Cada verano, Uruguay recibe en sus puertos barcos inmensos con miles de pasajeros, restaurantes elegantes, piscinas y jacuzzis; en una sola palabra, cruceros. Se trata de una propuesta turística única que, para muchos, aún es un misterio. ¿Qué pasa tras las puertas de un crucero?
De todo. “Es medio de transporte, lugar de alojamiento, centro de diversiones y centro gastronómico”, sostuvo Carlos Pera, que trabaja en Costa Cruceros desde 1994 como agente general de ventas para Uruguay. Ahora, la compañía cuenta con dos naves en Sudamérica: Costa Fascinosa y Costa Favolosa. Cada una tiene 9 piscinas e hidromasajes, 6 restaurantes, 12 bares y espacio para 3.800 pasajeros y 1.100 tripulantes.
Para Pera, una de las ventajas de viajar en crucero es que ofrece experiencias diversas en un solo lugar. “El ambiente lo define el propio huésped. Está aquel que quiere la música a todo trapo, y aquel que prefiere recostarse, mirar el mar y leer un libro”, señaló. De hecho, hay una piscina principal donde reina la fiesta y el ruido, y una piscina de popa, en la parte trasera del barco, ideal para descansar en paz y tranquilidad.
Virginia Castroman fue tripulante durante seis años para Royal Caribbean Cruises Ltd, primero como asistente de mozo y luego como moza. “Los barcos están pensados para que todos puedan aprovechar todo, y eso me encanta”, afirmó. Por ejemplo, la cena está coordinada con el teatro: hay dos turnos de cena y dos de teatro, para que nadie se lo pierda. Su consejo para los pasajeros es: “Más allá de bajar en los puertos, hagan lo máximo posible dentro del barco”.
Cambios en el turismo de ultramar.
El primer crucero de la historia zarpó en 1837. Al principio, era un producto reservado para una élite, indicó Pera, y trajo un dato curioso: “Había una serie que se llamaba El crucero del amor y ahí se veía que casi todos los pasajeros eran multimillonarios”. No obstante, eso “dista muchísimo de la realidad actual”.
Hoy, según Pera, un viaje en crucero a Brasil, de nueve días y ocho noches, puede costar mil dólares por pasajero, y uno de cuatro días y tres noches, alrededor de 300. “Es un producto accesible”, comentó.
Pero, ¿qué cambió? Sencillo: el tamaño de los barcos. Costa, por ejemplo, tenía dos naves –Costa Marina y Costa Allegra– cuya capacidad llegaba a los 800 pasajeros, pero hoy cuenta con barcos que van desde los 3.800 hasta los 8.000 pasajeros. “A mayor tamaño, los costos fijos se licuan y el producto se abarata”, explicó Pera.
La edad promedio de los cruceristas también ha variado con el tiempo. Antes, predominaban los adultos mayores, pero hoy hay excepciones. “Los cruceros de verano, que operan desde noviembre hasta marzo o abril, son un producto ideal para familias y la edad promedio va de los 35 a los 45 años”, expuso el gerente. Sin embargo, en los cruceros transatlánticos que duran 20 días o más, esos números aumentan: “¿Quiénes pueden tener un mes de vacaciones? Generalmente, los jubilados”.
Por su parte, Castroman sostuvo que el tipo de público cambia mucho según la ruta. En la región de Estados Unidos y El Caribe, se respira un aire dinámico y divertido: “A la gente le gusta que le hagas chistes y que le charles”, contó la extripulante. En cambio, en Europa “es otra historia, más formal”. En cuanto a Sudamérica, expresó: “Es más distendido porque nos sentimos más cómodos, es como hablar de par en par”.
Servicios del viaje en crucero.
Para Castroman, la gran virtud de los cruceros es que uno viaja con el hotel: “Todos los días visitás un lugar diferente y el barco lleva la valija”. Su ruta favorita es la de Europa, sobre todo la parte de Grecia.
Pera destacó que todas las comidas están incluidas. “Desayunos, almuerzos, merienda y cena, hamburguesas, panchos y pizzas las 24 horas, y servicio de sándwiches y hamburguesas a la cabina”, señaló. Además, hay menú para vegetarianos, veganos, hiposódicos y diabéticos, lo cual debe aclararse al momento de la reserva.
En cuanto al entretenimiento, enumeró los siguientes servicios: canchas multiusos, piscinas, cine 4D, simulador de fórmula 1, clases de italiano y de cocina, manualidades y equipos de animación para adultos y para chicos. También están los bares, el casino, el freeshop y la discoteca, que funciona para jóvenes hasta la medianoche y después para mayores, hasta las 4 o 5 de la mañana. Otro punto fuerte es el teatro. En Costa Fascinosa y Costa Favolosa, ocupa tres pisos y tiene una capacidad de 1.700 personas. Todos los días hay un show diferente con decenas de artistas en escena y tecnología de última generación.
Aún hay más: “Todos los barcos de Costa tienen una pequeña capilla católica y el capitán está habilitado a realizar casamientos”, expuso Pera. Lo que más se ve son renovación de votos, pero también hay quienes se casan a bordo y hacen una fiesta privada.
Finalmente, Castroman aseguró: “Es una experiencia maravillosa. Lo volvería a hacer 100 veces como tripulante, y como pasajera también”.
El megabarco que llegará a Sudamérica.
Costa Cruceros anunció que en la próxima temporada de verano (2024-2025) vendrá a Sudamérica el Costa Diadema, uno de los gigantes de la compañía. Tiene 350 metros de largo y transporta más de 6.000 personas, entre pasajeros y tripulantes. “Representa un crecimiento de casi un 30% en función de los dos barcos que tenemos este año en Sudamérica”, afirmó Pera. Es, por lo tanto, un gran desafío: “Primero para los puertos, que deben proveer a este tipo de barco de sus necesidades, y luego uno comercial, porque necesita una inyección de 6.000 pasajeros semanales desde noviembre hasta marzo”.
Una familia apasionada por los viajes.
Virginia Castroman conoció a su esposo a bordo de su primer viaje como tripulante. “Amamos viajar y le inculcamos a nuestros hijos que viajen, que la vida es viajar, y eso lo aprendimos arriba del barco”, contó. También aprendió sobre servicios y atención al publico, y hoy da clases en el Instituto Técnico Hotelero del Uruguay (ITHU) y representa al Royal Caribbean para contratar tripulantes (www.workatsea.uy) en Uruguay.