Gabriela Koolen, La Nación/GDA
Nuestra mente puede ser una gran aliada o el peor enemigo si no aprendemos a controlar los pensamientos y enfocar nuestra atención. “Si pensamos a nuestro cerebro como la poderosa herramienta que es, vamos a tomar consciencia de lo importante que es conocer cómo funciona”, dice María Roca, coordinadora científica de la fundación Ineco y directora de Ineco organizaciones.
Habla del estrés, uno de los principales problemas de la vida moderna. Explica que desde un punto de vista neurocientífico, lo que se llamaría estrés positivo es un proceso normal que tiene el organismo para prepararse para los desafíos que el ambiente nos impone, haciendo que nos sintamos más focalizados y con energía para encararlos. El conflicto, apunta, aparece cuando esos desafíos se vuelven mayores a aquello que creemos poder responder. “En este caso la curva de rendimiento se invierte y aparece el distrés o estrés negativo, que suele traer diversos síntomas físicos, cognitivos, emocionales y conductuales”, dice la especialista.
Señala que existen distintas técnicas para el manejo del estrés: desde lo físico, los ejercicios de relajación y de respiración pueden ser de gran ayuda. También habla de técnicas relacionadas con el manejo de los estímulos ambientales, que consiste en eliminar o limitar aquello que nos generan estrés, como la sobreinformación, y sumar estímulos positivos, incorporando, por ejemplo, espacios de placer. En este sentido, conocerse y observarse es fundamental.
Jorge Pegoraro, psicólogo y autor del libro “Intensamente”, señala que en la actualidad nuestra mente suele funcionar en modo automático en un estado de alerta permanente, y subraya la necesidad de salir de este automatismo. ¿Cómo? La clave, dice, es aprender a manejar la atención. “Vivimos tan acelerados que nunca estamos en el presente: el lunes estamos esperando que llegue el viernes y el sábado estamos pensando en las vacaciones. La vida es este momento, aquí y ahora. El bienestar es algo que tenemos que trabajar de manera permanente, del mismo modo que sabemos que tenemos que comer o dormir para cuidar nuestro cuerpo. La conciencia nos permite prestarnos atención, ver en qué estoy pensando, y elegir. En este sentido, una herramienta muy valiosa es la meditación, porque me permite auto-observarme y aprender a enfocar la atención”, apunta.
El autor habla de la importancia de identificar los reguladores anímicos, aquellas cosas que sabemos que nos hacen bien. “Necesitamos generar una rutina de bienestar, dedicar una hora al día por lo menos, aunque sea en bloques de diez minutos, a ocuparnos de nosotros mismos, de que la cabeza vaya hacia adelante, más allá de los problemas que todos podamos tener. Por ejemplo, podemos meditar diez minutos a la mañana, salir a caminar, movernos o hacer ejercicio físico otros diez minutos a la tarde y luego tomar unos minutos para practicar algún hobby, como tocar la guitarra o leer”, dice, y hace hincapié en establecer una rutina, ya que todo en la vida tiene ritmos y necesitamos encontrar nuestro ritmo de bienestar.
“Si me ocupo de tener estos espacios, las probabilidades de que me enrosque en pensamientos negativos o vaya hacia atrás son menores. Solo podemos tener un pensamiento a la vez: si me estoy quejando, no estoy agradeciendo, y si estoy agradeciendo, no me estoy quejando. Fácilmente puedo ver dónde enfoco y si me estoy generando bienestar o malestar”, afirma el especialista, quien también se dedica a dar charlas sobre estos temas. Cuenta que además es padre de cinco hijos, por lo que entiende que a veces en el día a día los tiempos parecen no alcanzar. Sin embargo, dice, se trata de pequeños ajustes que todos podemos hacer si nos enfocamos.
Rutinas que sanan.
Belén Ortega se dedica a diseñar experiencias de bienestar y es facilitadora de baños de sonidos. Cuenta que trabaja exclusivamente con personas de mente inquieta a los que les cuesta relajarse. “Uso el sonido a través de distintos instrumentos ancestrales porque me parece la herramienta más fácil y simple para relajar a personas que suelen quedarse con conversaciones o situaciones rumiando en su cabeza. Las distintas frecuencias del sonido, usadas estratégicamente, llegan a equilibrar el sistema nervioso y fortalecer el sistema parasimpático, que es el que contrarresta el efecto del estrés”, explica.
¿Cómo llevar esto a la vida cotidiana? En sintonía con el poder regenerador del sonido, Belén Ortega propone algunas experiencias que pueden realizarse a diario para conectar con los sonidos internos y nuestro propio ritmo.
1. Hacer espacio al sonido de nuestra escucha: se trata de explorar cuál es la propia versión del bienestar. Detenerse un instante a preguntarse, ¿qué cosas me harían volver a sentirme vital o energizado en este momento?, ¿qué cosas me dan placer? A veces, dice Belén, es tan simple como salir a caminar antes de responder los mails, o darse una ducha o un baño de sales antes de hacer una llamada. “Tenía un maestro de sonido italiano que al armar nuestra agenda diaria, en el momento en que escribíamos las tareas que teníamos que hacer, nos hacía poner al lado cómo nos queríamos sentir. Ese acto tan simple ya condiciona el cerebro para conectar con el placer. Empezamos a tener el control sobre a qué queremos darle nuestra atención”, cuenta.
2. Escuchar el sonido de nuestra respiración: Ortega subraya que su ritmo es el barómetro de cómo estamos. ¿Es largo y pronunciado? ¿Se entrecorta? ¿Está agitado? Este acto tan simple ayuda a recuperar el equilibrio, dice, y ni siquiera hace falta cerrar los ojos para hacerlo.
3. Prestar atención al sonido de nuestras palabras: “Lo que decimos influye en nuestro bienestar. Solemos repetir en automático frases como “no tengo tiempo”, “no tengo dinero”, “está todo mal”. Las palabras que decimos a diario también son sonido y pueden tener un efecto revitalizante o devastador. Se imprimen en nuestro cerebro y nos reprograman. Dejar de repetir en automático y observar las palabras con las que hablamos puede cambiar la actitud con la que enfrentamos cada situación, porque nuestra mente cree todo lo que le decimos”, afirma.
4. Estar atento al sonido que escuchamos: la especialista recomienda crear la propia playlist musical en base a cómo queremos sentirnos, si necesitamos energizarnos, ¿qué canción nos conecta con el entusiasmo?, ¿cuál nos estimula? ¿Qué música ayuda a bajar cuando llegamos del trabajo? “A mí, por ejemplo, se me ocurrió terminar mis baños de sonidos con canciones de cuna. Algo que recomiendo mucho para quienes quieran tener un sueño reparador”, dice.
5. Priorizar el sonido de la gratitud: “Vivimos quejándonos y nos olvidamos de lo que sí tenemos. Lo damos por sentado. Cuando corremos el foco y empezamos a agradecer, por ejemplo las diez cosas que ya tenemos en la vida, nos cambia el mood”, afirma, y sugiere hacerlo por la mañana, para empezar el día con energía.