El cáncer de próstata es el más frecuente en el hombre y el segundo que causa más muertes en Uruguay luego del cáncer de pulmón. Pero al mismo tiempo es un cáncer que tratado a tiempo se cura.
“Cuando está limitado a la próstata, nuestra meta es curar al paciente, pero siempre respetamos el cáncer y lo vigilamos porque tiene la capacidad de salir de la próstata o de volver. Eso nos lleva a hacer una vigilancia a largo plazo”, señaló a El País el doctor Jack Andrews, oncólogo y urólogo de la Clínica Mayo de Phoenix, Arizona.
El profesional trabaja con un amplio grupo multidisciplinario de especialistas que está concentrado en el desarrollo de una serie de tratamientos que vienen siendo muy efectivos para atacar el cáncer de próstata.
Opciones
Un tratamiento común para el cáncer de próstata, cuando está localizado en esta glándula, es la exéresis quirúrgica (extirpación del tumor). Tradicionalmente se realizaba a cielo abierto, es decir, se hacía una incisión grande y se sacaba la próstata.
Lo que se propone actualmente es la prostatectomía radical robótica con preservación de los nervios.
“Es una cirugía laparoscópica en la que se le hacen cinco o seis pequeños orificios al paciente por donde se ingresan los instrumentos de robótica que controla un cirujano y una cámara para ver con gran ampliación el interior de la persona. Entonces podemos completar la cirugía sin tener que poner nuestras manos dentro del paciente”, explicó Andrews.
Esta modalidad permite una recuperación mucho más rápida.
“El paciente se va el mismo día o al día siguiente del procedimiento y se pierde mucho menos sangre. Además, nos permite hacer un trabajo mucho más detallado y eficiente porque le salvamos la vida a los nervios y también al cuello de la vejiga. Y tenemos mejores resultados con la erección y el funcionamiento urinario”, destacó.
La prostatectomía robótica es un procedimiento curativo para etapas tempranas, cuando el cáncer está limitado a la próstata.
“Si salió de la próstata, ya tenemos que pensar en combinaciones con otros tratamientos”, aclaró.
Otra opción para la enfermedad localizada es la radioterapia de haz externo y también de haz de protones. El avance de la técnica ha permitido que en los últimos años se reduciera la cantidad de tiempo de aplicación, pasando de cuatro o seis semanas a una o dos semanas.
Para los hombres que tienen menor riesgo lo que se ofrece es la terapia localizada. “Nos concentramos en un lugar específico y de esa manera se minimizan los efectos colaterales a largo plazo”, detalló el médico.
Finalmente, para pacientes con bajo riesgo o muy bajo riesgo de que la enfermedad avance, está la opción de la vigilancia activa.
“Observamos al paciente, lo vamos controlando sin tratarlo y retardamos el tratamiento lo más posible para ahorrarle los efectos secundarios. En algunos casos podemos esperar cinco, 10 años o indefinidamente”, comentó Andrews en diálogo con El País.
En este último caso se ha observado que algunos cánceres de próstata terminan por no incidir en la expectativa de vida del paciente.
“Queremos equilibrar y hacer lo mejor posible desde el punto de vista del cáncer siendo lo agresivo que tengamos que ser, pero también manteniendo la calidad de vida de la persona”, señaló el oncólogo.
La radiación y la cirugía se consideran como opciones de tratamiento equivalentes y que se elija una o la otra va a depender de las características del paciente. Por ejemplo, la edad y las comorbilidades inciden en la decisión que toma el médico en diálogo con el afectado.
“Los pacientes más jóvenes tienden a preferir la cirugía y los de más edad van por la radiación. O sea que tiene que ver con la expectativa de vida, aunque no es la regla. Por otro lado, los hombres con mucha comorbilidad cardíaca u otros problemas que aumenten el riesgo de tolerancia a la cirugía, es más probable que opten por la radiación. Los que tienen muchos síntomas urinarios prefieren la cirugía porque los problemas preexistentes se pueden arreglar, mientras que con la radiación se exacerban”, mencionó como ejemplos.
En todo caso lo fundamental es mantener una charla con el especialista para adoptar una decisión en conjunto teniendo presente que no hay reglas rígidas.
Disfunción eréctil y problemas urinarios
Los efectos colaterales varían dependiendo del tratamiento que el paciente elija. En la prostatectomía robótica, por ejemplo, los dos efectos secundarios más importantes son la disfunción eréctil y la incontinencia urinaria.
“Lo primero para hacer es intentar maximizar los resultados lo mejor posible con las técnicas quirúrgicas, y luego implementar rehabilitación para las erecciones y fisioterapia para las pérdidas urinarias”, explicó Andrews.
