Milenka Duarte, El Comercio - GDA
En nuestra vida , pocas emociones son tan poderosas y persistentes como la vergüenza. Aunque puede parecer transitoria o menor, esta actúa como una sombra que puede frenar nuestras decisiones, limitando muchas veces la forma en que interactuamos con el mundo y, aún más importante, la manera en que nos percibimos a nosotros mismos.
Según explicó la doctora Fanny Abanto, psicoterapeuta, la vergüenza está estrechamente relacionada con nuestro autoconcepto y nuestra identidad, provocando un cuestionamiento constante que afecta significativamente nuestro valor personal, autoestima y confianza.
Desde la infancia, aprendemos a evitar ciertos comportamientos o situaciones para no sentirnos avergonzados, temiendo ser juzgados o rechazados. Eso puede tornarse en un patrón que persiste en la adultez, bloqueando oportunidades hasta el punto de restringir nuestro propio crecimiento personal. ¿Cuántas veces evitamos expresarnos libremente, intentar algo nuevo o asumir riesgos por miedo al “qué dirán” o a no ser lo suficientemente buenos?
¿Por qué la vergüenza es una emoción tan poderosa?
Porque está profundamente conectada con nuestra necesidad de pertenencia y aceptación social. Alberto Alegre Bravo, coordinador académico de la carrera de psicología de Continental University of Florida, señaló que esta emoción provoca una autoevaluación negativa que puede disminuir nuestra autoestima y generar respuestas fisiológicas incómodas, así como también puede traer consigo una serie de consecuencias duraderas tanto en la salud mental como en las relaciones personales, intensificando así su impacto emocional.
Asimismo, esta es una emoción que logra activar diversas partes de nuestro cerebro y cuerpo, generando una respuesta intensa que afecta cómo nos sentimos y actuamos. Esto significa que, al sentir vergüenza, nuestro primer impulso puede ser escapar de la situación o, a veces reaccionar con cierta agresividad, lo que explicaría por qué esta emoción puede hacernos sentir incómodos y ansiosos o incluso con la necesidad de escondernos, refirió Abanto.
“Además, la vergüenza genera reacciones físicas en el cuerpo debido a la activación del sistema nervioso autónomo. Por ejemplo, al sentir vergüenza, nuestro ritmo cardíaco se acelera, nuestras pupilas se dilatan, y las funciones digestivas se ven afectadas. Estas respuestas fisiológicas hacen que la vergüenza se sienta aún más fuerte y difícil de ignorar, lo cual intensifica la incomodidad. Igualmente, el córtex prefrontal, que es la parte del cerebro que usamos para tomar decisiones y controlar nuestras emociones, también se activa. Gracias a esto, aunque la vergüenza sea muy intensa, tenemos la posibilidad de calmarla y decidir cómo reaccionar”.
Las normas sociales y las expectativas culturales también pueden influir en cómo los hombres y las mujeres experimentan y gestionan la vergüenza. Las mujeres, por lo general, la experimentan en contextos relacionales y sociales, mientras que, los hombres suelen relacionar la vergüenza con el fracaso y la competencia, optando así por la evasión o minimización de la emoción.
¿De qué manera la vergüenza limita el crecimiento personal?
La vergüenza está directamente relacionada a voces críticas internas, a sentimientos de culpa y, en algunos casos, a la sensación de haber fracasado en algún aspecto de nuestra vida, lo cual puede llegar a neutralizarnos, limitarnos y condicionar nuestras decisiones, mencionó la experta en terapia de esquemas.
Asimismo, esta emoción puede hacernos actuar en contra de nuestros propios deseos o metas al generar un miedo intenso al juicio o al fracaso. Como destacó Alberto Alegre, esto puede llevarnos a evitar oportunidades, conformarnos con expectativas ajenas y renunciar a lo que realmente queremos, priorizando la aprobación social sobre nuestras propias aspiraciones.
¿Cuáles son las señales de que la vergüenza está limitando el desarrollo personal?
Por ejemplo, podríamos evitar usar la ropa que realmente nos gusta por temor a las críticas sobre nuestro aspecto físico, ocultar nuestra situación económica por miedo al rechazo de amigos y familiares, o incluso abstenernos de hablar en público por temor al juicio de los demás. Por ello, es fundamental estar atentos antes las siguientes señales para identificar si esta emoción tan compleja está limitando nuestro desarrollo personal:
- Aislamiento social: Evitar situaciones sociales por miedo al rechazo.
- Autocrítica constante: Culparse por cualquier error o situación que no sale como se esperaba.
- Miedo al fracaso: Rehusarse a asumir riesgos por temor a no cumplir con las expectativas.
- Dificultad para expresar sentimientos: Reprimir emociones por miedo al juicio ajeno.
- Desmotivación: Mostrar falta de interés en perseguir metas o sueños personales.
- Dificultad para establecer relaciones saludables: No sentirse merecedor del amor y el afecto de los demás.
- Baja autoestima: Tener pensamientos irracionales sobre la propia valía y evitar mostrarse vulnerable por temor al rechazo.
¿Cómo gestionar y superar la vergüenza?
- Reconocerla: Identificar y aceptar la emoción sin juzgarse, comprendiendo su origen y dándole un espacio sin rechazo.
- Practicar la autocompasión: Hablarse con amabilidad y desarrollar empatía hacia uno mismo, entendiendo de dónde vienen las emociones y creencias que alimentan la vergüenza.
- Desafiar la crítica interna: Cuestionar pensamientos negativos y reemplazarlos por afirmaciones más positivas y realistas.
- Fomentar la aceptación: Aceptar que hay cosas fuera de nuestro control y que la perfección no es un requisito para la valía personal.
- Fortalecer los límites personales: Establecer y comunicar límites sanos ayuda a reducir la vergüenza que proviene de la autoexigencia o la complacencia hacia los demás.
- Enfocarse en los intereses personales: Dedicar tiempo a las cosas que apasionan no solo genera satisfacción, sino que desvía la atención de la autocrítica.
- Buscar apoyo: Compartir experiencias con personas de confianza puede reducir el aislamiento y aumentar la comprensión y apoyo.
- Practicar mindfulness: Prestar atención al momento presente sin juicio ayuda a observar y aceptar emociones difíciles sin que nos controlen.
- Usar técnicas de respiración y relajación: La respiración profunda y las técnicas de relajación ayudan a reducir la ansiedad y la activación fisiológica asociadas con la vergüenza.
- Practicar la escritura terapéutica: Escribir sobre la vergüenza y las experiencias que la desencadenan puede ser un medio liberador y eficaz para procesar las emociones.
Realizar una exposición gradual: Afrontar de manera gradual situaciones que provocan vergüenza contribuye a desensibilizarse, a ganar confianza y desarrollar una mayor tolerancia.
Construir una narrativa de resiliencia: Reescribir la historia personal para destacar el aprendizaje y el crecimiento obtenidos de experiencias difíciles.