Abrir el placard. Inspirar hondo. Está lleno y a la vez no hay qué ponerse. Frustrarse. Probar una, dos, tres, diez prendas. Salir apurada, agobiada y angustiada. La diseñadora de moda y coach de imagen personal Angelina Martínez estuvo en ese lugar, pero ha desarrollado un método para mejorar su vínculo con la ropa y el de cientos de mujeres. Conversó con El País sobre cómo impacta la moda en el bienestar y acerca de su programa de asesorías grupales ‘Compra Inteligente’.
— ¿Qué la llevó a repensar la forma en la que consume ropa?
— La gota que colmó el vaso fue un día que sentí que no tenía qué ponerme. Vivía en una casa con un vestidor enorme y mi marido me decía: ‘Con toda la ropa que hay, no puede ser’. Saqué todo y me di cuenta que el 80% era ropa de trabajo. Y claro, cuando salía, no había muchas opciones. También me encontré con que todo lo que había comprado eran prendas de moda: bordadas, con brillo, con flecos. Lo que más consumía eran tendencias, pero necesitaba alguna chaqueta lisa, alguna remera blanca… Entré a internet, analicé outfits y concluí que me faltaban básicos. Así llegué a mi regla del 70-30, que es lo que siempre les digo a las mujeres en las asesorías: en el armario debe haber 70% de prendas básicas y máximo un 30% de prendas de moda. Cuanto más haya de éstas últimas, más complejo será vestirse y más se sentirá como que uno repite la ropa porque son prendas llamativas, estampadas, con texturas. He dado mi curso a más de 300 mujeres y a todas les pasa lo mismo: terminan comprando lo que la tienda les quiere vender, que es lo que está de moda. Pero pasa esa moda y uno tiene que comprar de nuevo. Si la marca logra que el cliente consuma tendencia, estará comprando, como mínimo, cada cinco meses. En cambio, cuando uno compra básicos, es posible que tarde más en volver a comprar porque tiene lo que realmente necesita.
— ¿Cómo se relaciona nuestro vínculo con la ropa con la salud mental y emocional?
— La ropa se vincula directamente con nuestro sentir. Por ejemplo, cuando uno se casa o cumple años quiere verse radiante, brillante, feliz, y pone todas las expectativas en la ropa, el peinado, el maquillaje. Siempre digo que, cuando uno está triste, puede —hasta cierto punto— revertirlo con cómo se viste, porque verse bien trae pensamientos positivos. Recuerdo una vez que me sentía terrible, pero tenía que encarar el día. ¿Qué hice? Me puse una blusa con flores, me perfumé, me maquillé, me arreglé el pelo. Y cambió mi sentir, porque me vi linda. Lo mismo sucede cuando nos sentimos felices; también podemos potenciarlo con la ropa.
— Uno de los objetivos de ‘Compra Inteligente’ es eliminar la frustración, el estrés y la ansiedad a la hora de vestirse. ¿Por qué pasa esto con la ropa?
— Porque, justamente, cuesta aceptar que el vestir está directamente relacionado con nuestro sentir. Cuando no encontramos qué ponernos y estamos sin tiempo, surge la angustia y la frustración, y no solo se relaciona con tener las prendas adecuadas, sino también con dedicar tiempo a uno mismo.
Muchas mujeres me dicen: ‘Siempre te ves espléndida’. Yo pregunto: ‘¿Qué hiciste vos para no verte así?’. A veces no nos damos cariño y esperamos que la ropa haga todo por nosotros. Y cuando nos enfrentamos al placard surge un cúmulo de cosas: no solo nos frustramos porque ‘no tenemos qué ponernos’, sino, sobre todo, porque no nos estamos cuidando y prestando atención.
Compramos mal y no tenemos las prendas adecuadas, tampoco nos enfocamos en resaltar los aspectos positivos de nuestro cuerpo y encima nos vestimos apurados. Entonces, la transformación empieza por mirarse a uno mismo; sino, nada de lo que uno se ponga lo hará sentir lindo o linda. Hay personas que tienen muchísimo dinero, visten prendas carísimas y aún así no se sienten lindas, porque va de adentro hacia afuera, no al revés.
— ¿Cuál es el primer paso para mejorar nuestro vínculo con la ropa?
— Lo primero que hacemos en las asesorías es el ‘detox de armario’. Parece simple, pero implica enfrentarnos a quien creemos que somos, qué creemos que necesitamos, qué tenemos y qué nos falta. Hay que sacar todo, ponerlo arriba de la cama y pensar: ¿Qué hago el 80% de mi vida? ¿Qué de lo que tengo realmente me acompaña?
Hay que enfrentarse al armario. Es la mejor manera de darse cuenta que uno compra ropa por emociones, no por necesidad. Puede ser difícil, pero es un camino de autoconocimiento y crecimiento personal.
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