Milenka Duarte/El Comercio GDA
En el frenesí de la vida moderna, los padres constantemente están haciendo mil malabares, con la finalidad de mantener el equilibrio entre los múltiples roles y responsabilidades cotidianas, como la carrera profesional, las tareas del hogar, la crianza de los hijos, la economía familiar, etc. Sin embargo, detrás de esta situación tan desafiante y desgastante, pese a que tratan de mostrar su mejor versión y terminar su día habiendo cumplido con todas estas exigencias, se esconde un enemigo silencio, denominado estrés parental.
En definitiva, este es un fenómeno que, aunque se trate de luchar contra él, suele ser muchas veces inevitable, motivo por el cual, tiene una gran influencia en las decisiones cotidianas y en la capacidad de los padres para manejar las presiones diarias, generando así un impacto significativo no solo en su salud mental y emocional, sino también en el desarrollo integral de los hijos. Básicamente, esto se debe a que, desde los primeros días de vida hasta la adolescencia, los niños absorben como pequeñas esponjas el estado emocional de quienes los rodean, cuestión que repercute en la formación de los cimientos para su propia comprensión del mundo y de sí mismos.
¿Qué es el estrés parental?
En primer lugar, como señaló Willie Hupiu, psicólogo y docente del Instituto San Ignacio de Loyola (ISIL) a Hogar y familia, es importante entender que, el estrés es concebido como un estado de alerta en respuesta a demandas externas o internas que requieren de una acción por nuestra parte, por lo tanto, puede ser funcional en la medida en que nos motiva a responder adecuadamente a esos desafíos. Por ejemplo, el llanto de un bebé puede ser un sonido muy estresante, pero al mismo tiempo, es un medio para comunicarse con sus cuidadores. Por consiguiente, los padres podrían ignorarlo o atender las demandas y necesidades del recién nacido.
“El estrés parental hace referencia a la carga emocional que experimentan los padres como consecuencia de las exigencias y responsabilidades asociadas a la crianza de los hijos. En concreto, este constituye un complejo proceso en el que los progenitores se sientes desbordados ante las demandas que deben afrontar en su papel como padres o madres”, refirió el psicólogo Fernando Percy Ramírez Farias.
Si bien cada familia es diferente y experimenta este tipo de situaciones de una manera única, entre las causas más comunes del estrés parental se encuentran:
Dificultades económicas: Inestabilidad laboral, desempleo, dificultades para pagar las cuentas y preocupaciones sobre el futuro financiero.
Exigencias del trabajo: Horas de trabajo largas, carga de trabajo excesiva, falta de control sobre el trabajo, dificultad para conciliar la vida laboral y familiar.
Problemas de pareja: Conflictos conyugales, falta de comunicación, infidelidades y violencia doméstica.
Problemas de salud: Enfermedades crónicas o graves, problemas de salud mental, discapacidades y necesidades educativas especiales de los hijos.
Demanda de tiempo: Falta de tiempo para uno mismo, dificultad para cumplir con todas las responsabilidades, sentirse abrumado por las tareas del hogar y el cuidado de los hijos.
Características de los hijos: Problemas de conducta, dificultades de aprendizaje o enfermedades frecuentes.
Factores personales: Falta de apoyo social, baja autoestima, perfeccionismo y dificultades para manejar el estrés.
¿Cuáles son los principales síntomas del estrés parental?
Sin duda, como destacó el especialista, el estrés parental es una experiencia bastante común que afecta tanto a madres como a padres en algún momento de su vida y se caracteriza por una sensación de agobio y desbordamiento ante las demandas de la crianza de los hijos.
Síntomas emocionales
Irritabilidad: Los padres estresados pueden sentirse fácilmente frustrados, impacientes y propensos a enojarse con sus hijos.
Tristeza: La tristeza y la melancolía pueden ser síntomas comunes del estrés parental, especialmente, cuando este es crónico o intenso.
Ansiedad: Los progenitores estresados pueden experimentar ansiedad, preocupación excesiva e incluso ataques de pánico.
Depresión: En casos severos, el estrés parental puede derivar en depresión con síntomas, como falta de interés en actividades placenteras, cambios en el apetito y alteraciones del sueño.
Síntomas físicos
Fatiga: El agotamiento físico y la falta de energía son comunes en padres estresados.
