A sus 19 años, la mamá de Antonio Sausys falleció por un derrame cerebral. Bajo la premisa de que ella no lo había criado para que anduviera llorando por los rincones, puso el dolor debajo de la alfombra y no se permitió procesar el duelo adecuadamente. Siguió así durante unos dos años y medio, hasta que, de repente, le salió un pequeño huesito entre las costillas y el esternón. Para él, que hacía yoga y estudiaba psicología, estaba claro que esa estructura —sin explicación desde el punto de vista anatómico— era una señal de que “estaba todo bien con seguir adelante, pero tenía que dolerme por mi mamá”, relató.
— ¿Por qué entendió eso?
— Esta formación no apareció en cualquier lado, sino en el lugar que coincide con el chakra o centro energético del corazón, donde se forman los lazos emocionales. Según el yoga, los lazos del corazón pueden ser de dos formas: una positiva que es el amor y otra negativa que es el apego. El apego es una de las formas de lazo emocional más fuertes que existen; implica una relación de dependencia donde uno entiende que su bienestar, seguridad y felicidad dependen de la permanencia de un objeto o de la constante disponibilidad de un vínculo. Por ejemplo, si tengo una casa, me siento seguro, si tengo dinero, me siento potente, si tengo una compañera, me siento feliz.
Relacionarnos con la vida basados en el apego es muy dañino porque todas las cosas desaparecen. Cuando aquello a lo que le pusimos toda la expectativa de que nos iba a asegurar felicidad, bienestar y seguridad se va, con ello se va nuestra posibilidad de ser felices, estar seguros o sentirnos bien. Esto es lo esencial en el duelo. El duelo es la reacción normal a la pérdida de aquello a lo que estamos apegados.
— ¿Qué lo llevó a unir la práctica de yoga con el proceso de duelo?
— Me había presentado para un puesto de profesor de yoga en un spa de Punta del Este y la directora de ese espacio, Lyn Prashant, después de aceptarme para el trabajo, me preguntó si podría diseñar una rutina de yoga para tratar los síntomas físicos del duelo. Cuando me dijo eso, sentí como si mi huesito se comunicara conmigo y me dijera ‘esta sabe quién soy, esta sabe que el duelo puede resultar en problemas físicos’. Estábamos sentados en un café en Buenos Aires y recuerdo que escribí en una pequeña servilleta siete de las nueve técnicas que hoy forman el protocolo de Yoga para aliviar el duelo.
— ¿Cuáles son esos síntomas físicos?
— Primero hay que aclarar que los síntomas físicos del duelo son de origen mental. Para el cuerpo no es un problema perder aquello a lo que está apegado, imagínate que estamos apegados al agua, si no tomamos agua nos morimos, pero no entramos en un proceso de duelo cada vez que vamos al baño a orinar. El espíritu tampoco; para el espíritu no hay pérdida ya que solo hay transformación; nada se pierde, nada se gana, todo se transforma. La mente es la que queda muy disturbada en el duelo y eso se convierte en síntomas físicos como dolor en el pecho, en la garganta y en la espalda, ganar o perder mucho peso —que no tiene que ver con lo que se come, sino con el desbalance de la glándula tiroides—, falta de sueño, pérdida o aumento del apetito y/o de la libido, problemas posturales, cambios en el olor corporal… Hay una cantidad.
— ¿Cómo funciona el programa de Yoga para aliviar el duelo?
— Es un protocolo de psicología somática basado en el yoga. Se trabaja el cuerpo con posturas y ejercicios específicos, la mente con ejercicios de respiración, y también el espíritu. Lo que da a los dolientes es un alivio de la sintomatología. Al mover de manera específica aquellas partes del cuerpo que somatizan o expresan el dolor que el corazón y la mente están procesando, entonces los sentimientos que están atrapados en esas zonas del cuerpo pueden subir a la conciencia y uno puede hacer el proceso del duelo. Eso significa procesar el dolor; no evitarlo ni negarlo, sino transformarlo en otra cosa.
