Melanie Shulman, La Nación/GDA
“Hay una anécdota que para mí refleja lo que es el trabajo en equipo: hace varios años, cuando se hablaba de montañismo, todos teníamos la misma imagen: un grupo de 30 deportistas subiendo por una cuerda y avanzando juntos”, dice la alpinista mexicana Karla Wheelock, la primera mujer latinoamericana que logró alcanzar la cima del Everest por su cara norte y en 2005 se convirtió también en la primera iberoamericana en conquistar la cumbre más alta de cada continente.
“Cuando estos deportistas alcanzaban una cima, la reacción de la gente era: ´Subieron los españoles, los ingleses, los chinos, los suizos' y no se mencionaba a cada alpinista por su nombre; aunque con el paso del tiempo esto cambió y los escaladores empezaron a tener más protagonismo”, aclara.
En una charla del ciclo Aprendemos Juntos 2030, la plataforma con contenidos inspiradores del BBVA, la deportista habla acerca de las virtudes del trabajo en equipo y la importancia de confiar en el otro. Al respecto, explica que, en estos casos, el protagonismo personal debe quedar en segundo plano y destaca que hay que priorizar el sentido de colaboración porque al final, “todos buscamos lo mismo”, comenta.
Para graficar su idea, Wheelock cuenta una anécdota que le quedó grabada de por vida. “Cuando hace 30 años empecé a subir montañas de manera formal, la premisa era hacerlo solo para demostrar que podía subir y bajar sin ningún tipo de ayuda”, recuerda la alpinista. Pero en medio de una expedición a Alaska este concepto cambió y nació la noción del trabajo en equipo.
“En el grupo de esta nueva aventura contábamos con dos neozelandeses, tres australianos y yo como única mujer mexicana. Mientras estábamos preparándonos, Peter, nuestro líder, nos informó que íbamos a ir encordados”, cuenta Wheelock. Frente a la propuesta de Peter, la primera reacción de todos fue negarse rotundamente, argumentando que no se conocían lo suficiente entre sí”. Pero el guía se puso firme y les dijo: “Subimos encordados o no subimos. Este es un trabajo en equipo y vamos a llegar todos juntos”.
Al respecto, la alpinista explica que ascender la montaña de esta manera funciona como mecanismo de seguridad: “El que está adelante marca el ritmo y abre la huella, y entonces vos que venís atrás sabés exactamente dónde pisar y lo podés hacer con total seguridad”, señala esta deportista. El que va último, es igual de importante que el primero porque si aparece algún problema, es “quien clava el piolet y detiene al equipo”, detalla la alpinista.
Para sorpresa de Wheelock, durante esta expedición, “llegó un momento en que aquel grupo de desconocidos se integró, no como equipo sino como familia”, dice la deportista y ahonda: “Logramos sincronizar el ritmo de manera perfecta, nos leíamos, sabíamos cómo se sentía el otro”. Pero la montaña no es de fiarse y así como pueden tocar días espectaculares, también pueden aparecer contratiempos. “Mientras avanzábamos, la nieve en polvo nos golpeaba en la cara y la temperatura empezó a bajar. Todos sabíamos que se venían vientos fuertes”, narra Wheelock. El peligro estaba a la vuelta de la esquina.
Inmediatamente Peter, “nos indicó con un gesto que debíamos dar media vuelta y regresar”, rememora la deportista. Durante aquel descenso, Wheelock perdió el equilibrio y se cayó de espaldas. Automáticamente “me detuve con uñas y dientes, como pude. Y la verdad es que me olvidé por completo que venía encordada”, relata y aclara que lo único que esperaba era que sus compañeros mostraran preocupación y le preguntaran si se encontraba bien. Pero eso no sucedió. “En ese momento, uno de ellos me dijo que me moviera; pensé que no les importaba”, confiesa la alpinista.
Atrás venía el líder “que me dijo: ´Ya sé lo que pasó, seguí caminando y me mostró la cuerda”. En ese instante “recapacité y me di cuenta de que si cometés un error tan sencillo como por ejemplo levantarte los anteojos, en segundos tenés ceguera de nieve, si te quitás el guante apenas un segundo, decile adiós a los dedos; si no te hidratás lo suficiente, olvidate de los dedos de los pies”, narra Wheelock.
En la montaña, al igual que en otras situaciones, “un error se paga muy caro, y cuando vas en equipo, no vale que tu error impacte en los demás”, menciona. Wheelock es tajante al afirmar que esta ingrata experiencia le sirvió para darse cuenta de que en aquella expedición, estaba avanzando gracias a sus compañeros entonces, “si yo me detenía, detenía a los que venían atrás mío. Es aquí donde radica la importancia del trabajo en equipo”.
Como reflexión final señala que la idea de trabajar en grupo es, además de cumplir una meta personal, permitir que los demás cumplan la suya y que “no se trata solo de pensar en uno sino de agradecer la confianza de los otros”.