Román D. Moreno & Patricia Sampedro, The Conversation
El inicio de consumo de sustancias en la juventud puede tener consecuencias a largo plazo, tanto a nivel emocional como cognitivo, pero también en el propio desarrollo cerebral. La evidencia científica ha mostrado que el cerebro en la etapa adolescente es muy sensible a drogas como el alcohol, sustancia altamente consumida en este período. Por lo tanto, retrasar o evitar el consumo es un desafío importante para la sociedad.
Debido a ello, cada vez se promueven más estudios cuyo objetivo es conocer qué factores pueden precipitar el consumo en la juventud para evitar adicciones más severas en la etapa adulta. Entre estos factores parece que la exposición a eventos estresantes, dificultades de regulación emocional, poco control de impulsos, así como actividades de ocio o de estilo de vida poco saludables pueden ser desencadenantes del abuso de sustancias.
Unido a esto, la búsqueda de sensaciones, la presión social y el fácil acceso a drogas como el alcohol son otros factores favorecedores del consumo.
Metodologías novedosas para estudiar la adicción.
En este contexto de investigación, nuestro grupo plantea la necesidad de explorar otras metodologías que, resultando atractivas para los jóvenes, añadan validez y control a nuestros resultados. Entre las herramientas que han mostrado más potencial en las últimas décadas está la realidad virtual. Sus usos lúdicos son ampliamente conocidos, pero su aplicación al ámbito de los trastornos psicológicos sigue siendo un campo por explorar y mejorar.
¿Cómo puede ayudarnos la realidad virtual en el campo del abuso de sustancias en jóvenes? Nuestra investigación parte de la premisa de que el estrés experimentado por los jóvenes en ciertos contextos es uno de los factores clave que puede precipitar el consumo. De este modo, analizar cómo su cuerpo responde puede ayudarnos a identificar ciertos biomarcadores que nos permitan detectar, en momentos tempranos de consumo, jóvenes con cierta vulnerabilidad a una adicción más severa.
Cuando hablamos de biomarcadores nos estamos refiriendo a respuestas corporales involuntarias como el aumento significativo de la tasa cardíaca, de la sudoración, o la liberación de ciertas hormonas que surgen ante la exposición a una situación estresante, y que en estos jóvenes podría presentar un patrón diferente de activación e inhibición. Estos biomarcadores son indicadores de los cambios que el alcohol ya está produciendo en el organismo de los jóvenes.
Inmersión virtual y respuesta al estrés.
En nuestro último estudio, los jóvenes participaron en una situación inmersiva de realidad virtual que les colocaba en lo alto de un rascacielos, donde caminaban por una plataforma elevada en forma de cruz con dos extremos abiertos al vacío. En esta situación estresante, debido a su altura y peligro, los jóvenes debían de explorar libremente el entorno durante cinco minutos a la vez que monitorizábamos diferentes respuestas fisiológicas inducidas por la situación.
Concretamente, se evaluó su propia conducta exploratoria y, gracias al análisis de muestras de saliva y a la utilización de sensores, se pudieron medir variables fisiológicas como la frecuencia cardíaca, la actividad electrodermal y los niveles de cortisol y alfa-amilasa en distintos momentos de la prueba (antes de empezar, inmediatamente al finalizar y 10 minutos después).
Esta situación activó la respuesta de estrés en nuestra muestra de jóvenes, independientemente de su consumo o no de alcohol o cannabis, validando nuestra experiencia de realidad virtual como una estrategia efectiva al disparar la respuesta de estrés.
¿Mayor vulnerabilidad al estrés, mayor consumo de alcohol?
Por otro lado, observamos cómo los jóvenes con problemas de consumo presentaron una exploración más ansiosa del entorno, con menos entradas a los espacios abiertos y menos tiempo de permanencia en los mismos en comparación con los chicos y chicas del grupo control. Entre los biomarcadores estudiados, la respuesta electrodermal pareció ser clave, ya que nos permitió ver cómo los jóvenes con un consumo problemático tanto de alcohol como de cannabis tardaban más en volver al estado de reposo una vez que la prueba de realidad virtual había finalizado. Este consumo fue detectado con la puntuación en los cuestionarios de CAST para cannabis y cuestionario AUDIT para alcohol.
Por otro lado, el abuso de alcohol provocó cambios en la liberación de hormonas implicadas en la respuesta de estrés y la relación existente entre ambas (alfa-amilasa y cortisol). Así, en población sana, lo habitual es que se active primero la liberación de alfa-amilasa y, de forma más demorada, la de cortisol, si el estresor se mantiene. Ambas finalizan cuando desaparece el peligro. En cambio, en nuestro grupo de chicos con abuso de alcohol observamos una cierta hiperactivación de la alfa-amilasa frente al cortisol. Eso sugiere una cierta falta de regulación de sus cuerpos al estrés.
Por último, comprobamos cómo el deseo de consumo de alcohol también aumentaba tras esta experiencia virtual. Esto nos anima a pensar en su posible uso en contextos clínicos para entrenar la regulación del estrés y prevenir el consumo, ya que se ha demostrado el potencial de la realidad virtual para fomentar la resiliencia y el uso de estrategias de afrontamiento funcionales.