En camino hacia el bienestar general: compartir experiencias para ayudar a evolucionar en todos los aspectos de la vida

La doctora Solange Gerona hace una invitación a encontrarse con uno mismo y a enfocarnos en sentirse cada día mejor.

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Bienestar.
Foto: Pixabay

Por Solange Gerona
Vivimos tiempos muy especiales, lo que antes era conocido o aceptado, ahora tambalea. Podemos entender eso desde la perspectiva de lo económico, pasando por la saludy llegando a las relaciones humanas o los códigos sociales. Y eso que parece tan removedor, exige de nosotros “libertad o muerte”.

Tal vez les parezca extrema esta elección. Pero si interpretamos la libertad como la capacidad de ser felices, de sentirnos cómodos con nuestro sentir en las diferentes situaciones de “vida o muerte”;ese estado de sobrevivencia, de riesgo inminente —solapado en la comparación, o en la frustración, agobio o represión— afecta profundamente nuestro entorno y cómo lo percibimos. También afecta nuestra psiquis y nuestra salud.

En cuanto a la salud, hay evidencia de que el sentir de estrés es algo creciente, que cada vez se “cronifica” más y va generando una modalidad de sobrevivencia en el sistema biológico.

Nuestro cuerpo lee que ese estado de emergencia, hay que dedicarse a lo más urgente, y no a reparar, regenerar. Y nuestro sentir se expresa como cansancio, falta vitalidad, entusiasmo, flexibilidad física y emocional.

Así, tendemos a percibir que la vida se vuelve “blanco o negro”, cada vez se cierra en nuestra perspectiva, y se basa continuamente en si es “correcto o incorrecto”, “mío o tuyo”, “bueno o malo”.

Pasé de lo biológico a lo psíquico en un continuo, porque no existen lugares estancos. Por ejemplo, hay un cambio enorme de paradigma en la medicina: de comprender que la microbiota intestinal, además de impactar profundamente en nuestra salud, impacta en nuestra psiquis. Comprendamos que si esto es así a ese nivel, lo que hagamos en nuestro cotidiano incide mucho: cómo nos alimentamos, no solo en el tipo de alimento, sino también en qué nos enfocamos y qué significado le damos a las situaciones que nos rodean. Todo eso también nos alimentará.

Abro toda esta comprensión para que en las próximas columnas naveguemos en diferentes aspectos de lo que configuran nuestro bienestar, ya que solo desde esa claridad podremos decidir qué hacer, qué queremos vivir, en qué nos queremos enfocar para que eso comience a ser una realidad.

Buscando un ida y vuelta.

Los convoco a que esta sea una columna viva, con la participación del lector. A su vez, los invito a que se “lean” a ustedes mismos y a que si surgen preguntas, opiniones, envíen un mail con sus necesidades o curiosidades.

Tengo la visión de que este espacio sea un campo de oportunidad, para que se exprese en los uruguayos toda esa solidaridad, esa escala humana que rápidamente creamos, ese lazo con el conocido del conocido, y que genere una corriente de calma, cordialidad, crecimiento hacia individuos más conscientes, felices y colaboradores con nosotros mismos, nuestras familias, barrio o colectivos.

Es importante trasmitirles que lo que escribiré proviene de un espacio noble en pos de compartirles mi mirada de la vida, enriquecida por muchísimas experiencias humanas, desde venir del interior (de Rivera, una sola ciudad con Santa Ana de Livramento, crisol de diversidad y unidad en la diferencia), pasando por haber venido a estudiar Medicina en Montevideo, luego cursar una especialización en Argentina hasta regresar a Uruguay para crear, junto a un equipo de profesionales, elPrograma Nacional de Trasplante Hepático.

En ese proceso vital, en los desafíos poderosos de regresar al país siendo mujer, joven, con seria formación, me integré nuevamente a las formas de Uruguay, a crear un espacio de oportunidad.

