Dicen por ahí que cuando nace alguien en Uruguay, ya viene con el matey el termo bajo del brazo. Lo que no cuentan es que cebar mate no siempre es seguro. Las quemaduras, por ejemplo, nunca están lejos.
Los padres de Rafael Sánchez (19 años) hacían la Ruta 5 seguido. Los 500 kilómetros entre Rivera-Montevideo se prestaban para disfrutar de un amargo, pero la noche era un problema. El co-piloto quería cebar mate, pero la luz interior del auto molestaba al que manejaba. La pregunta recurrente era: “¿Cuándo inventarán algo para poder cebar mate en la oscuridad?”.
Cuando Sánchez empezó a estudiar Ingeniería en computación en la Universidad de la República, ya estaba entusiasmado con fenómenos relacionados a su carrera, como por ejemplo las impresoras 3D. Solucionar aquel viejo problemita familiar, el de cebar mate a oscuras, fue clave para un invento que hoy vende como pan caliente. Así se le ocurrió diseñar un dispositivo que pudiera adjuntarse a la bombilla para irradiar luz. Lo bautizó Ilumimate.
No fue tan fácil. Sánchez tuvo que testear, corregir, volver a probar. A menudo surgían problemas nuevos para solucionar, por ejemplo, ¿qué hacer para que la tapita de la luz no se cayera dentro del mate? o ¿en qué tipo de material imprimir el aparatito? (optó por TPU, un material flexible).
Luego de algunas semanas de pruebas, encontró las soluciones a los desafíos de la fabricación del invento. “Primero, definí cómo sería la luz. En este caso, son diodos con baterías de tres milímetros. Después diseñé la carcaza. Luego, tuve que lograr que al aparato no se saliera una tapita, que no se enganche con la bombilla, y que el contacto entre la batería y el diodo sea efectivo, que no se corte la luz”.
Al principio, uno de los asuntos que más dolores de cabeza le trajo fue que el contacto de la luz con la batería no era óptimo. “Aparte, la tapita que tiene se caía”, agrega.
“Eso también fue un gran problema, que la tapita se salía. Cuando fui a colocarlo a la venta en un negocio, el dueño me dijo que lo vendería si lograba solucionar ese asunto. Fue difícil, casi me rindo. Pasé un semana sentado frente a la computadora y el diseño y no encontraba respuesta. Al final di con la solución y ahora la tapita no se cae”.
Con su invento pronto, se lo mostró a la familia. ¡Funcionaba! La noticia se desperdigó rápido en Rivera, de donde es oriundo (ahora vive en Montevideo por sus estudios). Tanto él como su familia se dieron cuenta que había avidez por ese gadget. Lo bautizó Ilumimatey empezó a venderlos.
Tuvo que comprar más impresoras 3D, porque no daba a basto para satisfacer la demanda. Desde que empezó a venderlos, en junio, ya lleva vendidas más de 2.000 unidades de Ilumimate.
El éxito, como a veces pasa, lo tomó por sorpresa. “Lo hice para usar en casa, en la familia. Nunca se me pasó por la cabeza que iban a venderse tantos”.
En un momento pensó que mejor sería patentar el invento, pero solo pudo patentar el nombre, no el invento en sí. Según explica, no se puede patentar un producto que ya está en circulación comercial. “Ilumimate ya estaba en las redes sociales. No sabía que no se podía por esa razón. Pero bueno, lo hice —como ya dije— para usar en familia, no pensé en un negocio. Por eso las empresas primero patentan y recién después sacan sus productos al mercado”.
Lo cierto es que ahora sí es un negocio, más allá de que él no piensa dejar de estudiar para dedicarse a vender su invento. “A mí me gusta diseñar y hallar soluciones a problemas prácticos. También me gustaría seguir con mi emprendimiento de impresiones 3D, pero por ahora no pienso dejar la facultad. Más adelante sí me gustaría dedicarme a crear objetos novedosos”.
Como también suele suceder, lo que funciona y tiene éxito se copia. “Sí, han surgido varios productos similares ahora, como siempre ocurre. Por lo que he visto hasta ahora, porque algunos los probé, tienen el mismo problema que tenía yo antes de encontrar la manera: se les cae la tapita”.
Sánchez cuenta que un cliente compró en Brasil uno de esos productos que ahora compiten con su Ilumimate. Tuvo el mismo problema de la tapita y probó Ilumimate. “Santo remedio”, dice el creador.
En este momento, Ilumimate cuesta $ 410 y se vende a través de la cuenta de Instagram @printrid.3d y también en algunos negocios.
Sánchez, aún trabaja para mejorar su producto (y su packaging) que está disponible en varios colores (verde, naranja, celeste, negro y blanco).
“También empezamos a hacer Ilumimate para regalos empresariales, con el logo de la compañía que los encarga impreso y también lo hicimos para algunos equipos deportivos”. Y todo empezó con una pregunta de sus padres, que él se encargó de responder, con un invento.