Maria Jose Viñals, María Concepción López González/The Conversation
Hoy en día, Florencia no sería lo mismo sin la catedral de Santa María del Fiore, ni Segovia sin su acueducto, ni Granada sin la Alhambra, ni Ciudad de México sin el Museo del Templo Mayor. No solo cambiaría el paisaje de las ciudades, sino su posicionamiento en la mente de la gente.
Y se debe a que estos monumentos no solo garantizan la preservación de la identidad individual y colectiva de cada uno de los lugares en los que se ubican; también son importantes activos económicos para esas localidades. Vamos a ciertos lugares a ver ciertos monumentos.
Por todo ello, gran parte de la sociedad asume la importancia que tiene conservar los bienes patrimoniales. Que los ciudadanos sean conscientes de la necesidad de cuidar y mantener el patrimonio cultural, junto al acceso público y la puesta en valor de muchos monumentos, ha favorecido la actividad turística en su entorno.
Sin embargo, un flujo de visitantes excesivo puede llegar a ocasionar daños a los bienes y también a la comodidad de las personas que los visitan. Es decir, su excesiva popularidad puede convertirse en un riesgo más que añadir a la pérdida o degradación de los propios recursos patrimoniales. Así, para garantizar la conservación de los monumentos y la calidad de la experiencia turística, es imprescindible contar con herramientas que nos permitan planificar y gestionar las visitas.
El caso de Valencia
En la Universitat Politècnica de València (España) estamos llevando a cabo una investigación destinada a la creación de un método que, mediante tecnologías digitales, contribuya a una gestión preventiva de la conservación de los bienes patrimoniales. El proyecto también estudia la planificación y gestión de la capacidad de carga de los edificios históricos y de los entornos urbanos en los que se encuentran.
Para ello, utilizamos como ejemplo de estudio tres edificios significativos de Valencia, catalogados como Bienes de Interés Cultural (BIC): la Catedral, la iglesia de San Juan del Hospital y el Real Colegio Seminario de Corpus Christi. Los tres se encuentran en el centro histórico de la ciudad, una zona de gran tránsito tanto de ciudadanos como de visitantes. La investigación buscaba averiguar cuál era el número máximo de personas que podían albergar estos tres edificios y su entorno.
A la hora de estudiar los edificios, en primer lugar, tuvimos en cuenta la superficie que estaba disponible para la visita. Además, llevamos a cabo un registro de los visitantes que habían accedido a dichos edificios con el objetivo de cotejar los valores de humedad, temperatura y CO₂ asociados. Elegimos estos elementos porque tienen un impacto sobre los materiales constructivos, sobre las obras de arte y también sobre la comodidad que experimentan las personas durante las visitas.
En el caso de los espacios urbanos circundantes, no existían hasta ese momento datos del número de transeúntes que circulaba por las calles. Para recabarlos se instalaron cámaras que no registraban imágenes sino que tan solo realizaban conteos. Ello nos permitió conocer, por primera vez y en tiempo real, el número de personas que transita por estas calles y los días y horas punta. Así supimos cuáles son los momentos en los que la concentración de personas puede resultar incómoda e incluso insegura para los visitantes al relacionarla con las cifras aportadas por el estudio de capacidad de carga de los monumentos.
Prevenir en vez de curar
En estos momentos se está refinando el diseño de un sistema de alarma temprana para avisar a los gestores culturales y turísticos cuando se detecte congestión puntual o saturación tanto en el interior de los monumentos como en los espacios urbanos. Gracias a los datos extraídos de los sensores y de las cámaras se está trabajando en mapas de calor y gráficos predictivos que anuncian cuáles son las posibles situaciones indeseadas. De esta forma, se tiene una visualización inmediata, fácil y evidente de las condiciones ambientales y del número de personas que se contabilizan en cada momento.
Este sistema puede exportarse a edificios patrimoniales y entornos urbanos de cualquier ciudad o área geográfica, desde Roma a Atlanta. Los conocimientos generados pueden aplicarse a la planificación de los entornos urbanos turísticos con un importante número de elementos patrimoniales que tengan una gran afluencia de visitantes.
La masificación de turistas en las ciudades históricas puede abordarse con medidas e instrumentos que faciliten una mejor planificación y gestión de los bienes patrimoniales y sus entornos urbanos. Y en eso, las tecnologías digitales son una herramienta imprescindible.
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