Ana Abbona Santín
¿Pensamos como hablamos o hablamos como pensamos? No hay una respuesta simple, ya que pensar y hablar son dos actividades complejas y, las relaciones entre ellas, lo son aún más. La realidad es que nuestros pensamientos, sí pueden influir en nuestro discurso y viceversa.
¿Cómo impactan nuestros pensamientos en nuestra forma de hablar?
• Cuando tratamos de recordar algo, a menudo hablamos con nosotros mismos en voz alta. Esto nos ayuda a organizar los pensamientos y a rescatar la información de manera más efectiva.
• Cuando deseamos resolver un problema, frecuentemente constatamos que expresamos nuestros pensamientos en voz alta. Eso nos ayuda a pensar con más claridad y a encontrar nuevas soluciones.
• Cuando experimentamos emociones fuertes, podemos expresar lo que sentimos en nuestro discurso. Hacerlo, puede ayudar a procesar los sentimientos y a elevar el bienestar.
Nuestro discurso influye en nuestra forma de pensar.
• Las palabras que usamos pueden dar forma a nuestro pensamiento. Si usamos palabras negativas, es más probable que tengamos pensamientos negativos.
• La forma en que nos hablamos a nosotros mismos afecta nuestra autoestima. Si nos juzgamos negativamente y nos referimos a nosotros con palabras descalificadoras, será difícil pensar positivamente.
Entonces, ¿pensamos como hablamos o hablamos como pensamos? La respuesta es: depende. En algunos casos, un pensamiento coherente y organizado nos permite tener una conversación en la que priorizamos los temas de mayor relevancia y hacemos el mejor uso de nuestros recursos lingüísticos. Pero si entrenamos los diferentes aspectos de nuestra capacidad de lenguaje, mejoran algunas de nuestras habilidades cognitivas, tales como el razonamiento, la creatividad, el pensamiento lógico, etcétera.
Todas las palabras son poderosas.
Podemos utilizarlas para construir o demoler, inspirar o desalentar, sanar o dañar. Su poder radica en su capacidad para evocar emociones, persuadir a otros y generar cambios.
Las palabras pueden usarse para expresar nuestros pensamientos y emociones, permitiéndonos establecer conexiones interpersonales más profundas. Mediante ellas manifestamos empatía, compasión y comprensión y fortalecemos nuestras relaciones más significativas con las personas que nos rodean.
También podemos utilizarlas para motivar e inspirar a otros a actuar. Cuando usamos palabras para hablar de nuestros sueños y metas, podemos animar a otros a hacer lo mismo. Los cambios positivos pueden ser contagiosos.
Además, las palabras pueden usarse para salir de nuestra zona de confort, desafiar nuestras estructuras y favorecer los cambios. Al expresar nuestras convicciones y principios, señalando inequidades e injusticias, contribuimos con la transformación de los ambientes en los que desarrollamos actividades.
Por supuesto, las palabras también pueden usarse con fines destructivos. Cuando se usan con malicia o con la intención de dañar, pueden tener un impacto devastador en las personas y en los colectivos. Por eso es importante mantener nuestra atención puesta en lo que decimos, o compartimos a través, por ejemplo, en las redes sociales. Debemos reconocer el poder de nuestras palabras y usarlas con responsabilidad.
Recomendaciones para darle mayor poder a las palabras.
— Seamos claros y concisos. Cuando intentamos comunicar nuestro mensaje, es fundamental ser claros y concretos, utilizando un lenguaje apropiado para cada interlocutor y cada audiencia.
— Seamos específicos. No nos limitemos a establecer declaraciones generales, apelemos a ejemplos específicos y hablemos en primera persona cuando corresponda.
— Seamos apasionados. Cuando creemos en lo que decimos, nuestra pasión se refleja en nuestras palabras y nuestro mensaje se vuelve más persuasivo y convincente.
— Seamos respetuosos. Utilicemos palabras amables y consideradas, aun cuando no estamos de acuerdo con alguien. Mantengamos siempre el trato respetuoso, incluso en el disenso.
El poder de las palabras acarrea una gran responsabilidad. Utilicemos ese poder con la mejor intención posible para así causar un impacto positivo en nosotros mismos, en nuestros vínculos y en nuestro entorno.
Tres desafíos para ponerte a prueba:
1. Dos personas viajan en coche. La menor es hija de la mayor, pero la mayor no es su padre. ¿Quién es?
2. Un granjero tiene 10 conejos, 20 caballos y 40 cerdos. Si llamamos “caballos” a los “cerdos”, ¿cuántos caballos tendrá?
3. Una mujer compra un loro en una tienda de animales. El dependiente le promete que el animal es capaz de repetir todo lo que oiga. Sin embargo, la mujer devuelve el loro una semana después puesto que no ha pronunciado ni un solo sonido, a pesar de que le ha hablado continuamente. No obstante, sabemos que el dependiente no la ha engañado. ¿Qué ha pasado?
Respuestas:
1. Es su madre.
2. Aunque cambie los nombres de los animales, seguirá teniendo 20 caballos.
3. El loro es sordo.
Ana Abbona Santín
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