Dificultades para dormir: El estrés puede afectar el sueño, causando insomnio.
Dolores físicos: El estrés crónico puede manifestarse a través de dolores en el cuerpo, como cefaleas y tensión muscular.
Problemas digestivos: El estrés puede afectar el sistema digestivo, causando malestar estomacal, náuseas o cambios en el apetito.
Síntomas conductuales
Dificultad para concentrarse: El estrés puede afectar la capacidad de concentración, lo que puede dificultar el trabajo o las tareas diarias.
¿Cómo afecta el estrés de los padres en el desarrollo integral de los niños?
Desarrollo emocional y psicológico:
El estrés parental puede tener un impacto significativo en el desarrollo emocional y psicológico de los hijos, pues aquellos que viven en hogares con altos niveles de estrés presentan un mayor riesgo de desarrollar diversos problemas emocionales, como ansiedad y depresión, así como también una baja autoestima, lo que los lleva a sentirse incapaces de alcanzar sus metas. Asimismo, son más propensos a tener comportamientos agresivos (físico y verbal), tanto en casa como en el colegio, al igual que, comportamientos disruptivos en la escuela, como falta de atención, hiperactividad y dificultades para seguir instrucciones.
“El estrés crónico puede afectar la capacidad de los padres para responder de manera sensible y cálida a las necesidades emocionales de sus hijos, lo cual puede desencadenar problemas de apego en los niños”, mencionó Ramírez.
Desarrollo cognitivo:
De acuerdo con Hupiu, el cerebro humano empieza a desarrollarse antes del nacimiento y continúa hasta la adultez, por eso es tan importante recordar el impacto de una buena crianza y un ambiente positivo en la salud integral de los niños, pues de lo contrario, factores como el estrés podrían repercutir en el desarrollo de diversas áreas cognitivas y producir, una disminución de la atención, problemas de memoria, retrasos en el lenguaje y dificultades para resolver problemas.
Rendimiento académico:
De igual modo, existe una relación compleja y bidireccional entre el estrés parental y el rendimiento académico de los hijos, pues se ha demostrado que, este puede repercutir negativamente el desempeño de los niños, afectando áreas, tales como las calificaciones, la asistencia escolar, la motivación y la participación en clase. Básicamente, esto sucede porque el estrés puede generar un ambiente familiar caótico y disfuncional, el cual se caracteriza por conflictos, discusiones, gritos y falta de atención a las necesidades emocionales de los niños lo que, a su vez, puede dificultar la concentración, el estudio y la motivación para aprender, sostuvo Fernando Ramírez.
Desarrollo social:
Definitivamente, el estrés afecta la forma en que las personas se relacionan con los demás. Como explicó el especialista de ISIL, los seres humanos aprendemos de muchas maneras y la imitación es una de ella, motivo por el cual, si los niños observan que sus padres están constantemente irritables o ansiosos, lo más probable es que se comporten de la misma manera. Igualmente, esto puede incrementar el riesgo de desarrollar problemas de comportamiento, como la agresividad, la timidez o el aislamiento.
“También esto conlleva a interacciones familiares menos positivas entre padres e hijos, lo que puede afectar al desarrollo de habilidades sociales, como la comunicación, la empatía y la resolución de conflictos en los niños. Además, los pequeños que viven en entornos con altos niveles de estrés, pueden sentir que no cuentan con el apoyo emocional que necesitan de sus progenitores, repercutiendo así en su autoestima, su autoconfianza y su capacidad para establecer relaciones saludables con otros. De la misma manera, puede influir en la relación entre hermanos, ya que puede aumentar la competitividad entre estos y generar más conflictos y peleas, por ende, una dinámica familiar más tensa y poco saludable”, precisó el miembro del comité de psicología educativa.
¿Cómo influye la dinámica familiar en la forma en que los niños manejan el estrés ajeno?
Por supuesto, una dinámica familiar juega un papel crucial en la manera en que los niños gestionan el estrés tanto de sus padres como el de su entorno, pues un ambiente positivo puede brindarles las herramientas y el apoyo emocional necesario para enfrentar situaciones difíciles y desarrollar resiliencia ante el estrés. En cambio, en familias donde la comunicación es limitada o conflictiva, los pequeños pueden tener mayores dificultades para expresar sus emociones y buscar ayuda, lo que incrementa su vulnerabilidad al estrés y dificulta el desarrollo de mecanismos de afrontamiento saludables.
