The New York Times
Los perros no pueden hablar, pero su lenguaje corporal lo dice todo. Muchos perros se inclinan cuando quieren jugar, por ejemplo, o se lamen los labios y desvían la mirada cuando están nerviosos o asustados.
Pero las personas no siempre interpretan bien estas señales, o ni siquiera las perciben, según sugiere un nuevo estudio.
En el estudio, los investigadores presentaron a las personas videos de un perro reaccionando a estímulos positivos y negativos, como una correa, una golosina, una aspiradora y un regaño. Cuando se les pedía que evaluaran las emociones del perro, los espectadores parecían prestar más atención a las señales situacionales que al comportamiento del perro, incluso cuando los videos se habían editado para ser deliberadamente engañosos. (En un video, por ejemplo, a un perro que parecía reaccionar al ver su correa para pasear, en realidad su dueño le había enseñado una aspiradora).
“Cuando se trata de percibir solamente las emociones de un perro, creemos saber lo que ocurre, pero en realidad dependemos inconscientemente de muchos otros factores”, dijo Holly Molinaro, estudiante de doctorado en la Universidad Estatal de Arizona y primera autora del nuevo artículo, publicado el lunes en la revista Anthrozoös.

Este sesgo podría dar una idea equivocada a los propietarios sobre el bienestar de sus perros, dijo Molinaro. Quien quiera estar atento a las experiencias y emociones de su perro debe “tomarse uno o dos segundos para enfocarse realmente en el perro y no en todo lo demás que está ocurriendo”, dijo.
Molinaro inspiró en estudios que exploran cómo las pistas del contexto afectan las percepciones de las personas sobre las emociones de los demás. También se inspiró en una tecnología distintiva de la época de la pandemia: Zoom. El software de videoconferencia tiene una función que difumina el fondo de los trabajadores. Molinaro y su asesor, Clive Wynne —experto en comportamiento canino de la misma universidad— empezaron a preguntarse si podrían hacer algo parecido, creando videos que permitieran a la gente ver el comportamiento de un perro sin ver lo que sucedía a su alrededor.
Así, Molinaro empezó a grabar videos del perro de su familia, Oliver. En algunos de los videos, el padre de Molinaro hacía cosas a las que era probable que Oliver respondiera positivamente, como enseñarle la correa para pasear o un juguete. En otros, hacía cosas que probablemente provocarían reacciones más negativas, como regañar suavemente a Oliver o acercarle un gato.
Molinaro hizo versiones de cada video que eliminaban todo el contexto situacional, dejando las imágenes de Oliver, solo, sobre un fondo negro.
Los investigadores pidieron a cientos de estudiantes universitarios que vieran los dos conjuntos de videos y evaluaran el estado emocional de Oliver en cada clip. Cuando los sujetos evaluaron los videos originales, calificaron las emociones de Oliver como más positivas en los escenarios positivos que en los negativos.
Pero cuando se eliminó el contexto, calificaron las emociones de Oliver como igual de positivas en ambos tipos de situaciones. Los espectadores parecían dejarse influir más por el contexto que por el comportamiento de Oliver. “No hay ninguna prueba de que la gente vea realmente al perro”, dijo Wynne. “Parece que tienen una especie de gran punto ciego alrededor del propio perro”.
