La vida está llena de experiencias que dejan una huella indudable en cada uno de nosotros; sin embargo, si nos ponemos a pensar qué cosas hemos vivido y qué decisiones hemos tomado enfocándonos en nosotros y no en los demás, sin duda, deben ser miles las veces que nos hemos dejado llevar por las opiniones o sugerencias de nuestro entorno. Aunque para muchos sea difícil de aceptar, la presión social es un fenómeno de carácter psicológicoy desde luego, social que, en cierta medida, forma parte de nuestra propia naturaleza, pues al ser seres biopsicosociales, tenemos una mayor tendencia a buscar la aprobación de las demás personas y una necesidad innata de encajar en un grupo o sociedad.
¿Qué es la presión social?
Esta presión que solemos experimentar con frecuencia, se debe principalmente a la influencia que ejerce nuestro entorno sobre nosotros, con el fin de que logremos ajustarnos a las normas, expectativas y comportamientos, los cuales son aceptados desde una perspectiva grupal o puramente social, basándose por completo nuestros valores, pensamientos u opiniones con respecto a lo que piensan los demás.
Es importante tomar en cuenta que, esta presión puede ser explícita o implícita, es decir, una persona puede expresar de forma directa sus expectativas o demandas hacia nosotros, mientras que, también puede ser inducida de forma sutil, con el objetivo de generar un cambio en nuestro comportamiento o actitud, ya que se pretende moldear las conductas y decisiones para que vayamos acorde con la persona o grupo que está ejerciendo cierta presión en nosotros.
¿Cómo impacta la presión social en nuestro desarrollo personal?
Tampoco deberíamos condenar y tildar de negativa a la presión social, puesto que en ciertos casos puede ser positiva y generar una motivación extrínseca en nosotros; no obstante, la otra cara de la moneda puede ser un tanto limitante, pues nos puede llevar a actuar en contra de nuestros valores, deseos, necesidades e incluso interferir con nuestro propio desarrollo personal.
Las normas y las expectativas a nivel social juegan un papel clave en el desarrollo de este fenómeno, ya que, si nos damos cuenta, la sociedad- consciente o inconscientemente- nos ha impuesto una serie de roles y estereotipos sociales que debemos cumplir para ir en sintonía con lo preestablecido. Por ejemplo, a las mujeres constantemente se nos presiona para cumplir con nuestro rol como madres, a pesar de que no para todas la maternidad forme parte de esa autorrealización que tanto anhelamos, razón por la cual, podemos ser juzgadas y sufrir de un terrible rechazo social.
Asimismo, la presión social puede repercutir significativamente en la manera en la que nos autopercibimos y en nuestra autoestima, puesto que si no logramos alcanzar esos estándares o expectativas que se crean en torno a nosotros, podemos empezar a desarrollar sentimientos de inferioridad y una falta de pertenencia, ya que al no ser o pensar como los demás, esto nos lleva a cuestionar nuestro valor, por lo que únicamente actuamos acorde a las exigencias de los demás, perdiendo por completo nuestra propia identidad.
Ciertamente, sentirnos presionados con frecuencia nos impulsa a tomar decisiones sesgadas, pues estas se inclinan hacia lo que los demás nos dictan. Por ejemplo, cuando nos dejamos influenciar por nuestro entorno cercano en temas, como la elección de nuestra carrera profesional o cualquier tipo de decisiones, desde las más básicas y cotidianas hasta aquellas que pueden determinar el curso de nuestra vida, situación que obstaculiza el logro de nuestro objetivos y, por ende, nuestro bienestar.
Claves para contrarrestar la presión social
Aunque puede resultar difícil no dejarnos llevar por las constantes exigencias y expectativas del resto, es importante tener en cuenta que, lamentablemente es algo latente en nuestra sociedad; sin embargo, si empezamos a trabajar en nosotros y nos fortalecemos, sabremos discernir cuándo es pertinente tomar en cuenta las opiniones de los demás, pues de alguna u otra forma, ello también nos hace darnos cuenta cuáles son nuestras oportunidades de mejora, pero sin caer en una dinámica limitante y abrumadora.
Aquí, algunos puntos que podemos considerar para saber cómo manejar las presiones sociales, incluyendo:
Autoconocimiento.
El autoconocimiento es la base de nuestro desarrollo personal, pues tras realizar una ardua introspección, la cual nos permite conocernos a un nivel tan profundo y personal, podemos saber quiénes somos y hacia dónde queremos ir. Definitivamente, reconocer nuestras necesidades, valores, metas y límites, son esenciales para poder tomar decisiones enfocadas en nosotros, es decir, que sean auténticas y guarden coherencia con nuestra propia identidad, pues aprendemos a priorizarnos sobre la opinión de los demás, mejorando así nuestra autopercepción y autoestima.
Asertividad.
La asertividad es la clave para no dejarnos presionar y manipular por los demás, también facilita el tener una mayor autoestima y autoconfianza, proporcionándonos una sensación de libertad que nos permite tomar nuestras propias decisiones y dirigir nuestra vida. Fundamentalmente, el ser asertivo es poder demostrar nuestro punto de vista, opinión, valores, sentimientos y creencias buscando siempre mantener un equilibrio entre el respeto a uno mismo y los demás, en otras palabras, es esa capacidad de saber decir que no, cuando sentimos que las exigencias de las otras personas interfieren con nuestra esencia como seres humanos.
Red de apoyo.
Desde luego, puede ser muy agotador estar constantemente rodeados de personas que nos cuestionan y nos obligan a seguir un patrón de comportamiento que no se ajustan a nuestras necesidades. Por consiguiente, es sustancial mantener cerca a aquellas que nos aceptan y valoran por quienes realmente somos, además, de que siempre están ahí para nosotros y para hacernos notar esas posibles oportunidades de mejora, contribuyendo así positivamente a nuestro desarrollo personal.
Finalmente, lo más importante que debemos recordar es que, siempre que tomemos decisiones bajo presión social, no son decisiones libres y que, de alguna u otra manera, atentan con nuestra propia identidad. Desde luego, esto son solo algunas estrategias que podemos tomar en cuenta para aplacar esa constante influencia y presión; sin embargo, si hemos llegado a un punto en donde presentamos inseguridad personal, sentimientos de inferioridad, falta de motivación, necesidad de reconocimiento, entre otros, es fundamental que busquemos una orientación profesional, con el fin de que podamos tener una mejor gestión y manejo de las situaciones que nos impiden ser dueños de nuestra vida, lo que potenciará nuestro crecimiento personal y proceso de mejora continua.
El Comercio / GDA