El dolor de espalda, específicamente el que se presenta en la parte baja, afecta a 8 de cada 10 personas, por lo menos alguna vez en la vida. En su fase aguda, esta dolencia llega, incluso, a ser incapacitante y en un porcentaje significativo tiende a prolongarse en el tiempo. En la zona donde se manifiesta esta dolencia existen cinco vértebras lumbares que sostienen la mayor parte del peso de la porción superior del cuerpo.
Entre ellas hay unas almohadillas de cartílago que amortiguan la presión en esta área sostenida por músculos de gran potencia, al igual que ligamentos, tendones y, por supuesto, nervios y raíces que salen de la médula espinal contenidas dentro de las vértebras. Todas estas estructuras pueden ser causantes de dolor.
El dolor de espalda suele manifestarse de muchas formas. Una de ellas puede ser una “picada súbita” localizada o proyectada a la región glútea en uno o en ambos lados de la espalda baja, con una intensidad tan fuerte que puede llegar a inmovilizar completamente a la persona. También puede aparecer como una sensación de corriente que se proyecta a lo largo de una o ambas extremidades y, en la mayoría de los casos, como una sensación de peso en la espalda que se incrementa con el movimiento y la flexión de la espalda.
La mayoría de estos dolores tienen origen mecánico o, en otras palabras, son producidos por desequilibrios musculares, por sobrepeso en la parte anterior del cuerpo que tiene que compensarse con contracciones exageradas de los músculos de la espalda, al punto de que pueden desencadenar espasmos (contracciones sostenidas) dolorosos y que repercuten en la calidad de vida de los pacientes.
Pero el dolor también puede estar relacionado con los procesos de desgaste en los huesos y las articulaciones de la columna, los compromisos en los discos intervertebrales y los efectos directos e indirectos sobre las estructuras neurológicas (raíces y nervios periféricos). Los estiramientos excesivos de los músculos y ligamentos al levantar un peso o girar la columna de manera incorrecta son las acciones más comunes que se relacionan con estos cuadros dolorosos.
Estos dolores pueden prevenirse manteniendo un régimen de ejercicios de bajo impacto, mantenerse en el peso adecuado, realizar estiramientos antes y después de hacer una actividad física enérgica, no flexionar la espalda para levantar cargas, adecuar los espacios de trabajo de manera ergonómica, corregir la postura en todas las posiciones, usar calzado cómodo, evitar los tacones altos, dormir en superficies rígidas, no fumar y no automedicarse.
Cuatro pautas para un correcto entrenamiento de espalda:
1) Es fundamental saber seccionar la espalda en lumbar-dorsal-cervical y poder darle el valor y la funcionalidad completa a los tres tramos (movilidad, flexibilización de los tres tramos y de cada uno por separado, rotación dorsal, fuerza muscular para poder estabilizar partes de esa columna…).
2) Trabajar y entender cuál es el neutro de cadera en los ejercicios de fuerza generales. Fortalecimiento isométrico específico de la musculatura estabilizadora abdominolumbar (transverso del abdomen + multífidos).
3) Entender qué pasa en nuestra cadena anterior (eslabones posteriores) para saber en qué se debe enfatizar más.
4) Es importante hacer más ejercicios extensores. En la mayoría de los casos las personas se van encorvando de mayores, si decide continuar más tiempo sentado y hacer menos ejercicios, el futuro lo llevará a ser cifótico.
(El Tiempo - GDA)