F.L.
Guani no se fabricó alas, sino que echó mano de un paramotor, elemento sin el cual su proyecto no se hubiese concretado, artefacto que es una adaptación del parapente.
Para volar los parapentes necesitan una velocidad de viento que supere los 20 kilómetros por hora dependiendo del tipo de vela, esta velocidad se consigue gracias al viento o al impulso que se genera al correr por una pendiente.
En el paramotor esa velocidad se genera gracias al empuje que proporciona el motor que llevan a la espalda su tripulante y en el momento que se supera la velocidad necesaria la vela despega. Mientras que en el parapente se requiere de cierta altura para poder volar, con el paramotor se puede despegar prácticamente desde cualquier lugar llano.
Guani descubrió el aparato gracias a un amigo que le hizo volar por primera vez. "A los tres minutos de estar arriba tomé una foto de un avestruz con el pico abierto y rodeado de sus crías, y en ese mismo instante le pedí a mi amigo que parase. Él pensó que era porque tenía miedo a la altura. Pero no, era porque ya mismo quería bajar y comprarme un paramotor", contó.
Guani relata que cuando llegaba a algunas localidades del interior, y comentaba que iba a tomar fotos desde el aire, muchos le preguntaban en dónde estaba el avión. Inclusive un paisano cortó el pasto de la estancia para que el pueda despegar y aterrizar sin problemas.