Uno de los mejores ultramaratonistas extremos del mundo es uruguayo. Se llama Aníbal Lavandeira y es docente en la Escuela Nacional de Entrenadores, además de entrenador personal, escritor y conferencista. Por sobre todas las cosas, es un apasionado del running y un fiel creyente de que “las paredes más grandes son los problemas de la mente”. Conversó con El País sobre su trayectoria y su modo de ver la vida y el deporte.
— ¿Cómo llegó a ser ultramaratonista?
— Mi padre era corredor, y yo empecé a correr desde muy chico. A los ocho años corría diez o doce kilómetros a diario; eso me inyectó una disciplina y una pasión que tengo hasta el día de hoy. En mi adolescencia competía en carreras cortas y a partir de los 21 años empecé a correr distancias muy largas. La primera distancia larga que completé fue de 88 km; después comencé a correr 100 km, y desde ahí no paré.
Lo que me catapultó de forma internacional fue haber ganado una de las carreras de playa más largas del mundo, hoy llamada Yaiza Extremo Sur. Fue en 2015, en el sur de Brasil, y a partir de ahí comencé a hacerme más conocido y competir en Europa. Mi logro máximo fue en 2021, cuando rompí un récord en la Swamp Fox Ultra, una de las carreras más extremas del mundo que se hace en un bosque de Carolina del Sur. Es una carrera de 700 km, con mucho frío y solamente 160 horas para llegar a la meta. El récord lo tenía un americano, que la había hecho en 157 horas, así que me tiré al desafío y logré llegar en 154. Eso me impulsó a seguir luchando por lo que amo.
— En su libro Ultra dice que su marca personal es que nunca abandonó una carrera. ¿Por qué?
— Mi viejo me enseñó que todo lo que uno abandona, el cerebro lo graba como información. Desde chico entendí que si abandonaba un entrenamiento o una carrera eso se grabaría en mi mente como una posibilidad: puedo abandonar y no pasa nada, el mundo sigue funcionando. Me grabé en la cabeza que sí pasa, que mi mundo no seguiría funcionando, y por eso nunca abandono una carrera. Llegué a la meta hasta en las peores condiciones, pasé muy mal, me lastimé mucho. Mi esposa me dice que la carrera de 2021 hubiese muerto con tal de llegar, y sí, capaz que sí. Correr, competir y superar desafíos es mi vida, en todo sentido.
— ¿En su vida personal abandonó alguna carrera?
— En lo personal es diferente. Hay muchas cosas en las que sí me ha ayudado esa mentalidad de seguir adelante y no abandonar; soy una persona muy convencida de lo que hago y sigo hasta las últimas consecuencias, siempre. Pero la vida no es como una maratón que, por más larga que sea, tiene un principio y un fin definidos. La vida continúa, y uno tiene que saber cuándo dar el brazo a torcer y abandonar lo que se propuso al principio. A veces uno tiene ideas que con el tiempo debe ir cambiando, tiene hijos y otras circunstancias, entonces los caprichos no siempre pueden seguirse. Hay que ser más condescendiente y si hay que abandonar, se abandona.
— ¿Cómo es su rutina de entrenamiento hoy?
— Todavía tengo un objetivo importante que es el cruce del Amazonas –que vengo postergando por un tema de seguridad en las áreas de frontera–, así que sigo entrenando a full. Me levanto a las 5:10 de la mañana y tengo un grupo de amigos con los que entreno a esa hora, a las 10:30 voy al gimnasio y de tarde tengo otro entrenamiento de corrida. En el medio entreno grupos y gente particular. Esa es mi rutina de lunes a sábados; los domingos hago un único entrenamiento de corrida, pero no voy al gimnasio ni corro doble horario.
— ¿Cuáles son los principales obstáculos que hay entre las personas y sus objetivos?
— La mente. Si al cerebro le damos información de que no podemos, que es difícil, que no lo lograremos, entonces iremos en esa dirección. La mente no inventa, sino que se maneja por la información que uno le da. Es importante regar el cerebro con actitud positiva, con sí puedo, lo lograré con dedicación.
