Melanie Shulman, La Nación/GDA
Bajar de peso, arrancar a entrenar, comer saludable, acostarse temprano: los objetivos que las personas se ponen cada año son infinitos. Algunos los alcanzan con éxito y otros los abandonan a mitad del camino, ya sea por falta de tiempo, de motivación, de fuerza de voluntad o de paciencia. Lograr las metas no siempre resulta fácil y cuando no se consiguen, aparece el enojo y la frustración. Pero la realidad no es tan compleja como parece y todos pueden lograr los cambios que se propongan, ¿cómo? A través de la puesta en marcha de lo que se conoce como “hábitos atómicos”.
Este método fue propuesto por el conferencista estadounidense James Clear y se usa para transformar la vida mediante pequeñas acciones diarias. Autor del libro “Hábitos atómicos, un método sencillo y comprobado para desarrollar buenos hábitos y eliminar los malos”, el orador habla acerca de desglosar el objetivo final en pequeñas actividades cotidianas porque, tal como dice entre sus páginas, el secreto para triunfar es ir de a poco y no de forma acelerada. En otras palabras, no puede pretenderse que de un día para el otro lleguen los resultados.
“Los hábitos atómicos son pequeños pasos diarios que nos conducen al objetivo final de manera paulatina”, comenta Sol Buscio, licenciada en psicología. Según la experta, por lo general “queremos obtener la recompensa de forma inmediata y tendemos a ponernos fines muy grandes que implican cambiar de forma drástica la rutina, lo que se torna insostenible en el tiempo”.
Un claro ejemplo, cuenta Buscio, tiene que ver con alguien que quiere empezar a correr. A simple vista, claro está que la primera semana deberá empezar por caminar rápido algunas cuadras y con una frecuencia de un día de por medio. Recién a la semana siguiente podrá aumentar la distancia y así sucesivamente hasta lograr correr. “Este método invita a hacer pequeños pasos diarios que por más chiquitos que parezcan te acercan al cambio”, agrega la psicóloga.
En la práctica, la construcción de los hábitos atómicos tiene que ver con la superación personal: permiten llegar a la meta de manera satisfactoria, nutridos de crecimiento, aprendizaje y habiendo disfrutado del proceso. En este camino, la persona “toma consciencia de sí misma y tiene la posibilidad de dilucidar los pensamientos negativos que muchas veces interfieren en la diaria y tiran abajo la transformación”, precisa Buscio.
Por otro lado, producen orden y claridad mental: “No tienen que ver con el hacer sino con el ser. Se trabaja con la identidad de la persona, con la autoestima, el autoconocimiento, con los deseos. Para cambiar o arrancar hábitos nuevos hay que enfocarse en lo que te querés convertir y no en lo que se quiere lograr”, explica la psicóloga. Y agrega: “Cuando nos proponemos objetivos y los empezamos a alcanzar de forma progresiva, se genera mayor confianza en nosotros mismos”.
Ricardo Corral, médico psiquiatra, jefe del departamento de Docencia e Investigación del Hospital Borda y presidente de la Asociación Argentina de Psiquiatras, expone que un hábito es una acción que se desarrolla a lo largo del tiempo, de forma repetitiva y que puede ser virtuoso o no: “Algunos son positivos y nos permiten crecer y ser mejores, otros son de carácter negativo y nos dañan a nosotros y a los demás”, señala.
En este sentido, la semejanza que tienen los hábitos con los átomos -y de ahí el nombre “hábitos atómicos”- es que ambos forman parte de un todo. Cada cual es una pieza clave del resultado final y si bien al principio pueden no tener sentido y resultar insignificantes, en realidad están construyendo algo mayor que se hará evidente con el paso del tiempo. Al respecto, James Clear pone sobre la mesa una situación cotidiana: si alguien quiere transformarse en un lector de primera, en vez de fijarse como meta terminar un libro entero de forma inmediata, la alternativa para conseguirlo podría ser leer una página por día y que eso se transforme en una victoria.
¿Cómo se forma un hábito atómico?
Para alcanzar buenos resultados, el secreto está en hacer pequeños cambios diarios. Por lo tanto, el punto de partida es dejar de lado el objetivo y enfocarse en construir una estrategia o base sólida.
Así, Buscio precisa que los hábitos atómicos se plantean a partir de las cuatro leyes del cambio. La primera que menciona tiene que ver con la conducta, “con la decisión de querer encarar algo diferente y tomar consciencia de aquello que se anhela”, precisa la profesional.
En segundo lugar, requiere motivación y curiosidad: “Buscar algo que me genere el deseo de hacer”, dice Buscio. Al respecto, una investigación publicada por la revista Neuron dio cuenta de que estos dos pilares configuran la adquisición de un hábito ya que promueven el aumento de la actividad cerebral en los circuitos relacionados con la recompensa y la memoria.
En tercer lugar, Buscio plantea la importancia de reducir la complejidad de la actividad para poder mantenerla en el tiempo. Por último, la especialista menciona la recompensa: “Alcanzar con éxito aquello propuesto nos hace sentir bien y nos reconforta”, dice Buscio.
Si querés cambiar el mundo, comenzá por tender tu cama.
Esta frase fue pronunciada por el almirante retirado de la Marina de los Estados Unidos, William H. McRaven, durante un discurso de graduación en la Universidad de Texas, y dio la vuelta al mundo. Durante sus años de servicio, el hombre sirvió como comandante de las Fuerzas Especiales de su país e incluso realizó el temido entrenamiento en los Navy Seals, el grupo de élite de la Armada norteamericana que dura seis meses donde capacitan a los voluntarios para desempeñar actividades extremas en tierra, mar y aire.
Con la experiencia adquirida, la reflexión del almirante apunta a concientizar sobre la importancia de hacer las tareas cotidianas a la perfección por más mínimas e irrelevantes que parezcan. En tanto que para los expertos consultados, se relaciona con el ímpetu y éxito con que se realizan las primeras actividades del día y así el resto de la jornada se encarará con otros ojos y predisposición.
Para Corral, este hábito “nos ordena y mantiene nuestra mente enfocada”. En términos del experto, “quien hace la cama apenas se levanta, encarará el resto del día de forma ordenada y le permitirá al cerebro desarrollarse”. Y explica: “Por lo general, después de estirar la cama vamos a desayunar, nos cambiamos y salimos a estudiar o trabajar”.
Un estudio publicado por la revista European Journal of Social Psychology, revela que un hábito tarda entre 18 y 254 días en formarse, aunque el promedio de las personas lo suelen alcanzar en un plazo de 66 días. Para ello los investigadores estudiaron a 96 voluntarios a quienes se les pidió que eligieran una actividad para realizar siempre en el mismo momento durante 12 semanas consecutivas, por ejemplo, después de desayunar. A lo largo del ensayo también se constató que pasar por alto un día la práctica de esta nueva actividad no altera el resultado final. Sin embargo, en líneas generales se requiere disciplina y constancia.
Por esta razón, para Corral es importante formar hábitos saludables desde chicos: “Aunque en todos los momentos de la vida pueden adquirirse costumbres nuevas, lo ideal es adoptarlas desde pequeños cuando recién se empieza a moldear la personalidad y el estilo de vida”, precisa el experto.
No quedan dudas que para formar hábitos se necesita tiempo, paciencia y constancia. La clave del éxito está en tener objetivos claros y no apurarse, ir de a poco, a paso de hormiga, sin mirar al de al lado, porque el camino es un desafío personal y es ahí donde está el aprendizaje.