Alejandra Torres/El Tiempo GDA
Uno de los hábitos más frecuentes de miles de personas en el mundo es tomar una siesta después del almuerzo, pues se cree que esta actividad les ayuda a recuperar energía para afrontar el resto del día.
Debido a esto, un grupo de investigadores decidió investigar los beneficios y efectos de este hábito y descubrieron que, los efectos tienen relación con la genética del individuo, ya que, muchas personas corren el riesgo de engordar con estos minutos de sueño.
Un grupo de investigadores de la facultad de Fisiología de la Universidad de Murcia y el Instituto Murciano de Investigación Biomédica, dirigidos por la experta en nutrición Marta Garaulet Aza explicaron que el acto de tomar una siesta luego de almorzar tiende a engordar a las personas; sin embargo, esto depende de la genética de cada persona.
“La siesta es beneficiosa o no dependiendo de la propensión genética que tenga el individuo: si una persona tiene tendencia genética a dormir la siesta, es decir, un score poligénico elevado. La siesta en general es beneficiosa; sin embargo, para aquellos que no tienen una propensión genética, si la duermen tendrán mucho más riesgo de engordar”, detalló Garaulet durante el XX Congreso Nacional de la Sociedad Española de Obesidad.
La especialista en nutrición asegura que durante la investigación analizaron varios pares de hermanos gemelos y mellizos, pudiendo descubrir la “heredabilidad de la siesta”, por lo que, siguen las investigaciones para poder determinar cuáles son los genes que se asocian con la necesidad de dormir después del almuerzo.
Sin embargo, la especialista ha recordado que otros factores como la duración de la siesta también es un factor que influye en ganar peso, pues según Garaulet un corto periodo de sueño menor a 30 minutos es ‘beneficioso’, mientras que quienes duermen más de este tiempo suelen sufrir de obesidad.
Lo anterior, debido a que durante una jornada de sueño superior a 30 minutos después del almuerzo se pueden producir alteraciones en el tejido adiposo, provocando un aplanamiento de un 83 por ciento en la expresión de los genes metabólicos.
De igual forma, los resultados de la investigación detallan que luego de las siestas largas, las personas pueden presentar ‘inercia del sueño’, lo que genera que las personas se levanten ‘un poco mareadas’ o ‘despistadas’, como si se despiertan de noche, ya que, después de los 30 minutos de siesta se alcanzan algunas fases de sueño más profundo, donde las ondas cerebrales son más lentas.
Para evitar entrar en fases de sueño profundo, la experta recomienda que la “siesta se haga en un sofá y programar la alarma para asegurar que este periodo de descanso sea corto”.