Las paredes más grandes son los problemas de la mente. Muchos creen que necesitan motivación, pero en realidad ésta viene después de que uno empieza a moverse. Es como cuando uno se enamora de alguien: al principio no importa nada, va a verlo aunque tenga que recorrer 200 km, pero eso dura cierta cantidad de tiempo. La motivación no es lo que sostiene un objetivo o un sueño; es la disciplina. Hay que tener constancia y dedicación, y ahí es donde la mente juega en contra para muchísima gente. También he conocido personas con una disciplina admirable, como uno de mis alumnos, Juan Andrés Fernández, que salió tercero en la última edición del Yaiza Extremo Sur.
Si uno quiere correr una carrera, estar delgado o sentirse bien, hay que ir a buscar ese sueño, entrenar, no esperar a que las cosas pasen o hacer todo a medias. El camino del éxito tiene bajadas, frustraciones, miedos, pero hay que dedicarse a caminarlo.
— ¿Qué aconseja para dar el primer paso en ese camino?
— Nuestro peor enemigo es el despertador. Dura treinta segundos, pero es asesino. Puede ser a la mañana o cuando uno llega de trabajar: es el momento en el que hay que tomar una decisión. De repente uno entra a su casa por la tarde y piensa no tengo ganas de ir al gimnasio. Pero si zafa de ese despertador, empieza a ver las cosas de una manera diferente.
El primer consejo para lograrlo es planificar; por ejemplo, decidir lunes, miércoles y viernes salir a correr de mañana, y dejar la ropa pronta la noche anterior. Si la elección es entrenar por la tarde, aprontar todo antes de ir a trabajar. Otro aspecto clave es que la planificación sea realizable en el tiempo que uno tiene, porque sino empiezan los tengo que llevar al nene a la escuela, tengo que hacer esto o lo otro. Y que sea específico, es decir, si uno quiere correr, decidir si será media hora, una hora o más, porque no todo es lo mismo. Caminar un rato no es hacer deporte.
Tomar una decisión es como cerrar una puerta que no tiene pestillo: solo se puede ir hacia adelante. Luego de 20 a 25 días se logra una disciplina liviana, porque el cuerpo empieza a necesitar eso. Y empiezan a verse los resultados; si es con la comida, la ropa queda más holgada, si es con el entrenamiento, capaz que antes uno no podía trotar ni 500 metros y hoy corre un kilómetro. Esa es la motivación que llega después de que uno decide moverse hacia su objetivo.
Ahora vienen las fiestas y las licencias, y muchas veces la disciplina que uno generó en setiembre queda olvidada cuando vuelve en febrero. Pero si uno logra mentalizarse de que hará lo que tiene que hacer le guste o no, llueva, truene, granice o haya 40 grados, entonces lo hará igual. Mucha gente me dice para vos es fácil, y sí, lo es, pero es una disciplina que tengo marcada desde hace mil años.
Influencias externas: motores, compañeros, fiesteros y anclas.
Para Aníbal Lavandeira, un factor clave a la hora de iniciar un cambio son los entornos. Primero, está el “entorno motor”; esa voz –puede ser una pareja, un familiar, un amigo– que dice dale, levantate, hay que entrenar. “Ese entorno nos impulsa, nos tira para adelante”, sostuvo el corredor.
Luego, está el “entorno compañero”, que va para donde uno vaya: “A veces uno dice no tengo ganas de entrenar, y está mamá o papá en la vuelta que responde sí, no vayas, está horrible afuera”.
También está el “entorno fiestero”, ese que está para salir a tomar algo o hacer un asado. “Son divinos, pero para ver una vez a la semana o cada 15 días”, afirmó el deportista. Por último, está el “entorno quejoso”. “Es el que nos ancla, el que nos deja atados a una columna, el que siempre tiene problemas”, explicó. A ese entorno “hay que borrarlo, alejarse sea como sea”.
Lavandeira es autor de los libros Ultra I y Ultra II, donde cuenta sus experiencias como corredor de ultramaratones y reflexiona acerca de qué lo impulsa a seguir adelante hasta en las situaciones más extremas. En 2022 fue reconocido con el premio Charrua de Plata a la Hazaña Deportiva, un galardón que se entrega a quien o quienes hayan marcado un hito insólito destacable por su logro y las dificultades y/o riesgos que implicó.