El impacto de una mala noche de sueño puede durar hasta dos semanas, revela estudio científico

Una mala noche afecta la concentración y memoria en dos fases que pueden extenderse hasta 15 días. Este hallazgo subraya la importancia del sueño continuo y revela el papel de factores adicionales.

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Mujer con problemas para dormir.
Foto: Freepik.

Redacción El País
Una sola noche de mal descanso no solo causa el malestar habitual de cansancio y falta de concentración; nuevos estudios muestran que estos efectos pueden prolongarse durante semanas.

Según una investigación publicada en la revista científica Plos Biology, los impactos en la función cerebral se extienden en “olas” de impacto que afectan inicialmente la concentración y luego la memoria.

Este hallazgo pone en tela de juicio la creencia común de que una o dos noches de buen descanso son suficientes para recuperar el rendimiento cognitivo.

Primeros impactos: la concentración se ve afectada

Durante la primera semana tras una mala noche, los investigadores encontraron que la concentración es la habilidad más afectada. Las personas suelen tener problemas para enfocar su atención en tareas específicas, lo que genera un deterioro notable en el desempeño diario. A medida que pasan los días, esta dificultad se convierte en un obstáculo para completar tareas de manera eficiente y puede llevar a errores que normalmente no se cometerían.

Segunda ola: efectos en la memoria y la atención sostenida

Hacia el final de la primera semana, y hasta 15 días después, la pérdida de sueño comienza a afectar también la memoria. Los participantes experimentaron dificultades para recordar detalles y concentrarse durante períodos prolongados, afectando directamente sus actividades diarias y su rendimiento.

Esta segunda ola de efectos subraya la complejidad del impacto del sueño en el bienestar mental, sugiriendo que los efectos de una mala noche no solo son más profundos de lo pensado, sino que pueden desencadenar una cadena de dificultades cognitivas.

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Otros factores que influyen en el impacto del mal sueño

El estudio también revela que el sueño es solo una pieza en el complejo rompecabezas de la salud cerebral.

Factores como la actividad física y las relaciones sociales afectan la manera en que el cerebro procesa el descanso. Así, un estilo de vida activo y socialmente conectado puede ayudar a mitigar los efectos de una mala noche.

Este enfoque integral refuerza la idea de que el bienestar mental depende de una combinación de factores, en lugar de solo un buen descanso nocturno.

Limitaciones del estudio y variaciones individuales

Es importante señalar que el estudio se realizó con un solo sujeto, lo cual limita la aplicabilidad de los resultados a la población en general. Sin embargo, los autores advierten que la sensibilidad a la falta de sueño varía mucho entre las personas. La edad, el género, y otros factores personales, como los cambios hormonales, pueden influir en el impacto que una mala noche tiene en el rendimiento mental.

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