No solo qué y cómo: el horario de las comidas puede tener repercusiones en tu estado de salud

Comer tarde puede generar superposición de las hormonas melatonina e insulina.

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¿En qué horarios acostumbrás comer?
Foto: Flickr.

O Globo - GDA
La forma en que comes es fundamental para la salud. Pero no solo lo que comemos y cuánto influencia, sino también cuándo. En los últimos años, la ciencia se ha centrado en descifrar el fenómeno de la crononutrición, que explica la relación entre patrones alimentarios temporales, ritmos circadianos y salud metabólica.

Algunas investigaciones ya han aclarado la importancia de una buena sincronización de los horarios de ingestión de alimentos con nuestros ritmos circadianos, ese reloj biológico de 24 horas que regula las funciones fisiológicas internas. Los científicos descubrieron que omitir el desayuno está asociado, por ejemplo, con un mayor riesgo de obesidad, y cenar tarde también está relacionado con el aumento de peso.

“Nuestro cuerpo tiene horarios y este reloj central no está aislado, sino que está sincronizado con el exterior, principalmente a través de la luz y la oscuridad, pero también con los cambios entre alimentación y ayuno o con momentos de actividad y descanso”, explica Marta Garaulet, profesora de Fisiología de la Universidad de Murcia y especialista en crononutrición.

Respetar los ritmos circadianos y todos los cambios biológicos que siguen un ciclo de 24 horas es esencial para la salud. Tanto es así que una alteración en estos biorritmos puede cambiar funciones vitales básicas, destaca la científica: “Somos animales diurnos, estamos obligados a dormir de noche y no comemos mientras dormimos. Estamos hechos para comer y movernos durante el día. Entonces, si tu cuerpo percibe luz por la noche o que estás comiendo, está recibiendo información contradictoria”.

A través del reloj central, una esfera de un milímetro ubicada en el hipotálamo, se regulan los cronómetros periféricos (que se encuentran en los órganos y tejidos), los hábitos de vida, los comportamientos y, junto con el entorno, se regulan los biorritmos internos.

“Una persona que está bien con su cronobiología es aquella que tiene todos sus relojes sincronizados y en consonancia con los cambios de luz y oscuridad”, aclara Garaulet.

Ahora bien, pueden ocurrir fallas de sincronización en el reloj central, en los periféricos o en los comportamientos; y que pueden crear cronodisrupciones que, a largo plazo, según la científica, "están relacionadas con enfermedades como la obesidad, el cáncer, la depresión o alteraciones metabólicas".

“Esto se ve claramente en los trabajadores nocturnos, que son un ejemplo de personas cuyos comportamientos están desalineados con su reloj interno.

Comidas

El momento de comer, al igual que la luz, es un claro modulador de los relojes internos, dice Garaulet.

“La hora de las comidas es un sincronizador de los relojes periféricos de órganos relacionados con la alimentación, como el hígado y el páncreas. Si comes en el momento equivocado, todos los órganos que se preparan para recibir el alimento no reaccionan bien: porque recibir el alimento es un impacto impresionante para el cuerpo y este tiene que prepararse”, afirma la especialista, y amplía: “Es como si vinieran cien personas a comer a tu casa sin avisar. La anticipación de que el alimento va a entrar en el cuerpo ayuda a que responda bien y, cuando eso no sucede, hay una alteración a nivel metabólico.

El páncreas, por ejemplo, se vuelve más perezoso por la noche y más activo durante el día.

“Cenar tarde tiene un efecto muy claro: coincide la secreción de la melatonina, que es la hormona que prepara para dormir, con la insulina, que es la hormona que ayuda a distribuir los alimentos. Sin embargo, en presencia de melatonina, la secreción de insulina se reduce y la tolerancia al azúcar y a los carbohidratos empeora”, afirma la cronobióloga.

Ella y su equipo descubrieron hace una década que comer tarde puede influir en la capacidad de perder peso cuando estás a dieta.

Lidia Daimiel, investigadora del Instituto de Estudios Avanzados de Madrid y del Centro de Investigación de la Red de Obesidad y Nutrición, insiste en que "el cuerpo no está igualmente preparado a cualquier hora del día para gestionar la alimentación". Por lo tanto, la hora en que comes es un factor determinante en la cronobiología de un individuo:

“Cuándo comes es tan importante como lo que comes. Si lo que comes es bueno y saludable, pero el momento no es el adecuado, no estás obteniendo el beneficio que ese alimento podría brindarte en la misma magnitud”.

El sueño

En la práctica, el impacto en la salud puede ser global. Un editorial de la revista científica Frontiers of Nutrition compiló, hace algunos meses, que los comportamientos alimentarios cronodisruptivos "han sido implicados en muchos trastornos de salud, incluyendo trastornos del sueño, riesgo cardiometabólico, desequilibrio en la movilización de energía, desregulación de la temperatura corporal, aumento de peso y malestar psicosocial", entre otros.

Otra revisión científica recordó en 2020 que "estudios experimentales y clínicos han demostrado consistentemente que la alteración de los ritmos circadianos puede favorecer el desarrollo y la progresión de patologías digestivas, como el síndrome del intestino irritable y enfermedades inflamatorias intestinales". De manera similar, una investigación con ratones publicada en 2023 en la revista Science señaló que sincronizar la alimentación con el reloj circadiano atenúa la obesidad: los animales que comían en fases activas de su ciclo circadiano quemaban más calorías y reducían el riesgo de desarrollar esta enfermedad.

La interrupción de los horarios naturales de las comidas también afecta el sueño. “El sueño es un sincronizador externo, al igual que la hora de las comidas, y ajusta tus relojes. Pero, al mismo tiempo, también es consecuencia de tu reloj interno y puede haber cambios, como comer tarde, que pueden alterar el sueño porque no puedes digerir bien”, añade Garaulet.

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