Hay personas que, con frecuencia, se desconectan de su propio cuerpo, sus recuerdos y lo que sucede a su alrededor. Otras a menudo sienten que viven en una fantasía o que son espectadoras de su propia vida, y hay quienes incluso tienen uno o varios alter egos. Todos estos cuadros responden a trastornos disociativos. Pero, ¿Qué tan común es disociarse de la realidad?
Primero lo primero: todos podemos tener un episodio disociativo en algún momento de nuestra vida, pero eso no significa que tengamos un trastorno de la salud mental. Así lo explicó la psicóloga Mariana Álvez: “La disociación puede ocurrir en cualquier persona; lo que lo convierte en un trastorno es la frecuencia. Cuando ocurre de forma habitual, ya sea una o dos veces por semana, estamos hablando de que hay algo más”.
Según Tania Pérez, también psicóloga, la disociación puede presentarse de varias formas: como la sensación de estar fuera del cuerpo, la incapacidad para recordar partes o la totalidad de un evento traumático, o la sensación de que el mundo no es real. Es una respuesta del organismo para distanciarse mental o emocionalmente de situaciones o pensamientos angustiantes.
Nuevamente, es importante distinguir la disociación como mecanismo defensivo del trastorno disociativo: “La disociación puede ser útil a corto plazo porque le permite a la persona sobrevivir o adaptarse a situaciones traumáticas. Sin embargo, a largo plazo puede dificultar el procesamiento saludable del trauma y generar una patología”, sostuvo Pérez. Y agregó: “Tampoco debe considerarse como una opción preferible para hacer frente a situaciones estresantes, y su persistencia requerirá evaluación y tratamiento”.
Qué es y qué no es disociación.
Las personas que experimentan episodios de disociación con frecuencia pueden tener cambios de ánimo bruscos, sentirse apáticos o desconectados emocionalmente de los demás y tener dificultad para confiar o establecer relaciones íntimas, señaló Pérez. Otras consecuencias son problemas para concentrarse o recordar información. Además, la experta dijo que vivir con disociación puede generar inseguridades, estrés y preocupación.
No obstante, hay que tener cuidado con las generalizaciones y los autodiagnósticos. “Todos podemos tener períodos de desconexión. Por ejemplo, si estamos leyendo y alguien nos habla y no escuchamos, eso no es disociación, sino una híper concentración”, resaltó Álvez.
Disociarse tampoco es lo mismo que distraerse. Mientras la primera implica una separación de la propia experiencia o de uno mismo, la segunda es una pérdida momentánea de atención y no significa una desconexión emocional o psicológica, expuso Pérez. De la misma forma, la disociación no es el mero acto de imaginar o fantasear, en tanto éstas “son actividades mentales normales y saludables”.
Otro punto clave es que disociarse no es tener olvidos ocasionales, sino que afecta la integración de la memoria de manera más profunda, comentó la experta. Por último, aclaró: “Aunque la disociación puede involucrar dificultades para concentrarse, no es lo mismo que un trastorno como el TDAH”.
Causas de la disociación.
En general, la disociación está asociada a experiencias traumáticas o eventos altamente estresantes en la historia de vida de la persona, indicó Pérez. “Vivir situaciones de abuso físico, sexual o emocional, sobre todo en la infancia y de forma repetitiva, puede ser abrumador para el sistema nervioso y desencadenar mecanismos de defensa, incluida la disociación”, explicó.
En la misma línea, Álvez señaló que durante la niñez el cerebro aún está en pleno desarrollo, por lo que cualquier experiencia muy movilizante —como la pérdida de un ser querido, violencia, accidentes o una enfermedad dolorosa— puede dejar huellas. “La disociación en ese momento surge como una especie de rescate ante el dolor que el niño está sufriendo”, expresó. Una vez que este mecanismo de defensa queda instalado, la persona puede vivir una situación en el presente que la desborde emocionalmente y responder mediante la disociación.
Por su parte, Pérez aclaró: “Es importante tener en cuenta que no todas las personas que experimentan trauma desarrollan disociación, y que la disociación puede presentarse de diferentes formas y grados en diferentes personas”.
Cómo tratar la disociación.
Para manejar los episodios de disociación, Álvez recomienda una técnica llamada grounding, que incluye estrategias para reorientarse hacia la realidad y permanecer en el presente. Puede ser, por ejemplo, a través de un objeto: “Puedo tocar un llavero y decir: ‘Esto es real, esta es mi prueba de realidad’”, expuso. También sirven técnicas de focalización, como observar un objeto y razonar sobre sus características, y de respiración consciente, como inhalar durante seis segundos por la nariz, llenar la panza de aire, exhalar durante otros seis segundos por la boca y desinflar la panza.
A su vez, la disociación tiene que ver con altos niveles de ansiedad, por lo que puede ser útil reducir el consumo de estimulantes como café, mate o bebidas energéticas, hacer ejercicio físico y pasar tiempo al aire libre, indicó la experta. “En los casos más graves es necesario hacer terapia y, en ocasiones, tomar medicación”, subrayó.
En cuanto al tratamiento, Pérez mencionó la terapia de estabilización, que incluye técnicas de relajación, mindfulness y consciencia sobre el propio cuerpo; la terapia cognitivo-conductual, que sirve para identificar y cambiar los patrones de pensamiento y comportamiento disfuncionales relacionados con la disociación; la terapia de exposición, que ayuda a enfrentar gradualmente los recuerdos o situaciones relacionadas con los traumas; y la terapia de resolución de problemas, que trabaja para identificar estrategias de afrontamiento y soluciones prácticas. En general, suele ser útil un enfoque integral que abarque varias técnicas y objetivos.
Trabajar con la disociación es importante porque puede ayudar a procesar y superar el trauma subyacente, y además pueden desarrollarse habilidades saludables para gestionar el estrés, regular las emociones y mejorar la resiliencia, mencionó Pérez. En este sentido, Álvez sostuvo: “Desbloquear traumas puede aliviar mucho los síntomas de disociación”.
Ante cualquier inquietud acerca de recuerdos reprimidos o bloqueados en relación con la disociación, es recomendable buscar la ayuda de un profesional de la salud mental capacitado en el manejo de estos temas, como un terapeuta especializado en trauma.