cuales, la clasificación de la caza furtiva como "crimen grave" y la puesta en marcha de mecanismos internacionales de lucha contra el tráfico.
Los delegados se reunieron este lunes para hacer balance de estas medidas, y prometer, entre otras cosas, una mayor lucha contra la corrupción.
Según un estudio presentado por la CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres), existe una correlación entre el nivel de corrupción de un país y el nivel de caza furtiva.
biodiversidadAFP