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Juan Paullier

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Tuvimos candidatos sin inspiración e, incluso, alguno incapaz de zurcir un argumento sin ojear un papel.
En lugar de denostar a la nueva derecha populista y a sus votantes, se harían un favor a sí mismos si dejaran de dar lecciones de moral.
La pasión desenfrenada por el Estado y el desprecio al lucro seguirán ahí. Las señales no son auspiciosas.
El vínculo con Bielsa estaba destinado al fracaso porque él es un robot y el homo uruguayensis tira mates y garrafas desde las tribunas.
La irracionalidad del votante no es un mito. Elegir bajo la influencia de convicciones erróneas, azuzadas por la irresponsabilidad , resulta pernicioso para todos.
En la desigual lucha entre el Estado y los monstruos de Silicon Valley, el mamotreto estatal tiene las de perder.
El público anhela líderes firmes que puedan tomar decisiones. Qué esperar de un jefe indeciso.
Para adivinar que Alberto Fernández iba a fracasar no hacía falta escucharlo, bastaba mirarlo.
La derecha se podrá regodear con el declive moral de la izquierda, pero sin una voz más fuerte de una izquierda decente, pierden todos.