The New York Times
El año pasado, Fabuwood, una empresa de armarios de cocina de Nueva Jersey, instituyó una nueva política en la compañía: se prohibirían celulares durante las reuniones. Para hacerla cumplir, la empresa instaló “estantes para dispositivos” fuera de cada una de sus seis salas de reuniones. Además, también ofreció pagar el costo de un celular plegable a los empleados que renunciaran a su smartphone, y 80 personas aceptaron la oferta.
Sorprendentemente, los empleados dicen que les gusta. Rena Stoff, gestora de proyectos, dice que aunque al principio odiaba la idea de verse privada de su celular descubrió que las reuniones, que antes le parecían aburridas e innecesarias, se han vuelto más interesantes y productivas. “Tener el teléfono lejos de mí hace que mi cerebro esté más abierto a la información”, afirmó.
El fundador y director ejecutivo de Fabuwood, Joel Epstein, un judío jasídico ultraortodoxo, estaba motivado por su creencia personal de que los smartphones están “destruyendo nuestra vida personal y profesional”.
Epstein decidió luchar contra los dispositivos que compiten por el tiempo y la atención de sus empleados con la iniciativa “InFocus”, que le pide a los trabajadores que mantengan sus dispositivos personales fuera de la vista mientras están en el trabajo. No se sanciona a nadie por incumplir la norma, pero los jefes envían recordatorios por correo electrónico cuando detectan alguna infracción.
Cuando se propuso la iniciativa hubo algunas quejas y algunos predijeron que la gente renunciaría. Pero no fue así, según Epstein. Por el contrario, los trabajadores con bajo rendimiento mejoraron. “En seis meses, la productividad había aumentado un 20 por ciento”, aseguró, citando métricas internas de la empresa.
Lo que más le sorprendió fue el flujo constante de mensajes de empleados que decían que el programa les había cambiado la vida.
Del bando de los celulares plegables
Alba Souto (29 años), dijo que no tener un smartphone había hecho que su relación con su marido, que también cambió el suyo por un viejo Nokia, fuera “más misteriosa y emocionante”. “No tener acceso el uno al otro en todo momento a través de aplicaciones de mensajería ha mejorado la calidad del tiempo que pasamos juntos”, escribió en un correo electrónico. “Tenemos más de qué hablar”.
“Me encanta”, escribió Christopher Casino (29 años) que se cambió en octubre a un teléfono plegable Cat que le da acceso a Uber, Maps y Spotify, pero no a las redes sociales ni a las aplicaciones de noticias. “Hago mis aficiones con más constancia. Leo en el metro. Hablo más con mi marido. No siento la aplastante presión de saberlo todo al instante y de responder de manera perfecta en internet”.
Sarah Thibault, una artista de 43 años, dijo que pensaba participar en el “febrero del celular plegable”, una idea que propuse para seguir el enero sobrio. Thibault se inspiró para renunciar a su teléfono inteligente en un video viral de una multitud de teléfonos que grababan la llegada del Año Nuevo en París.
Creó una comunidad de “Febrero del celular plegable” en Reddit para compartir mensajes y consejos con otros participantes. Me uní y publiqué un enlace a un concurso que Siggi’s Yogurt había anunciado hacía poco y que ofrecía 10.000 dólares, teléfonos plegables, cajas de seguridad para celulares inteligentes y, por supuesto, yogur gratis a 10 personas que se comprometieran a desintoxicarse digitalmente durante un mes. La portavoz de la empresa me dijo que 322.935 personas habían participado en el concurso.
Los usuarios más veteranos de celulares plegables aconsejaron a los novatos que “buscaran información” antes de salir de casa, llevaran un bolígrafo y un cuaderno y advirtieran a amigos, colegas y familiares de su decisión de prescindir de los teléfonos inteligentes.
También es posible que necesites otro tipo de tecnología para suplir las carencias. Yo recurrí a un despertador digital que compré en la secundaria en la década de 1990 (¡todavía funciona!).
Las desventajas
Ya se lo avisamos a quienes hagan el cambio: he recibido bastantes quejas en mi bandeja de entrada sobre nuestro mundo cada vez más centrado en los smartphones.
“La cuestión que más me preocupa, y a la que desearía que periodistas y reguladores prestaran atención, es la necesidad cada vez mayor de disponer de un celular para desenvolverse en la vida cotidiana”, escribió un padre de 47 años sin teléfono móvil. “Hace 10 años, carecer de teléfono suponía algunos retos sociales menores; hoy en día, puede ser difícil desenvolverse en la vida ordinaria”.
Se ha sentido frustrado por el uso ya habitual de códigos QR para ingresar a eventos deportivos y ver los menús de los restaurantes. Él y muchos otros dicen que las máquinas de pago de los estacionamientos suelen indicar a la gente que pague a través de un celular.
“Me acaban de poner una multa de estacionamiento esta semana porque no pude conectarme a internet y pagar mediante su código QR o su aplicación”, escribió una madre de 31 años de Misuri que usa un celular plegable. Sin embargo, dijo que valía la pena el esfuerzo.
“Ni siquiera por este tipo de momentos volvería al teléfono inteligente. Estoy harta de ser esclavizada por una pieza de tecnología que me ha robado y ha robado a mis hijos de mi atención”, escribió. “Tus años de crianza son cortos. Tus hijos TE NECESITAN. ¿Querés ser una buena mamá? ¿Querés criar niños sanos? Lo mejor que podés hacer es tirar tu celular, aunque sea por un rato”.
Algunos lectores, como una ejecutiva de empresa y madre de tres hijos, dijeron que “nunca podrían cambiarlo por uno plegable”.
“La invención del smartphone ha permitido una integración de la vida laboral y personal que no podía haber imaginado nunca en el pasado”, escribió.
Dijo que sus trucos para hacerlo menos adictivo incluían desactivar las notificaciones y borrar las aplicaciones de las redes sociales. Ella y otros me agradecieron que señalara un estudio según el cual cambiar el modo de color a escala de grises en el celular ayudaba a las personas a reducir de manera significativa el tiempo que pasaban frente a la pantalla.
Para quienes se lo estén preguntando, llevo dos meses utilizando mi teléfono plegable como celular principal. Pero he contratado una segunda línea para mi smartphone, para cuando necesite acceder a internet. Por ejemplo, no estoy segura de que hubiera sido capaz de encontrar la sede de Fabuwood —en carreteras desconocidas de la zona industrial de Newark— sin él.