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Turismo aventura en Rocha: propuestas llenas de naturaleza y paisajes únicos en la costa Este

Un paseo distinto que combina calma y aventura entre lagunas, sierras, caballos y aves; ideal para descansar y conectar con el entorno.

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Predio de Cabalgatas Don Altez
Un caballo en el predio de Cabalgatas Don Altez.
Foto: Tatiana Scherz Brener.

El domingo pasado compartimos experiencias de turismo aventura en Punta del Este, Laguna Anastasio y Laguna Garzón, y hoy seguimos aún más al Este y nos vamos de lleno al departamento de Rocha. Un destino imperdible y con características únicas es la Laguna de Rocha, que desde el 2010 forma parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas.

Marianna Rovira, directora de Marianna Aventuras, organiza paseos y actividades de turismo aventura en áreas protegidas y reservas naturales. Para ella, está claro que la Laguna de Rocha es un tesoro: “Este lugar increíble abarca 22 mil hectáreas, de las cuales 7.200 son mar, llanuras, pastizales, monte psamófilo y parte arenosa”.

Además, la laguna está separada del mar solamente por un cordón de arena que a veces se abre de forma natural, como resultado del oleaje y los vientos, y eso “es muy importante porque da alimento a especies migratorias que vienen a comer y reposar”.

Marianna Rovira
Marianna Rovira en Laguna de Rocha.
Foto: Tatiana Scherz Brener.

Flamencos, gallaretas y coscorobas dan la bienvenida a un ecosistema sumamente valioso. “Muchas personas vienen sin saber dónde están, pero cuando explicamos lo que es un área protegida y la importancia que tiene para muchas especies, se van con la consciencia de que es un lugar que debemos cuidar y preservar”, sostuvo Marianna.

A veces, ni siquiera es necesario hablar; basta con ver y escuchar. Las margaritas de las dunas adornan la arena con sus pequeñas flores amarillas y el pasto dibujante coloniza las dunas recién formadas, ayudando a fijarlas con sus raíces y hojas. Pero las verdaderas protagonistas son las más de 220 especies de aves que, con sus chirridos, silbidos y trinos, encuentran refugio en la laguna.

El cuadro lo completan los pescadores locales, quienes viven de la pesca consciente de camarón, pejerrey y cangrejo sirí, entre otras especies. Uno de ellos es Pepe Lobato, un hombre de ojos felices que se crió en la Laguna de Rocha junto a sus 31 hermanos. Tiene alrededor de 80 años y es un gran contador de historias: “Mis viejos se erradicaron acá en el 47. Mi madre era de Valizas y mi padre de Maldonado, pescador también. A mi viejo lo crió Antonio Lussich, el del Arboretum. Empezó a ir a Valizas para conseguir camarón y sirí, y ahí fue cuando conoció a mi madre. Se vinieron para acá, que era el punto medio”.

Salir en bote es un paseo obligado si uno visita la laguna. Pepe lo maneja, mientras Marianna nombra las aves que se posan en el agua para luego emprender su vuelo en bandadas. El viento sopla fuerte; mas no molesta, purifica. Al final, el hombre de ojos felices deja una moraleja: “Antes nos juntábamos y mi padre contaba historias, pero ahora mucha gente perdió eso de contar. Está bueno conocer el pasado para agarrar un futuro”.

Pepe Lobato
Pepe Lobato en Laguna de Rocha.
Foto: Tatiana Scherz Brener.

La experiencia del bañado.

La aventura continúa en Barra de Valizas, donde Mauro Ríos y Laura Viviani cuidan su posada de campo: Los Chajá Ecolodge. Ofrecen alojamiento en cabañas de bioconstrucción y actividades como senderismo y paseos en kayak, aunque su fuerte siempre han sido los caballos. Están ubicados en una zona de bañado, pero lejos de ser un problema, para ellos es una bendición: “Somos custodios del bañado y su biodiversidad”, subrayó Mauro.

Uno de los caminos que llevan a donde están los caballos pasa, justamente, a través del bañado. Dos cosas son imprescindibles para llegar al otro lado con éxito: por un lado, botas de campo; por el otro, mucha paciencia. “Si te apurás, el bañado te frena”, dijo Mauro y es tal cual. Ninguna meditación ni clase de yoga lo conecta tanto a uno mismo con el momento presente como caminar por ese terreno húmedo y pantanoso.

