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La curiosidad casi obsesiva por la vida pasada de las exparejas de sus compañeros es algo común para Luiza Dias (36 años). A pesar de considerarse una mujer atractiva, independiente y llena de vida, enfrenta relaciones marcadas por la inseguridad. “En una relación, mi ex me dijo al inicio que aún estaba enamorado de otra novia. Eso fue muy perjudicial, porque comencé a 'stalkear' a esa chica”, recuerda Luiza. “Quería saber qué hacía, dónde iba al gimnasio, quiénes eran sus amigos y qué música le gustaba, como si quisiera entender por qué él se había enamorado de su ex”, relata.
Los celos extremos, casi paranoicos, no son nuevos ni exclusivos de un género, pero este fenómeno ha sido apodado como Síndrome de Rebecca. El nombre proviene del libro "Rebecca", de la escritora británica Daphne Du Maurier, que inspiró la película "Rebecca, la mujer inolvidable" (1940) dirigida por Alfred Hitchcock.
En la trama, un viudo se casa nuevamente, pero las constantes menciones a su exesposa, Rebecca, hacen que la nueva esposa se sienta cada vez más insegura. “Era evidente que mi comportamiento era excesivo. No le prestaba atención a mi novio porque estaba más enfocada en la ex. Era como si estuviera en una relación con ella”, analiza Luiza.
Un obstáculo para la confianza
Denise Figueiredo, psicóloga especializada en parejas, señala que el Síndrome de Rebecca dificulta que una pareja construya su propia historia. “El protagonismo de la relación se centra en la ex, que ni siquiera está presente, dominando la narrativa. Lo que esa persona vivió ya pasó, no se puede controlar”, explica. Para fomentar la confianza, es fundamental establecer límites y mostrar que el objetivo es vivir el presente, no el pasado. “Sé firme. No tengas miedo de decir: ‘Esto es innegociable para mí; no voy a hablar más sobre este tema’. El pasado es una fuente inagotable de inseguridades”, aconseja Denise.
Luiza, cuya historia abre esta discusión, admite que algunos de sus compañeros contribuyeron a esta dinámica. “Algunos hombres fomentan esta competencia diciendo cosas inapropiadas o dejando asuntos pendientes con sus exparejas”, comenta. Tras experimentar relaciones marcadas por comparaciones y dolor, recurrió a la terapia y ahora comprende mejor su lugar en las relaciones.
El daño del control obsesivo
Chris (55), vivió una experiencia de control extremo por parte de su expareja, quien incluso creó perfiles falsos para espiarla en redes sociales. Desde el principio, él actuaba como si fuera el "dueño" de Chris. “El hecho de que hubiera salido con más personas que él, quien había estado casado, era un gran problema. Me sentía culpable por mis experiencias pasadas”, confiesa. En el entorno digital, él vigilaba todas sus interacciones con hombres. “Una vez, mientras estaba en su casa, recibí una llamada. Necesitaba anotar algo y tomé un cuaderno cualquiera. Allí descubrí que él llevaba una lista con los nombres de los hombres con quienes yo hablaba o interactuaba en redes: amigos, ex, cualquier hombre”. Después de dos años, finalmente logró poner fin a la relación.
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“Quienes padecen este problema suelen tener un comportamiento obsesivo, pensamientos intrusivos y una sensación de pérdida de control”, explica Adriana Mendonça, psicóloga especializada en parejas y familias. Entender las razones psicológicas detrás de este comportamiento a través de la terapia es esencial, señala. Después de todo, ningún "fantasma" debería perturbar una relación amorosa.
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