La llegada de la primavera suele traer un cambio agradable luego de los largos y duros meses de invierno. El sol brilla por más tiempo, los días se vuelven más cálidos, las primeras flores comienzan a aparecer y, en muchos países, los relojes se acomodan al horario de verano para alargar nuestras noches. Pero hay un cambio que probablemente no se aprecie tanto a medida que se acerca el verano: uno empieza a dormir menos.
Muchos están familiarizados con la dificultad de juntar suficiente energía para salir de la cama por la mañana durante el invierno. Y los científicos dicen que eso no es ninguna sorpresa. Nuevas investigaciones indican que necesitamos posiblemente dormir más durante los oscuros meses de invierno que en el verano. Esta necesidad parece surgir incluso en las personas que viven en la ciudad, donde uno esperaría que las luces artificiales (o contaminación lumínica) interfieran con la influencia natural de la luz del día en los patrones de sueño.
Sueño REM más largo
Estudios previos encontraron que la exposición a la luz artificial antes de dormir puede suprimir la secreción de melatonina, una hormona producida por la glándula pineal que regula el reloj circadiano, el ciclo natural de sueño y vigilia que se repite cada 24 horas y hace que uno se sienta somnoliento.
Pero el estudio alemán que utilizó registros detallados de 188 pacientes que vivían en entornos urbanos y sufrían alteraciones en sus patrones de sueño, encontró que incluso cuando estaban expuestos mayormente a luces artificiales, los participantes experimentaron variaciones estacionales en el sueño REM, que está directamente relacionado con el ritmo circadiano. De hecho, los participantes durmieron una hora más en diciembre que en junio. Su sueño de movimiento ocular rápido (REM, por sus siglas en inglés) —que es la etapa más activa del sueño, cuando soñamos y aumenta nuestro ritmo cardíaco— duró 30 minutos más en el invierno que en el verano.
Cambios en el sueño profundo
Pero se descubrió que también había cambios de estacionalidad en la etapa de sueño de ondas lentas (SWS, por sus siglas en inglés), también llamado sueño profundo. “Encontramos cambios específicos en el sueño REM y en el sueño profundo, las dos fases principales del sueño, a lo largo del año. Esto fue completamente nuevo”, señaló Dieter Kunkz, uno de los autores principales de dicho estudio.
El sueño de ondas lentas ocurre durante la fase final del sueño sin movimientos oculares rápidos (NREM, en inglés). Este es el momento en que el cuerpo repara y regenera los tejidos, desarrolla músculos y fortalece el sistema inmunológico y es importante para la consolidación de la memoria a largo plazo y el procesamiento de información nueva. El sueño de ondas lentas de los participantes del estudio fue 30 minutos más corto en septiembre que en febrero.
La estacionalidad del sueño profundo “era algo que no esperábamos”, explicó Kunz, “porque el sueño profundo no está impulsado por el sistema de tiempo circadiano; es un proceso homeostático. Esto significa que cuanto más tiempo estás despierto, más sueño profundo necesitarás para recuperar tu energía”. El científico dice que se necesita hacer más investigación para entender por qué uno necesita menos sueño profundo en otoño que en invierno. “Todavía no sabemos qué significa desde el punto de vista de la funcionalidad”. Es importante aclarar que el estudio fue hecho con pacientes que padecen problemas del sueño como insomnio, con lo cual deberá repetirse con personas que no tienen problemas para confirmar si este efecto se ve de forma generalizada.
Pasado evolutivo
Neil Stanley, experto en sueño y proveedor de terapia conductual cognitiva en internet para el insomnio, dice que es “desconcertante” que no se necesite más sueño profundo durante el invierno. “Se estima que el sueño de ondas lentas es la fase más importante del sueño porque está ligado a la memoria, el aprendizaje y a la optimización del sistema inmunitario”, dice Stanley. “La percepción que priorizaríamos el sueño profundo por sobre todo lo demás”. “Si pasaras toda una noche sin dormir, la noche siguiente recuperarías todo el sueño profundo que perdiste, y solo la mitad de lo que perdiste de sueño REM”, dice. La razón por la que nuestro sueño cambia con las estaciones podría estar escondida en nuestro pasado evolutivo, reflexiona Stanley.
“Hemos evolucionado a ciclos de luz y oscuridad, así que cuando nos despertamos en una mañana de invierno y está oscuro, nuestro cerebro piensa ‘No puedo hacer nada... no tiene sentido salir de la cama’”. Pero una buena noche de sueño también depende de la temperatura. El cuerpo requiere una temperatura de la piel de entre 31° y 35°C, algo que se puede controlar fácilmente con la calefacción central en el mundo moderno. En el verano, cuando las temperaturas altas son más comunes, esto puede ser más difícil de controlar, sobre todo durante las olas de calor.
Cambios de horario
Si los resultados del estudio de Kunz son correctos, ¿se debería entonces considerar cambiar los hábitos de sueño durante el año? La mayoría de las personas mantienen un patrón similar de sueño todo el año, dice Kuntz. Se van a la cama después de mirar televisión a eso de las 10.30 - 11 p.m. y luego se levantan alrededor de las 7:00 para ir a trabajar. A los niños se los alienta a irse a la cama a un mismo horario. Dado que la escuela y el trabajo determinan a qué hora uno se levanta por la mañana, sería mejor irse a la cama un poco más temprano en invierno dada la “mayor necesidad de dormir”, dice Kunz. "Cuando sabemos que necesitamos dormir más en invierno, no tiene sentido mantener los horarios que fijamos cuando nos sentimos mejor durante el verano”, señala el investigador. Si la gente respeta los mismos patrones de sueño todo el año, “nuestro estudio muestra que no se estarán beneficiando de una o dos horas más de sueño cada noche en el inverno. Dudo que esto mejore nuestra salud”.
La falta de sueño está asociada con un incremento del riesgo de desarrollar enfermedades (diabetes de tipo 2, enfermedades coronarias, obesidad y depresión). Según un estudio noruego reciente, los pacientes que visitaron a su médico y reportaron dormir menos de seis horas por noche tenían un mayor riesgo de infección que quienes dormían siete u ocho horas. Los pacientes que sufrían problemas de sueño crónico tendían a reportar una mayor necesidad de antibióticos. Quienes dormían más de nueve horas por noche también tenían más riesgo de infección, de acuerdo al estudio. “Una explicación posible para estos hallazgos es que tener una infección puede provocar problemas para dormir o somnolencia, o que tanto el sueño como el riesgo de infección estén vinculados a una enfermedad de base”, dice el autor principal del estudio, Ingeborg Forthun, investigador de la Universidad de Bergen, en Noruega.
“Si consideramos que las infecciones son más comunes en inverno, puede ser importante dormir más para evitar infecciones”, señala Forthun. Pero además, dormir un poco más podría ayudar a sentirse más despabilado cuando suena la alarma en una fría mañana de invierno.
(BBC Mundo)