Se acerca el final del año y llega la hora de hacer balances, evaluaciones y revisiones. Cada uno lo hará seguramente de forma diferente; más estructurado o con una tendencia más fluida y con niveles de intensidad diferente, aspecto que depende de diversos factores (franja etaria, momento vital, laboral, si el balance del año en curso es positivo o no tanto, etcétera).
Lo que sí resulta claro, es que el próximo año se avecina y debemos pensar y pensarnos en relación a nuestros anhelos y deseos para transitarlo de la mejor forma y orientados hacia la obtención de nuestros objetivos en todos los ámbitos.
El hecho instaurar como hábito la fijación objetivos es sumamente beneficioso para nuestro desempeño global; personal, familiar, laboral/profesional.
Hay quienes prefieren hacerlo los primeros meses del año y estamos quienes entendemos necesario llevarlo a cabo cuando finaliza. Esta última opción nos permite “orientar desde el vamos” toda nuestra energía psíquica y física desde el día 1 del año hacia nuestras metas y objetivos.
Se trata de un hábito que sería deseable que nuestros niños y jóvenes puedan incorporar, ya que colabora directamente con el fortalecimiento de competencias como la capacidad de organización, planificación, la orientación hacia objetivos, entre otros.
Suelo trabajar en la consulta clínica este aspecto con adolescentes y adultos, incluso fijamos objetivos terapéuticos para el año próximo, luego de haber realizado una revisión del año que está finalizando.
Cómo fijarse objetivos.
Si bien, ya hemos conversado en detalle acerca de las bondades de establecer metas y objetivos anuales, si me gustaría detenerme en el proceso, ¿cómo hacerlo? Sea a fin de año o a principios del año nuevo, la invitación es a elaborar una lista de objetivos a: corto, mediano y largo plazo.
Los objetivos deben ser “SMART”: sigla en inglés que hace referencia a objetivos inteligentes y a su vez: específicos, medibles, alcanzables, realizables y con tiempo predeterminado. Concepto que utilizamos también en el ámbito corporativo, cuando los equipos de trabajo deben elaborar sus objetivos anuales y hasta un plan estratégico a 3 o 5 años.
Es de vital importancia realizar que en esta fase se consideren las características mencionadas anteriormente, extrapoladas a tu vida y a tu contexto y necesidades actuales (ver recuadro). Además, debe ser una meta clara, concreta, sincera, personal (que parta de tus propias necesidades o deseos y no de otro) y divisible en distintas tareas para poder lograrla. De lo contrario, generaremos sensación de frustración constante por no poder alcanzar las metas planteadas.
Tiempo. Es necesario adjudicarles un tiempo o una fecha de realización. Si la meta no cuenta naturalmente con una fecha de entrega o de caducidad, pensarla en concordancia con la agenda y preferencias.
Prioridades. Ordenarlas por orden cronológico o de jerarquía e importancia en tu vida.
Tareas. Con cada una listar (al costado) las acciones y tareas que debés realizar para cumplir con esa meta específica.
Acción. Finalmente, vamos a la práctica, llévalas a cabo y ve haciendo un seguimiento constante hasta que se cumpla.
Para lograr exitosamente tus metas y objetivos, necesitarás: disciplina. organización, planificación, orden, compromiso, fuerza de voluntad y sistematización. Todas son competencias y habilidades muy positivas y deseables para la vida en general.
Una vez alcanzada cada meta, la marcás con un visto, y experimentás el placer y el goce de haber llegado a la meta.