Pero más allá de eso, el efecto más importante del programa es la preparación para una nueva identidad. Todos nos identificamos a través de los apegos; por ejemplo, cuando la selección de Uruguay gana decimos ganamos, aunque no estamos jugando en el estadio. Cuando perdemos aquello a lo que estamos apegados, perdemos parte de nuestra identidad y por eso mucha gente cuando está de duelo dice ‘no me siento quién era’ o ‘no me reconozco’. Estas expresiones no son simplemente impresiones, sino realidades psicosomáticas donde uno no se encuentra a sí mismo. Si bien no nos sentimos la misma persona, seguimos siendo una persona. Pero entonces, ¿quién somos? ¿Quién es esa persona que sobrevive a una pérdida importante?
El yoga ofrece la introspección necesaria para percibir la información revelada a través del duelo. En general, nos identificamos a través de mandatos culturales, familiares, de género, etcétera, pero cuando uno queda desnudo a nivel de la identidad, surge la oportunidad de reidentificarse. Entonces, ¿lo haremos a través de los mismos mandatos o según quien verdaderamente somos? El yoga es muy introspectivo y siempre está dedicado a la percepción personal, a entender quiénes somos. El duelo es tan crudo, duro y profundo que nos ofrece una ventana, una visión de quiénes somos en realidad, y si estamos atentos y capitalizamos esos datos, entonces podemos basar esa nueva identidad en quien verdaderamente somos y no en quien nos dijeron que fuéramos.
— ¿El programa influye también en nuestra forma de relacionarnos con la muerte?
— El dolor brinda una oportunidad para revisar nuestra relación con el apego. ¿Vamos a seguir creyendo que si tenemos una casa seremos felices? ¿Cuántas casas necesitamos perder hasta darnos cuenta de que seguimos siendo a pesar de que no tenemos? Esto de que hay cosas o personas para siempre, que es en lo que se basa el apego, es el error fundamental. Basar la vida en el apego es basarla en una mentira. El duelo nos permite revisar nuestra relación con el apego y por lo tanto nuestra relación con la vida y la muerte. Los velos que nos separan de la divinidad, la espiritualidad, como lo quieras llamar, son muy finos en el duelo, entonces es una gran oportunidad para conectarnos con nosotros mismos y sobre todo con la realidad del universo a través de asumir una gran verdad universal: que todas las cosas son impermanentes. Establecemos una relación más íntima y real con el universo y eso siempre será bienvenido, aunque duela.
Un programa para tomar al doliente de la mano.
Antonio Sausys es psicólogo somático y yoga terapeuta especializado en duelo. Escribió el libro Yoga for grief relief: Simple practices for transforming your grieving mind and body (2014). Es fundador y director ejecutivo de la International Yoga Therapy Conference y productor del show de TV YogiViews.
Nació en Uruguay, pero actualmente se encuentra en Estados Unidos. Al conocer ambas culturas, identifica un aspecto interesante respecto al duelo: “En Estados Unidos todos dicen ‘lo lamento’ o ‘lamento tu pérdida’. Sin embargo, cuando en Uruguay decimos ‘te acompaño en el sentimiento’, nos referimos a lo único que puede hacerse, porque uno no puede hacer el duelo por la otra persona. Lo único que podemos hacer es acompañar al doliente”.
Y agregó: “De eso se trata mi programa de Yoga para aliviar el duelo. Es una forma de tomar al doliente de la mano y acompañarlo en uno de los procesos más difíciles de la vida”.
Sausys realiza sesiones grupales e individuales fundamentalmente por internet; la información está disponible en www.yogaparaduelo.com y en https://lp.constantcontactpages.com/su/emw3Kg6/1NeT.
Sobre fines de este año dará un taller de formación sobre yoga para el duelo y la pérdida organizado por la Coordinadora de Psicólogos del Uruguay. Será los martes de noviembre de 19 a 20:30 horas de forma virtual. Por más información: www.psicólogos.org.uy.