Un tesoro africano que está escondido entre los pasajeros del transporte público

¿Por qué viajamos en transporte público? Nos lo preguntan mucho por redes pero también nos lo están preguntando acá, africanos y turistas que nos cruzamos en el camino. Y nos lo estamos preguntando nosotros.

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Nicolás y Germán Kronfeld en África. Foto: A la vuelta
Nicolás y Germán Kronfeld en África. Foto: A la vuelta
Nicolás y Germán Kronfeld en África. Foto: A la vuelta

Germán y Nicolás Kronfeld
La locomotora no mejora. Hace casi dos horas estamos estacionados en Mbeya, una ciudad próxima a la frontera de Tanzaniacon Zambia. Los mecánicos intentan todo pero la locomotora no arranca. Y los funcionarios anuncian que no completaremos el viaje en menos de 72 horas aunque, en los papeles, debería llevar 48.

Hace casi dos días salimos en tren de Dar es Salam, ciudad principal de Tanzania. Reservamos asientos en segunda clase y nos presentamos el viernes a las 15.50 como indicaba el ticket. Desde entonces, el único horario que se cumplió.

¿Por qué viajamos en transporte público? Nos lo preguntan mucho por redes, pero también acá, africanos y turistas que nos cruzamos en el camino. Y nos lo preguntamos, ahora mismo, cuando lo que parecía cerca sigue estando lejos. Entonces, nos ponemos a charlar sobre el por qué. Por tiempo, seguro que no; los medios que usamos son mucho más lentos que otros disponibles.

Por seguridad, tampoco; un tren detenido por destartalado es algo de todos los días y la noticia que más sorprende es que lo detengan y no que esté cerca de dejar de funcionar.

Por dinero, tampoco; comer en los restaurantes que hay en la ruta o en las paradas preestablecidas de cada empresa siempre es más caro que cuando elegimos un lugar entre varias opciones. Lo mismo ocurre cuando pagamos el sobreprecio de una bebida o un snack de los que vende el guarda de un ómnibus.

Nicolás y Germán Kronfeld en África. Foto: A la vuelta
Nicolás y Germán Kronfeld en África. Foto: A la vuelta
Nicolás y Germán Kronfeld en África. Foto: A la vuelta

Lo hacemos porque en esos trayectos encontramos las historias comunes, las de la gente que no viaja en avión, no se inscribe a un tour por la ciudad ni se sube a una 4x4 para hacer un safari. Ahí sentimos que empieza la gran diferencia de nuestro viaje: conocemos los países, en lugar de visitarlos.

En un ómnibus que llevaba el triple de pasajeros de los que debería, conocimos a Ildephonse, un ruandés que escuchaba el partido definitorio de la liga.

Su club, Ejército Patriótico Ruandés, fue segundo todo el torneo, pasó al primer lugar el fin de semana anterior y estaba por ser campeón. Cuando la radio anunció el final, festejamos: una nueva hazaña, dos nuevos hinchas.

En una Kombi vieja encontramos a Sabrina, maestra preescolar de Burundi que nos resumió su tarea: “Educar, dormir y mimar a los niños”. Y aclaró: “Más que nada dormir y mimar, eso lo necesitan mucho. Para aprender siempre tienen tiempo”.

Conocimos a David, un tanzano que vivía en una aldea junto a integrantes de la tribu Masai. Nos invitó a su casa y nos llevó a recorrer su pueblo, donde conocimos a sus vecinos, integrantes de la tribu más famosa, guerrera y particular de esta zona de África.

Nicolás y Germán Kronfeld en África. Foto: A la vuelta
Nicolás y Germán Kronfeld en África. Foto: A la vuelta
Nicolás y Germán Kronfeld en África. Foto: A la vuelta

Nos encontramos con Rose, guarda de un ómnibus interdepartamental, que contagiaba buen humor. Estaba en sus últimos días de trabajo porque pronto se casaba y se mudaba de ciudad. Estaba muy feliz.

Nos cruzamos con hombres que van rumbo al trabajo, con mujeres que nos aconsejan los caminos más seguros para llegar a salvo, con personas que no hablan nuestro idioma pero se las ingenian para decirnos “bienvenidos a mi país”.

Nos encontramos con jóvenes que nos invitan a jugar al fútbol o nos recomiendan lugares de comida local y hasta nos invitan a sumarse a sus mesas.

Nicolás y Germán Kronfeld en África. Foto: A la vuelta
Nicolás y Germán Kronfeld en África. Foto: A la vuelta
Nicolás y Germán Kronfeld en África. Foto: A la vuelta

Por eso viajamos en transporte público, porque el tiempo que perdemos lo ganamos en historias, porque la seguridad que sacrificamos por pasar por pueblos peligrosos la recuperamos con compañeros de vagón que nos dicen “yo se los compro y luego me devuelven la plata, así no andan solos” o “en esta parada no se bajen porque es peligrosa”.

El dinero que ahorraríamos lo gastamos en algo impagable: en conocer de primera mano la realidad de los países que atravesamos, en traspasar la superficie de lo que cada lugar ofrece al turista e ir un poco más allá de la montaña más alta, el lago más grande o el safari más extremo. Lo hacemos para llevarnos algo más real y esencial, menos fotogénico pero más humano, menos tangible pero muy valioso.

*Nicolás y Germán son dos hermanos uruguayos que viajan con el mundo con su proyecto A la vuelta, compartiendo sus experiencias en redes sociales (@viajealavuelta) realizando distintas acciones.

Conocé a nuestros columnistas

Germán y Nicolás Kronfeld son los creadores de A la vuelta, proyecto con el que recorren el mundo desde hace diez años.

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Germán y Nicolás Kronfeld.
Foto: A la vuelta

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