¿Qué señales deben buscar los padres para identificar si su estrés está afectando a sus hijos?
Según Ramírez Farias, los padres deben estar atentos ante las siguientes señales en los menores:
- Aumento de la irritabilidad, la agresividad o las rabietas.
- Dificultades para concentrarse o prestar atención.
- Problemas de sueño, como insomnio o pesadillas.
- Cambios en el apetito, tales como comer en exceso o perder el apetito.
- Aislamiento social o retraimiento.
- Ansiedad o preocupación excesiva.
- Apatía.
- Miedo o timidez.
- Baja autoestima.
- Sentimientos de culpa.
- Dolores de estómago, de cabeza y muscular.
- Fatiga o falta de energía.
¿Qué estrategias pueden adoptar los padres para manejar su estrés y prevenir el impacto en sus hijos?
Sin lugar a duda, es primordial que los padres aprendan a manejar su estrés, con el objetivo de mantener un ambiente saludable y equilibrado, el cual sea beneficioso tanto para ellos como favorable para el crecimiento y bienestar de los hijos. Por ello, el experto recomendó las siguientes estrategias:
Cuidar de sí mismos:
Priorizar el sueño: Dormir lo suficiente (alrededor de 7-8 horas por noche) es fundamental para la salud física y mental.
Adoptar una alimentación saludable: Consumir una dieta rica en frutas, verduras, cereales integrales y proteínas magras puede ayudar a mejorar el estado de ánimo y los niveles de energía.
Realizar actividad física: El ejercicio regular ayuda a reducir el estrés, la ansiedad y la depresión, y mejora el estado de ánimo y la calidad del sueño.
Practicar técnicas de relajación: Técnicas, como la meditación, el yoga o la respiración profunda pueden ayudar a calmar la mente y el cuerpo.
Dedicar tiempo a actividades agradables: Hacer cosas que disfrutan, como leer, escuchar música, pasar tiempo en la naturaleza o con amigos, favorece a la reducción del estrés y mejora el bienestar general.
La comunicación.
Establecer un diálogo abierto y honesto: Fomentar una comunicación abierta y honesta con los niños permite que expresen sus emociones y preocupaciones, de manera que, los padres pueden brindar apoyo y guía.
Escuchar atentamente a los niños: Prestar atención a lo que los niños tienen que decir sin juzgarlos ni interrumpirlos les ayuda a sentirse escuchados y comprendidos.
Expresar afecto y apoyo: Demostrar amor y apoyo a los niños a través de palabras, abrazos y tiempo de calidad juntos les brinda seguridad y estabilidad emocional.
Establecer límites claros y consistentes: Establecer reglas y expectativas claras con respecto alcomportamiento, ayuda a los niños a sentirse seguros y saber qué es lo que se espera de ellos.
Resolver conflictos de manera positiva: Enseñar a los niños a resolver conflictos de manera pacífica y respetuosa, les brinda habilidades importantes para manejar las emociones difíciles y las relaciones con los demás.
Buscar apoyo social
Hablar con amigos o familiares: Compartir las preocupaciones con personas de confianza puede ayudar a aliviar el estrés y obtener una perspectiva diferente.
Unirse a un grupo de apoyo: Unirse a un grupo de padres que enfrentan desafíos similares puede brindar apoyo, comprensión y consejos prácticos.
Buscar ayuda profesional: Si el estrés es abrumador y está afectando significativamente la vida familiar, buscar ayuda profesional de un terapeuta o consejero familiar puede ser muy beneficioso.
Organizar la vida familiar
Establecer un horario regular: Crear un horario regular para las comidas, la hora de acostarse y otras actividades diarias puede ayudar a proporcionar estructura y previsibilidad a la familia, evitando así el estrés en el hogar.
Delegar tareas: Distribuir las tareas domésticas y responsabilidades entre todos los miembros de la familia puede ayudar a reducir la carga para los padres.
Simplificar la vida: Eliminar o reducir las actividades o compromisos innecesarios puede liberar tiempo y energía para lo que realmente es importante.
Pedir ayuda cuando sea necesario: Los padres no deberían sentir vergüenza al pedir ayuda a familiares, amigos o servicios de guardería cuando la necesitan.