Hace pocos días, la actriz y cantante argentina Tini Stoessel puso sobre la mesa un tema de salud mental que afecta a millones de personas alrededor del mundo: los ataques de pánico. “Estuve en un proceso de tocar fondo. No me podía levantar de la cama, tenía ataques de pánico, por diferentes razones mías, personales”, contó en una entrevista con El País de España. Pero, ¿qué es un ataque de pánico y qué podemos hacer si tenemos uno?
El cuerpo humano está diseñado para responder rápidamente frente a cualquier amenaza: hay un aumento en la acción cardíaca y pulmonar, se ralentiza o se detiene la digestión y las pupilas se dilatan, entre otras cuestiones. De pies a cabeza nos preparamos para luchar o huir, y esta capacidad ha sido clave para la supervivencia de nuestra especie. Sin embargo, a veces este sistema de alarma se activa cuando en realidad no hay ningún peligro tangible. Eso es lo que sucede durante un ataque de pánico.
“Todo esto es muy útil si estoy huyendo de un peligro real, pero si me pasa estando sentada en el sillón sin hacer nada, me asusto”, señaló la psicóloga Claudia Zerpa.
Es un círculo vicioso: aparecen las sensaciones corporales desagradables sin razón aparente, la persona las interpreta como catastróficas, como resultado esas sensaciones aumentan, y la situación empeora hasta el punto de creer que uno está a punto de morir.
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El pico máximo de la ansiedad.
Según Zerpa, el ataque de pánico es la aparición súbita de malestar intenso, y puede darse a partir de una situación estresante o de un estado de calma. Los síntomas físicos pueden incluir sensación de ahogo, temblores o sacudidas, palpitaciones, sudoración intensa, dificultad para respirar, náuseas o dolor abdominal, mareo o desmayo, entumecimientos, hormigueo y escalofríos.
Frente a esta explosión de sensaciones, con frecuencia las personas sienten miedo a perder el control, a volverse locas o incluso a morir, comentó la psicóloga. No obstante, nadie muere de un ataque de pánico: “En general, no dura más de 20 minutos”, indicó.
Si bien este malestar intenso no tiene una causa directa, existen factores que pueden contribuir a su aparición. Zerpa mencionó los siguientes: predisposición genética a la ansiedad, estrés, cambios de vida importantes (como una separación, un trabajo nuevo, etcétera), eventos traumáticos y consumo de estimulantes o depresores de forma excesiva (por ejemplo, cafeína, nicotina, marihuana o alcohol).
En la misma línea, la psicóloga Mariana Alvez explicó que las personas que padecen ataques de pánico “tienen niveles de ansiedad de base elevados”. En este sentido, dijo: “Todos tenemos ansiedad, es una respuesta fisiológica normal, pero el problema está cuando ésta nos desborda”.
En otras palabras, el ataque de pánico es la cumbre de la montaña, y la ansiedad es el camino que lleva hasta esa cumbre.
Muchas veces se utiliza el término ‘ataque de ansiedad’, ya sea como sinónimo de ‘ataque de pánico’ o como un cuadro distinto, pero técnicamente no es correcto. Lo que existe es el ataque de pánico, con las características mencionadas, y la crisis de ansiedad o crisis de angustia, señaló Alvez. Y agregó: “El ataque de pánico es un bombazo, explota todo al mismo tiempo, mientras que las crisis de angustia son más subyacentes y duraderas”.
Por su parte, Zerpa expuso que la ansiedad generalizada puede presentarse como preocupación excesiva, inquietud, fatiga, dificultad para concentrarse, irritabilidad, tensión muscular y problemas de sueño. “Lo que mucha gente llama ‘ataque de ansiedad’ en realidad es un aumento de estos síntomas en un período de tiempo que pueden ser horas o días”, sostuvo.
No todas las personas que tienen trastornos de ansiedad sufren ataques de pánico. De todas formas, ante cuadros de ansiedad frecuentes o intensos, conviene consultar con un psicoterapeuta.
Tratamiento de los ataques de pánico.
Para tratar los ataques de pánico, el modelo con mayor evidencia científica es la terapia cognitivo-conductual, afirmó Zerpa. Algunas de las técnicas que se utilizan son explicar cómo funciona la ansiedad y el pánico, brindar estrategias de relajación que disminuyen los síntomas fisiológicos de la ansiedad, detectar los pensamientos que contribuyen a alcanzar ese estado y generar pensamientos nuevos, más convenientes, que ayuden a manejar la ansiedad.
Alvez coincidió y añadió que “muchos creen que morirán de verdad, entonces es importante conocer todo lo que pasa en el cuerpo y por qué sucede”. Por ejemplo, expresó que el dolor en el pecho, más allá de la taquicardia, tiene que ver con la tensión muscular y que los mareos aparecen por la contracción de los músculos de la nuca, lo que también puede provocar náuseas.
En cuanto a las técnicas de relajación, Alvez mencionó el mindfulness o conciencia plena para focalizarse en el momento presente y la respiración diafragmática para calmar los síntomas una vez que comienzan. También se trabaja con aspectos de la vida cotidiana, por ejemplo, la reducción del consumo de estimulantes tales como mate, café, té y energizantes, y la implementación de una correcta higiene del sueño.
Por último, la parte de identificar pensamientos negativos —técnicamente, distorsiones cognitivas e ideas obsesivas— implica “aprender de nuestra subjetividad y entender qué es una amenaza real y qué no”, remarcó Alvez.
Solo se recurre a la medicación en casos puntuales, cuando la ansiedad es muy aguda y los ataques de pánico suceden con demasiada frecuencia, afirmaron las psicólogas. La misma siempre debe ser recetada por un psiquiatra.
Ahora bien, ¿qué hacer frente a un ataque de pánico? Zerpa recomendó enfocarse en la respiración, pensar cosas como ‘no me voy a morir’, ‘ya va a pasar’ y ‘estoy a salvo’, y utilizar estrategias para conectar con los cinco sentidos, como centrarse en las características de los objetos que hay en la habitación.
Finalmente, aconsejó que “quienes han tenido ataques de pánico pueden guardar estas frases y estrategias escritas en una nota de su celular, así pueden leerlas mientras respiran, ya que en ese momento es muy difícil razonar”.
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Qué hacer si otra persona tiene un ataque de pánico.
El ataque de pánico puede ocurrir una vez en la vida y nunca más, o puede aparecer de manera recurrente. En caso de presenciar un ataque de pánico ajeno, lo principal es mantener la calma para que la otra persona no se ponga aún más ansiosa, subrayó Zerpa. “En lo posible, debo llevarla a un lugar tranquilo y pedirle que respire profundamente”, indicó. Decirle que se tranquilice no sirve de nada e incluso puede hacer que la ansiedad se intensifique.
Además, puede ser útil explicarle que lo que está teniendo es un ataque de pánico y que pronto pasará, que no se morirá ni nada parecido. Otra estrategia es hacer que se centre en cosas del entorno, como los objetos o los sonidos a su alrededor. “El objetivo es que se mantenga en el presente y deje de enfocarse en lo desagradables que son sus sensaciones corporales”, afirmó la psicóloga.
Al respecto, Alvez añadió que otras posibilidades son abrazar a la persona, aunque depende de qué tanto le guste el contacto físico y de la confianza que haya para hacerlo. También puede servir colocar hielo en su nuca o sus muñecas. De lo contrario, el camino es solamente acompañar con la respiración profunda. “No hablar tanto, sino contener y esperar, porque la crisis tendrá un final”, aseguró. Una vez que el ataque termina, queda un cansancio extremo, “como si le hubiera pasado un tren por encima”.