La posada no solo invita a cabalgar, sino a integrarse con los caballos y su entorno. Para eso, una de las propuestas es lo que llaman el ‘Baño de Manada’, que implica meterse entre la manada, interactuar con los animales e interpretar lo que sucede. Laura explicó: “Los caballos son animales de manada. Por más que sean domesticados, siempre estará latente su espíritu salvaje, y por un tema de supervivencia buscan compañía”.

Es una manada grande, de unos 20 caballos, y algunos son más mimosos que otros, como Dulce de Leche, Membrillo y Lucré. Les gusta que los rasquen con fuerza y a veces acercan la cabeza en un intento de devolver el favor y rascar al humano que está a su lado.

Baño de manada en Los Chajá Ecolodge
Baño de manada en Los Chajá Ecolodge, con Mauro Ríos y Laura Viviani.
Foto: Fabián López.

Esta es una oportunidad para entender su comportamiento antes de montar. Por ejemplo, Laura expuso: “Un caballo que se queda atrás siempre está en peligro de ser fácilmente depredado. Por eso, durante una cabalgata, si alguno arranca el trotecito para alcanzar al resto, es totalmente normal. No está loco, está portándose como caballo”.

El Baño de Manada enseña mucho sobre vínculos, sinergias y respeto. Y el regreso, otra vez por el bañado, da tiempo para detenerse y pensar: qué placer estar acá, y qué necesario.

Honrar al entorno y a la familia.

En la ciudad de La Paloma está Cabalgatas Don Altez, hogar de Rodrigo Altez, su pareja, dos gatos, dos perros y 15 caballos. Su emprendimiento está inspirado en el mismísimo Don Altez, abuelo de Rodrigo, quien le enseñó todo lo que sabe sobre caballos. “En las cabalgatas ofrezco el mismo recorrido que hacía cuando era niño”, resaltó.

Los caballos han sido grandes compañeros en la vida de Rodrigo: “De chico mi vida fue bastante caótica por momentos, sobre todo en casa. Entonces, los caballos eran mi salvación”.

Cabalgatas Don Altez
Rodrigo Altez junto a su abuelo, Don Altez.
Foto: Tatiana Scherz Brener.

Su mayor contención era un petiso, llamado Apache, que le había regalado su abuelo. “A veces salía llorando de madrugada y abrazaba al petiso, y él era nervioso para andar, pero en esos momentos me ponía la cabeza así”, contó, e hizo un gesto de esos que dicen ‘tranquilo, estoy acá’.

Para él, compartir las cabalgatas es una forma de honrar a su abuelo, a los caballos y al hermoso entorno natural. “Naturalizamos tanto las cosas que no nos damos cuenta del lugar mágico en el que vivimos”, afirmó. Tiene un proyecto de cabalgatas accesibles con el que busca que todas las personas puedan disfrutar de un paseo a caballo; incluso un niño con capacidades diferentes o un adulto que tiene obesidad o problemas en la rodilla. “Tal vez no podamos ir hasta la laguna, pero sí podamos funcionar dentro del corral o recorrer la chacra”, indicó.

La propuesta es el resultado de su propia historia de vida. Su madre es la fundadora de un centro para niños y jóvenes con capacidades diferentes en La Paloma, donde él empezó siendo voluntario. “Arrancaron con un local prestado una vez a la semana, y hoy son una escuela y yo trabajo ahí, de una a cinco de la tarde”, mencionó. Y añadió: “Hacer las cabalgatas accesibles fue algo natural. No es que se me ocurriera, es decir, es algo que todos tenemos que incorporar”.

El sol se despidió con un atardecer vibrante. En medio del campo, en el silencio, las estrellas regresaban para contarnos algo más: que, al final, siempre estaremos a merced de los ciclos de la naturaleza. ¿Y si la honramos un poco más, en lugar de ir contra ella?

*El recorrido organizado por el Ministerio de Turismo para la prensa continuará el próximo domingo con propuestas para disfrutar en Lavalleja.

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