El hombre que transformó la vida de cientos de personas alrededor del mundo vuelve a Uruguay para mostrar cómo superar aquello que nos estanca y genera sufrimiento. Se trata de Mario Alonso Puig, cirujano, conferencista y escritor español que comenzó como médico especialista en cirugía general y del aparato digestivo y luego se dedicó a la investigación sobre desarrollo personal y profesional. En mayo presentará su conferencia: ‘Haz lo (im)posible’, un llamado a tomar conciencia sobre nuestras creencias limitantes y una invitación a alcanzar todos nuestros deseos.

— ¿Qué significa para usted volver a Uruguay por tercer año consecutivo?
— Es como volver a casa, como ir a un lugar donde uno está profundamente a gusto. Me siento querido, valorado y apoyado, y voy súper ilusionado. Espero que la conferencia esté a la altura de lo que el pueblo uruguayo merece.

— El título de este año es ‘Haz lo (im)posible’. ¿Qué es lo imposible?
— Hace más de tres décadas exploro los límites que la mente nos impone —y que tienen un efecto en la salud, la prosperidad y la felicidad— y he llegado a la conclusión de que lo que vemos como imposible es, en general, producto de creaciones mentales. Es sorprendente cómo proyectamos nuestro mundo interno en el mundo externo: quien se siente sin los suficientes recursos, proyecta un mundo demasiado complejo para tener éxito en él. Pero, cuando una persona toma conciencia de aquello que está impidiéndole sacar a flote su potencial, puede desplegarlo y hacerlo florecer. Cuando uno sabe cómo es vencido, descubre cómo vencer. A través de esta conferencia, quiero que los asistentes tengan una experiencia transformadora; que entiendan cuáles son esos límites y descubran qué es lo que hay que hacer para superarlos.

Foto: Cortesía Mario Alonso Puig.

— ¿Cómo se ven esas limitaciones en casos concretos?
— Por ejemplo, he tenido pacientes que consideraban imposible superar una dolencia que afectaba su vida de forma muy profunda y cuando descubrieron lo que realmente causaba esa dolencia a nivel mental y supieron cómo superarlo, en muy pocos días se vieron libres de esa enfermedad. También he tenido experiencias en el mundo profesional con personas que consideraban que llegar a determinado lugar estaba totalmente fuera de su alcance, y cuando vieron cómo abrirse a una dimensión mucho más profunda, empezaron a ocurrir sucesos que les ayudaron a alcanzar lo que querían. Esto se da de forma natural, pero el problema es que lo tenemos profundamente cubierto por capas de ignorancia. Cuando uno se da cuenta de qué es lo que lo limita, es muchísimo más fácil superarlo.

— Entonces, ¿la limitación siempre es mental?
— Hay limitaciones que no son mentales, pero las que nos generan sufrimiento, escasez, conflictos y desencuentros, incluso enfermedades, son, en un porcentaje muy alto, mentales.

— ¿Solo basta con abrirse a esa dimensión más profunda para superar esas limitaciones?
— Hacen falta tres cosas. Primero, inspiración: ver algo que hasta ahora uno no veía y caer en la cuenta de que tiene sentido, de que tiene una base científica y de que la propia experiencia a uno le dice que es verdadero. Segundo, estrategia; es decir, conocer una serie de pasos que hay que dar. Y tercero, ponerlos en marcha. No podemos esperar que sin dedicación, perseverancia, ilusión y paciencia se resuelvan temas que se han resistido a nuestro esfuerzo durante años. Muchas veces queremos que las cosas funcionen por arte de magia y no estamos dispuestos a poner en marcha aquello que tiene una capacidad transformadora real.

— ¿Qué creencia limitante aparece con mayor frecuencia?
— La limitación más profunda es la de sentir que no tenemos la posibilidad y el derecho a ser felices. También, la de creer que hasta que no consigamos ciertas cosas en el orden material no somos suficientes ni merecemos ser queridos. Y la de que el Universo es un lugar peligroso y hostil. Son limitaciones que están en lo que se llama el ‘inconsciente profundo’ y son las que queremos desmantelar, sencillamente porque no corresponden con la realidad.

Foto: Freepik.

— ¿Cómo impacta esta transformación en la vida diaria?
— Es como tener un proyector encendido y en la pantalla ver una mosca, es decir, algo molesto. Uno puede ir hacia la pantalla e intentar matar esa mosca, pero ella seguirá estando allí. Parecerá indestructible y uno acabará pensando que la realidad es así y que no puede hacer nada al respecto. Pero el punto está en cambiar la mirada y darse cuenta de que esa molestia no está en la pantalla, sino en el proyector. Cada uno proyecta esa mosca. Estamos atrapados en una percepción. Y cuando cambia lo que uno percibe, cambia cómo uno siente, cómo piensa y cómo actúa. Cambia todo, porque está viendo una realidad distinta.

Las creencias limitantes operan como si fueran certezas y lo hacen desde el inconsciente, que es muy poderoso en el ser humano, mucho más de lo que imaginamos. Por ejemplo, la persona que cree que el Universo es hostil siempre tiene pensamientos de miedo e inquietud, está obsesionada con controlarlo todo y no salir de su mundo conocido, y actúa con un enorme nivel de aversión al riesgo. Cuando la persona cambia esa creencia y descubre que el Universo es amigable, va más relajada por la calle, irradia otro tipo de energía y empiezan a pasarle cosas completamente distintas. Pero estamos muy atrapados en una forma fija de ver y todo esto nos suena como una cosa esotérica y súper extraña. No olvidemos que tengo una mentalidad muy científica; todo esto me ha costado mucho. Entonces, no hablo simplemente de algo que haya estudiado o que me gustaría creer, sino de algo que he experimentado y que muchas otras personas también. Como decía el escocés Adam Smith: el pez no sabe que está en el agua hasta que lo sacan de ella.