Melanie Shulman, La Nación/GDA
Enamorarse es inevitable. Pasa de manera inesperada, a veces sin buscarlo. Cuando se da, el mundo empieza a brillar y en la cara se dibuja una sonrisa de oreja a oreja. Es que cuando el amor es correspondido, hay magia en el aire. Pero cuando no, aparecen los problemas.
De esta situación surge la “limerencia”, término acuñado para definir la obsesión que se genera por la necesidad de ser o sentirse amado. Se trata de un desorden mental inconsciente que se desprende de la atracción romántica por alguien que no siente lo mismo. La psicóloga especialista en relaciones de pareja, Sandra López, describe a este cuadro como “un trastorno obsesivo”.
De acuerdo a la especialista, tiene que ver con el miedo al rechazo o a la idea de no ser “el indicado” para la persona de la cual se está enamorado. En esta línea, aclara que se puede dar con alguien conocido como con una figura platónica o inalcanzable.
Según Ricardo Corral, psiquiatra y presidente de la Asociación Argentina de Psiquiatría, en estos casos no hay reciprocidad sentimental: “Una de las partes se siente atraída, pero del otro lado no pasa lo mismo”, comenta. Cuando esto ocurre, “se empiezan a desencadenar pensamientos y actitudes obsesivas de forma desmesurada y que cuestan regular”, agrega el experto.
Frente a este panorama, cabe preguntarse, ¿quiénes son más propensos a sufrir limerencia? Si bien los especialistas consultados coinciden en que aún no hay estudios científicos que avalen con certeza esta interrogante, Corral explica que podría estar ligado a aquellos que tienen inseguridad emocional. Dicho de otra manera, a “personas que tienen necesidad de estima”, apunta.
Círculo vicioso.
En pos del deseo y la desenfrenada búsqueda por encontrar aquella conexión con alguien, empiezan a aflorar pensamientos intrusivos. Un informe de la National Library of Medicine (NIH, por sus siglas en inglés), revela que se manifiestan en varias etapas, las cuales se retroalimentan entre sí y que una vez allí, es muy difícil salir.
La primera es el auto boicot, es decir, que la persona se desmerece y no se considera lo suficientemente valiosa como para atraer el interés de alguien.
Luego, aparece la necesidad del control: saber lo que el otro está haciendo, por dónde circula, y para ello se lo monitorea a través de las redes sociales, se miran sus fotos, se chequea su actividad y los mensajes, por ejemplo.
De acá se desprende la fase de idealizar y fantasear con ese alguien. "Se crea una imagen positiva de la persona y se le otorgan cualidades que quizás no existen o no las tiene”, sostiene López. En esta línea, desde la NIH explican que surgen pensamientos tales como: “Es perfecta para mí”, “la quiero en mi vida”.
Por último, desde la entidad aclaran que esta situación afecta el día a día de quien la padece, causándole malestar y dificultades para desenvolverse con éxito en otras áreas de su vida, sobre todo a nivel laboral y social ya que su foco de atención no está puesto en el momento.
Al respecto, López comenta que pueden aparecer síntomas físicos y psicológicos. Entre ellos destaca que se manifiestan acciones obsesivas por llamar la atención del otro, “que bordean la manipulación y el abuso”. En consecuencia, la psicóloga cuenta que en el fervor por estar tan pendiente de la vida ajena, la persona afectada empieza a aislarse y cerrarse en sí misma.
En este trastorno, también se evidencia el insomnio, la sudoración, los ataques de pánico, los picos de presión y la taquicardia.
Esta patología se genera de manera paulatina. Tiene que ver con un proceso que va gestándose de a poco. Para López, al principio aparenta ser un estado de enamoramiento convencional donde todo fluye, pero con el tiempo, “puede aparecer la idealización desmedida en una de las partes implicadas”.
De este hecho se deprenden dos posibles escenarios: “Puede ser que la obsesión sea con una persona famosa o que no se conozca, pero que se proyecten ilusiones. Por otro lado, puede darse con un conocido o con quien se haya arrancado una relación, pero que luego no prosperó, es decir, que no hubo reciprocidad”, explica Corral.
Entonces, existe una delgada línea entre el amor y la limerencia. En el primero se experimentan emociones sanas, la vida es alegría y felicidad, y el camino va construyéndose a la par. Pero no pasa lo mismo en el segundo caso, donde se pretende que el otro sea recíproco emocionalmente y ante la negativa, brotan los comportamientos obsesivos y la ansiedad.
Señales para reconocer la limerencia.
Este concepto surgió en 1970 de la mano de la psicóloga Dorothy Tennov después de haber realizado alrededor de 300 entrevistas para analizar diferentes cuestiones amorosas. Entre la información que recopiló, le llamó la atención un dato en particular: era distinta la respuesta de aquellos que aseguraban estar enamorados y cuyo sentimiento era mutuo en contraposición con los que no lo estaban.
Según los especialistas consultados, es muy difícil para la persona afectada darse cuenta lo que le está pasando. “Está tan ensimismada en sus pensamientos que no logra tomar dimensión de la situación”, aclara Corral. Pero lo cierto es que ser consciente, es el primer paso para hacerle frente.
López brinda cinco claves que alertan sobre este padecimiento.
1. Idealización: la persona limerente pone a su enamorado en el podio. Niega sus rasgos negativos y se ilusiona, otorgándole cualidades positivas que no existen. La ve como “ideal” y “perfecto”.
2. Aislamiento social: el afectado tiende a alejarse de su círculo de pares y a tener una mirada introspectiva. Pierde el interés por los planes con amigos, deja de asistir a reuniones y no frecuenta las salidas grupales. Su único foco es la persona por la que siente atracción.
3. Cambio de ánimo: el estado de humor se ve alterado al no conseguir lo que se quiere. Rige el malhumor, la tristeza, el enojo, la frustración. Hay impotencia por querer controlar todo el día lo que el otro está haciendo.
4. Falta de motivación: se pierde el interés por las actividades diarias, se deja de vivir en el presente ya que la mente está enfocada en el futuro, especulando posibles escenarios con la persona de la cual se está enamorada. “Hay una falta de productividad en todos los aspectos de la vida, se pierde la concentración”, detalla López.
5. Malestar físico y mental: aparecen síntomas tales como ansiedad, taquicardia e insomnio. A veces la persona se puede pasar horas pensando en el otro y pierde registro de sí misma, del tiempo y el espacio.