Jean Paul Osores, cirujano, El Comercio - GDA
Siempre hemos escuchado hablar sobre el sedentarismo como un hábito perjudicial para la salud. Quizás desde el invento de los automóviles, el ser humano empezó a desplazarse sin activar su metabolismo, con una quema calórica casi nula, manteniendo solo el trabajo continuo de sus órganos fundamentales como los pulmones, el corazón y el cerebro. Además, con una mínima actividad motora gruesa para apretar el acelerador y conducir el vehículo con el timón, se empezó a realizar el mínimo esfuerzo.
Creería que a inicios del siglo XX, las tasas de obesidad, diabetes y problemas de salud secundarios a estas enfermedades, eran un 70% menores que en la actualidad. Esto por la práctica de actividad física o movimiento que realizaban las personas al tener que desplazarse caminando. Esto se agudizaría por la industrialización de los alimentos con la aparición de comida rápida, los miles de pesticidas usados para transformar la agricultura en no-orgánica, el incremento del azúcar en distintos alimentos, el consumo de harinas refinadas como parte de una supuesta cultura de alimentación saludable, las grasas saturadas sin ser rotuladas en los envases de alimentos, el exceso de sodio, entre otros.
Con el pasar de los años nos hemos ido dando cuenta y hemos podido identificar estos problemas dentro de nuestra nutrición, pero se nos hace difícil escapar del placer que brindan muchos de estos alimentos. Es así que década tras década, mujeres y hombres seguimos distintos planes de alimentación para mantener nuestro peso, porcentaje de grasa e índice de masa corporal saludable. Nos preguntamos cómo podemos luchar día a día contra los alimentos que no son óptimos en nuestra dieta y que no aportan nada saludable.
Existen dos respuestas: una es practicando fuerza de voluntad, ese entrenamiento mental que debemos poner en práctica todos los días y que logra salvarnos de comer alimentos placenteros pero no saludables. La segunda respuesta sería practicando actividad física para mantener nuestra masa muscular lo mejor posible. El uso de la fuerza durante el entrenamiento con pesas, por ejemplo, ayuda a tonificar la masa muscular y además los inflama de tal manera que días después, en la reparación, hay multiplicación de las miofibrillas musculares, mejorando nuestra fuerza en las distintas articulaciones para lograr cualquier movimiento de forma efectiva y funcional durante toda nuestra vida. Cualquier tipo de deporte en donde usemos la fuerza nos sirve, ya sea fútbol, baloncesto, artes marciales, surf, ciclismo, natación, atletismo, entre otros.
La idea es practicar deporte. No olvidemos que la masa ósea se conecta con la masa muscular, así que la temida osteoporosis va de la mano con la sarcopenia. En ambos casos, si sucedieran, lo que iríamos perdiendo es nuestra independencia para realizar cualquier actividad en donde esté implicado el movimiento: caminar, ir al baño, ducharnos, lavarnos los dientes, comer, subir escaleras, pasear a nuestros perros, bailar, entre otras, que nos permiten el buen funcionamiento del aparato locomotor gracias a la masa muscular total y el sistema nervioso. Es importante recordar cómo funciona nuestro cuerpo humano, lleno de nervios, arterias, venas y fibras musculares que logran, de una manera coordinada, el movimiento para mantenernos sanos y funcionales con los años.