Brasil tiene múltiples atracciones: playas paradisíacas, deslumbrantes desfiles de carnaval, grandes ciudades como San Pablo, el ritmo carioca de Río de Janeiro y una lista extensa, en la que no falta labuena gastronomía y la música. Entre los muchos tesoros del vecino país hay uno que es líquido y que, desde hace siglos, ha sido el fiel acompañante de sus ciudadanos en fiestas, rituales y momentos cotidianos: la cachaça.
La bebida es ingrediente clave de la famosa caipirinha brasilera, un trago que todo turista prueba en bares o playas, pero en verdad, la cachaça es un licor destilado que forma parte esencial del patrimonio cultural de Brasil desde el siglo XVI.
La cachaça —se produce a partir de la fermentación y destilación del jugo de caña de azúcar— se ganó un lugar de honor en la mesa de los brasileños y en su identidad.
Para ir un poco más allá de la famosa caipirinha, con el propósito de conocer a fondo el proceso de elaboración de la cachaça y su importancia en la cultura brasileña, aproveché mi viaje a Minas Gerais para conocer una molienda de caña de azúcar en donde la producen desde hace más de 260 años.
Mi destino: una fábrica de cachaça a la que se accede luego de cruzar largos caminos de tierra, subidas y bajadas, montañas y paisajes, que más que pesar hacen del camino un recorrido lleno de disfrute.
Una recorrida llena de historias.
Cachaça Século XVIII es una de las más premiadas de Brasil y tiene la particularidad de ser producida hasta el día de hoy por la misma familia y de la misma manera, habiendo pasado de generación en generación.
Se trata del molino de caña de azúcar en funcionamiento más antiguo del país. “Hacemos cachaça para beber, si sobra la vendemos”, es el lema de los Chaves, que producen cachaça artesanal en la ciudad de Coronel Xavier Chaves, en el municipio de Tiradentes, desde el año 1755.
Rubens Resende Chaves, de 90 años, bisnieto del coronel que da nombre a la ciudad es el propietario de la firma. Su hijo, Nando Chaves, administra la fábrica y sus nietos, Francisco y João Fernando, también están presentes: son la novena generación que elabora la tradicional bebida.
Rubens y Nando dan la bienvenida a los visitantes para comenzar el recorrido por la fábrica. Desde el primer segundo se nota la pasión por lo que hacen: luego de cruzar la entrada, cuidándonos de no entorpecer las tareas de los trabajadores que cargan una tras otras las carretillas llenas de cañas que esperan ir al fuego, entramos al galpón principal.
Se siente la humedad —que es la ideal para el proceso—, se huele dulzor en el aire —y se despiertan las ganas de probar la bebida.
Nando describe el proceso de producción, con brillo en los ojos. Señala la maquinaria, que es una verdadera reliquia familiar, y subraya que, a pesar de los cambios que en las últimas décadas impuso la legislación (como, por ejemplo, cambiar algunos materiales de trabajo que originalmente eran de madera por otros de acero), siguen elaborando su cachaça con la receta familiar, realizando el mismo proceso.
El anfitrión cuenta, mientras caminamos por el lugar pasando por cada uno de los puestos de producción (dónde muelen la caña de azúcar, prenden los fuegos o destilan), que trabajan en todos los detalles para cuidar tanto el manejo de los suelos, el corte manual, la molienda respetuosa, el uso de levadura silvestre cosechada en el lugar para que la fermentación sea lo más natural posible.
El tour también permite conocer el antiguo molino de madera que se usaba para machacar azúcar, una herramienta que aún funciona aunque no está en uso.
Anécdotas, historias, despedidas, nacimientos: los Chaves lo han visto todo en estos años de producción, en el que beben y venden cachaça.
Las curiosidades brotan durente todo el recorrido: Rubens, como mencionamos anteriormente, es bisnieto del coronel que le dio nombre al municipio en el que vive, que a su vez era bisnieto de la hermana menor de Joaquim José da Silva Xavier, más conocido como Tiradentes, héroe que da nombre al municipio mineiro.
“Seguramente una cachaça hecha con la misma receta que la nuestra, es la que bebía el mismísimo Tiradentes”, dice Nando, orgulloso.
Rubens, además, está casado con Cida Chaves, quien escribió los discursos de la que en un tiempo fue la primera dama Risoleta Neves, esposa del expresidente brasileño Tancredo Neves.
Entre maquinarias y botellas, las historias familiares se integran al recorrido y son las que, de alguna manera, aportan al alma de la bebida que hacen.
¡Llegó el momento de probar el manjar! Al final del recorrido, Nando sirve la cachaça y enseña la manera correcta de beber para disfrutarla al máximo y apreciar sus cualidades.
“Son tres momentos. Primero hay que besar la cachaça con la boca cerrada, simplemente hay que mojar los labios y notar esa sensación dulce que deja la bebida, saborearla y sentir su presencia. El segundo momento es tomar un pequeño sorbo y sentir cómo la cachaça recorre de a poco toda la boca”, indica.
Por último, el tercer momento consiste en hacer el famoso “fondo blanco” del pequeño vaso y tomar una respiración honda, para disfrutar a pleno la sensación de la bebida recorriendo ya no solo la boca, sino el cuerpo entero: realmente se siente de la cabeza a los pies, el sabor dulzón que es fuerte pero no llega a hacer fruncir el ceño ni resulta demasiado invasivo.
Así fue probar una de las mejores cachaças de Brasil con la guía de quienes más saben de ella, en un lugar que ojalá puedan visitar.
La autora de la nota visitó Minas Gerais por invitación de e-mundi - World Press Meeting, con el apoyo de la Secretaría de Cultura y Turismo del Estado de Minas Gerais y la Asociación Brasileña de Líneas Aéreas (ABEAR).