Un tema que siempre preocupa es si la persona volverá a tener una actividad sexual sana y activa. Según Andrews, todo dependerá de cuál haya sido el tratamiento. “No podemos prometerle a la persona cuál va a ser el desenlace, pero sí podemos tratar de optimizar los resultados para llevar al paciente a un punto en que se sienta contento. Algunos hombres logran tener una vida sexual realmente muy normal”, aseguró.
Prevención
“Desgraciadamente no tenemos ninguna evidencia de calidad que diga que se puede prevenir el cáncer de próstata con una determina dieta o comportamiento”, lamentó Andrews y añadió que el factor de riesgo principal para contraerlo es ser hombre. “Si uno vive lo suficiente es algo que le puede suceder”, dijo.
Agregó que aún cuando a la persona se le diagnostique cáncer de próstata, lo más probable es que termine muriendo por otras razones como pueden ser una cardiopatía o temas de obesidad.
“Lo que yo le digo a los pacientes es que lo primero que pueden hacer con o sin diagnóstico es ponerse el cinturón de seguridad. Eso significa no fumar; tener una vida activa, sana y saludable; mantener un buen peso, y luego hacer una vigilancia como indique su médico”, aconsejó.
Destacó que lo que existe en materia de prevención es el PSA, que es un test de sangre que detecta cosas mucho antes que los exámenes de imágenes. “El momento más oportuno para empezar a hablar con el médico del PSA son los 40 años y sino comenzar a hacerlo entre los 50 y los 55 años. No hay consenso en cuanto a la fecha exacta”, indicó.
Un factor clave a tener presente son los antecedentes familiares. “Si hay antecedentes de cáncer de próstata habría que comenzar la pesquisa a edades más tempranas”, acotó.
En lo que refiere al famoso examen de tacto rectal, Andrews comentó que en la era de la resonancia magnética ha ido reduciendo su utilidad. “Desde el punto de vista del urólogo influyen más los resultados de la resonancia magnética y del PSA juntos”, apuntó.
“La resonancia magnética nos puede decir diferentes cosas. En primer lugar nos puede hablar del tamaño de la próstata y según el nivel de PSA determinar si se requiere de una biopsia. Segundo, nos puede dar señales que se correspondan con una mayor probabilidad de cáncer en esa área y eso nos puede llevar a biopsiar”, explicó el especialista.
Si la resonancia detecta una lesión, se puede realizar una biopsia de fusión de resonancia. “Hacemos una fusión entre la ecografía y la resonancia en tiempo real y apuntamos a esa lesión, además de hacer una biopsia sistemática del resto de la próstata. Eso nos permite aumentar nuestra capacidad de detectar cáncer clínicamente significativo. Si el paciente tiene una biopsia negativa, nos da más confianza de que es realmente negativa”, remarcó.
Una vez que se tiene la biopsia, es fundamental contar con la anatomía patológica. “Hay biomarcadores y pruebas genéticas que también hacemos que ayudan cuando la situación clínica no es cien por ciento clara”, expresó el oncólogo.
Como conclusión, Andrews recomienda hablar de la próstata aunque no guste. “Está bien que el hombre le pregunte a su padre, a su hermano, al resto de los hombres de la familia sobre si hay antecedentes. Y está bien que lo hable con su médico a partir de los 40 años”, aconsejó teniendo presente que hay muy buenos tratamientos para atacar un cáncer que no es tan agresivo como otros.
Lo bueno de ser parte de ensayos clínicos
“Los ensayos clínicos le permiten a los pacientes recibir tecnología imagenológica y tratamientos de avanzada en procesos que son sumamente controlados por Clínica Mayo, los sponsors y la FDA.
Eso garantiza que el proceso sea estandarizado y seguro, además de aumentar las probabilidades de tratarse”, destacó el doctor Jack Andrews sobre las bondades de participar de estos ensayos.
Paralelamente ayudan a que los médicos, cirujanos y científicos puedan comprender mejor la enfermedad y avanzar en conocimiento para los pacientes de las próximas décadas. “Por eso estamos muy agradecidos cuando participan porque aprendemos y les podemos dar un excelente nivel de atención”, subrayó.
Especialista e investigador
El doctor Jack Andrews es oncólogo y urólogo de la Clínica Mayo de Phoenix, Arizona (Estados Unidos).
“En lo que me concentro es en el tratamiento del cáncer de próstata. Mucha de mi especialización es en investigación y ensayos clínicos, especialmente con el diagnóstico de PSMA PET. Estamos viendo nuevas técnicas imagenológicas para el tratamiento y aspectos bioquímicos que tienen que ver con el diagnóstico”, explicó a El País.