Me sentí flaquear muchas veces, preguntándome si era capaz de tal emprendimiento, y busqué recursos internos que tenía dormidos. Viajé hacia el exterior y mucho más hacia el interior de mí misma, y allí descubrí una fuente increíble de poder (léase capacidad, amor, alegría, pasión) que me permitió desplegar mis capacidades para mi experiencia personal y profesional.

Esta experiencia de vida me dio claridad para acompañar los procesos vitales de muchísimos pacientes, familia y amigos, sabiendo que ese “despertar” a nuestro potencial, es a lo que venimos. Desde ahí, utilizarlo para la contribución, desde la humildad de que seguimos creciendo en capacidades de escucha, integración, amistad, disposición, flexibilidad, y colaboración con otros, genera una alegría profunda que no tiene que ver con el reconocimiento o la seguridad, no tiene que ver si se “dan cuenta”, tiene que ver con dar de mí, mi mayor capacidad, y acompañar al otro en lo que puede.

La experiencia también me llevó a crear distintas asociaciones, de personas, de pacientes, y actualmente impulsar una Escuela de Vida, donde nos compartimos desde esa sabiduría, para desaprender las creencias limitantes.

Un espacio para encontrarse a uno mismo.

En esa necesidad de todo lo cambiante, donde no contactamos con las cosas eternas o sutiles, donde no nos hacemos espacio-tiempo para una comida en familia, o un estar en silencio disfrutando del momento, es que nos perdemos a nosotros mismos.

Desde ahí, el afuera se hace muy importante, el “like” se vuelve adictivo, crea una dependencia imperativa, que roba la capacidad de foco, concentración, presencia, conexión, presencialidad.

Esa pérdida de la capacidad de sentarnos con nuestros hijos, con nuestros padres, con nuestra pareja. Y estar y ser.

Durante la pandemia, más allá de las pérdidas dolorosas, el miedo, la “distancia” con otros, también se abrió la oportunidad de darnos cuenta lo valioso del encuentro, lo sagrado de ese espacio familiar sin tanto correr de acá para allá. Sin embargo, volver a la rutina hizo que todo eso se resbalara como arena entre las manos nuevamente.

¿Debemos resignarnos a perderlo? ¿O podemos crear, nutrir ese espacio de manera consciente y consensuada, para que nuestros jóvenes y nuestros adultos mayores, hoy en un enorme desafío de separación, frustración, incomprensión, aislamiento, dolor, no sigan atravesando esas situaciones, que son un gran despertador para toda nuestra sociedad?

Aumentaron muchísimo los intentos de autoagresión o autoeliminación. Es difícil que el sistema de salud pueda prevenir y atender este incremento, sin que se fortalezca el entretejido de las familias y la sociedad.

Desarrollar la conciencia y responsabilidad en cada uno de nosotros, integrante de familias y sociedad, de nuestra capacidad para nutrir, crear, conectar, cooperar, con alguien más.

Esta columna es una invitación a un bienestar integral. No solo a la salud, vitaminas, ejercicio, alimentación, sino a las emociones, relaciones, sociedad, riqueza, disfrute, solidaridad, amor y dicha. A tomar conciencia de la familia, naturaleza, y todos los seres que nos rodean, nos acompañan en esta experiencia de vida.

Espero que los encuentre en un momento agradable de sus vidas, y si no, que alimente esa capacidad para volver ahí, nutriendo los distintos aspectos, porque tenemos ese poder de crear lo que queramos vivir. Desde allá agradecida por esta oportunidad de llegar a los lectores, a su corazón.

Conocé a nuestra columnista

Solange Gerona

Solange Gerona. Foto: Leonardo Mainé

Es doctora en Medicina, jefa del Programa Nacional de Trasplante Hepático y del Servicio de Hepatología del Hospital de las FF.AA. Dirige el centro de formación en evolución humana Escuela de Vida

Está en Instagram, Facebook, y este es el sitio web de Escuela de Vida.

Podés ponerte en contacto a través del mail solgerona.eventos@gmail.com

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