¿Qué es lo peor de las vacaciones? Que se terminan. Un chascarrillo que suele escucharse cada vez que un compañero de trabajo se reintegra tras su licencia. O aquello de: “pasé precioso, pero me quedé corto”. Y es que los días de descanso y de “libertad” respecto del mundo laboral siempre son insuficientes. Pero de ahí a “patologizar” la vuelta al trabajo, hay una distancia tan larga como la de su silla de oficina al destino elegido para la próxima licencia. Vamos a analizar esto.
En esta época, en la que a todo se le pone un nombre, asistimos a los efectos del “síndrome posvacacional”. Una “enfermedad” no reconocida por ningún organismo de salud, que se trata nada más ni nada menos que de las pocas ganas de retomar el trabajo. Usted llega a la oficina, la fábrica, el comercio o el lugar en el que trabaje y presenta los siguientes síntomas:
- Decaimiento, apatía, fatiga física o ausencia de iniciativa.
- Insomnio y somnolencia en el día.
- Baja capacidad de concentración.
- Baja tolerancia a las obligaciones.
- Sensación de angustia; incapacidad de tomar decisiones.
- Cambios de humor, irritabilidad.
Estos síntomas son enumerados por la Clínica de la Universidad de Navarra, de España, que antes de informarlos en su web aclara: “Es una entidad a la que se le está dando cada vez una mayor importancia, aunque no está aceptada como enfermedad en las principales clasificaciones internacionales”.
“El hecho de que hace años no estuviera tipificado un problema como este, se puede deber a que, o no se diagnosticaba o no existía. Si esto último es lo cierto, se está ante un proceso que se ha generado en los últimos tiempos y, por lo tanto, en cierta forma fruto de la vida moderna (...). Existe falta de acuerdo ante la oportunidad de hablar o no de enfermedad. Para algunos autores es simplemente una situación transitoria y en parte normal”, agrega.
Y allí está la clave: lo normal. Volver de las vacaciones genera molestia porque obviamente es más disfrutable disponer del tiempo libre para pasear, dormir o hacer lo que queramos en el momento que queramos. Pero no es más que eso: una molestia pasajera, que además siempre tuvimos. Ya en la infancia sabíamos que tras los meses de clases vendría “la felicidad” y luego, de vuelta al aula, los deberes y los horarios.
El valor del tiempo libre
“El llamado síndrome posvacacional no es una patología en sí misma, sino una forma de describir un malestar emocional y físico que algunas personas experimentan al retomar las rutinas”, dijo a El País Valeria Francia, psicóloga especialista en neurociencia.
“Siempre tuvimos que volver a las obligaciones, no es un fenómeno nuevo, pero con el tiempo se ha visibilizado. Tiene que ver con que hoy hablamos mucho más de salud mental y le damos más importancia al tiempo libre, al ocio, por lo que identificamos algunos malestares que antes se ignoraban”, agregó. “Además, esto viene a recordarnos que a veces el problema no es volver de las vacaciones, sino las rutinas a las que volvemos, que son las que hay que cambiar”.
De todos modos, Francia recalcó que “no todo malestar debe ser patologizado”. “Retomar la rutina tras las vacaciones implica una adaptación, es un proceso temporal”. “Ahora, si esto se hace crónico y la persona presenta situaciones de ansiedad, por ejemplo, debe abordarse de otro modo”, sostuvo.
En la misma línea, la doctora en Neurociencia por la Universidad de Barcelona Clara García Corro, sostiene que nombrar como síndrome a una molestia normal no es recomendable. “Si no, también podemos hablar del ‘síndrome post perdí mi avión’, o del ‘síndrome post me robaron la cartera’. Son situaciones que pueden generar estrés o que nos afectan negativamente, pero no son un síndrome”, apunta.
Consultada por El País, Fedra Feola, country manager de Great Place To Work, estuvo de acuerdo en que no se trata de un “síndrome” como tal, sino de una necesidad de adaptación al retorno al trabajo, como siempre sucedió. “Hay algunas empresas, no muchas, que usan el “aterrizaje graduado”, que consiste en reintegrarse con horario reducido o menos días de oficina. Se aliviana el retorno”, dijo.
Lo importante para aliviar esa vuelta al trabajo es “apostar a una cultura colaborativa”, atender “cómo recibe el equipo al que vuelve de vacaciones, qué respaldo le da, qué apoyo tiene para su reconexión”. “En algunos lugares le llaman ‘matrices de acuerdo de colaboración para las licencias’. Esto habla de una cultura en la que el valor fundamental es el sentimiento de equipo. El jefe y la empresa dan el marco, pero es la misma gente la que genera esa cultura y se organizan las tareas de quien se va, y lo esperan con un informe organizado a la vuelta”, explicó Feola. De ese modo, nadie encontrará una montaña de cosas esperándolo y no habrá tanto estrés por el retorno.
“Muchas veces se alcanza un círculo virtuoso, que fluye con base en la colaboración de las personas, que lo hacen sin que nadie se los pida. El equipo da soporte, cada uno confía y entonces salir de vacaciones y volver no se transforma en un problema”, dijo. De hecho, se busca que cada uno piense en cómo organizar sus tareas para que no recarguen al resto cuando no esté: “El que se va piensa en sus compañeros cuando él no está y los que están, piensan en su compañero cuando vuelva”, resumió Feola.
Prevención del estrés en el trabajo tras las vacaciones
Si pese a todo, usted sigue sintiéndose presa del síndrome posvacacional, entonces van estas recomendaciones:
- No cambie totalmente sus horarios durante las vacaciones o al menos retome su hora de dormir en los últimos días antes del reintegro.
- Vuelva a casa unos días antes de retomar el trabajo, no aterrice en la oficina directamente.
- Tenga hobbys o actividades que lo motiven durante el año, para que la rutina de vuelta al trabajo también incluya retomar esas actividades.
- Si se siente deprimido o con una angustia que supera en intensidad y duración al simple hecho de volver al trabajo, puede ser algo más. Consulte a un profesional de la salud.
¿Depresión posvacacional?
El neuropediatra español Manuel Fernández afirmó que “es un invento” la “depresión posvacacional en niños”. “Tenemos que ser un poco más exquisitos con las palabras y no llamar depresión a algo que no es más que un problema de adaptación. Si no, le quitamos trascendencia a una depresión real”, dijo.
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