Cuando Juan Manuel Echagüe era estudiante de Comunicación Social en la Universidad de la República, se preguntaba qué podía hacer para ayudar a aquellos que -como él- provenían de departamentos del interior de Uruguay y, en particular, llegaban desde el medio rural. Para darle una estructura organizacional a sus impulsos solidarios, este salteño fundó una Organización No Gubermental. Al principio, la ONG puso su mirada en esos mismos departamentos. “Siempre tuve la inquietud de contribuir solidariamente con las comunidades rurales. Y en mi generación, había varios estudiantes que, como yo, habían ido a Montevideo a estudiar y eran de esas comunidades, no de las ciudades”.
Lo primero que lograron fue armar bibliotecas para escuelas rurales. Por entonces, la ONG se llamaba “Jóvenes rurales”, pero casi enseguida él y otros se vieron en la situación de explicar que no, que no era una organización vinculada a un partido. La palabra “rural” en el nombre llevaba a muchos a pensar que se trataba de algo partidario, cuando no es así. Cambiaron al actual nombre, se bautizaron Proyecto Puentes y chau problema.
Echagüe cuenta que las primeras acciones solidarias dieron pie a vínculos con maestras y maestros de escuelas rurales, y que en esas charlas surgían ideas para nuevas acciones, ideas nacidas de las necesidades que muchas veces no tenían otra respuesta que la solidaridad de gente como el propio Echagüe. Así, la ONG empezó a observar distintos fenómenos vinculados a la migración de jóvenes que tienen que mudarse de sus lugares de orígenes para, idealmente, formarse académica y/o profesionalmente en Montevideo. Y en ese trayecto, pusieron la mira en la capital, por más que no hayan dejado de lado el trabajo de campo en, justamente, el campo.
Echagüe explica que una de las particularidades de ser estudiante de otro departamento y no de Montevideo, es que quienes vienen a la capital no cuentan con algo que es importante para el desarrollo académico: el apoyo y la contención familiar durante el ciclo estudiantil. En épocas de exámenes, cuando a veces se necesita un consejo o una palabra de apoyo, estar próximo a la familia puede hacer la diferencia. O tenerla cerca cuando se atraviesa alguna gripe u otra dolencia del tipo “leve”, como dice Echagüe.
Pero la visita de familiares no solo es importante cuando ocurre algo fuera de lo más frecuente. “A veces, eso resulta difícil de entender para alguien que vivió toda la vida en Montevideo. A muchos jóvenes que van a estudiar a la capital se les hace difícil adaptarse, porque es un cambio muy grande en la vida que llevaban hasta entonces. Una visita de familiares puede cambiarle el ánimo al estudiante”, lo cual puede redundar en mejores resultados académicos. O puede significar que el estudiante continúe hasta graduarse. “No hay que olvidar que muchas veces pasa que esas dificultades para adaptarse hacen que abandonen los estudios y vuelvan a sus hogares”, acota Echagüe.
El tema es que entre el costo de los pasajes (si uno viaja de Salto a Montevideo, por ejemplo, eso cuesta $ 2.300 ida y vuelta) y hospedarse en un hotel, un viaje a visitar al nene o la nena no es para cualquiera. Por eso, Proyecto Puentes tomó la iniciativa de crear algo parecido a un hotel, en Montevideo, un hogar para que familiares de estudiantes de tierra adentro puedan hospedarse en la capital. “Conocimos a una familia que tiene una casa cerca del barrio del Prado, que se interesó por el proyecto y nos la alquilará”, cuenta el director de Proyecto Puentes.
Sin embargo, necesitan más aportes para poner en funcionamiento ese hogar. Eso puede hacerse mediante el “padrinazgo”, aportando mensualmente lo que se pueda en materia financiera, contactándose con la ONG a su perfil de Instagram (@proyecto_puentes). Vale decir que la estadía en ese hogar no tendrá costo alguno para quienes lleguen ahí, y que además de las visitas de familiares, también podrán hospedarse ahí aquellos estudiantes que estén en trámites para conseguir lugar en una pensión, uno de los hogares estudiantiles que todas las intendencias del Interior tienen en Montevideo o una apartamento.
“Hasta ahora, tenemos más o menos la mitad de padrinos necesarios” para costear la opertativa del hogar dice Echagüe, y agrega que ve con optimismo llegar a la cantidad necesaria de padrinos para que el proyecto comience a andar. “En particular, hemos recibido aportes de profesionales que también fueron estudiantes que tuvieron que mudarse de sus pueblos para estudiar en Montevideo”, y que por ende tienen experiencia directa en los vaivenes estudiantiles y familiares propios de esas condiciones.
Voluntariado y solidaridad
Rafaella de los Santos tiene 23 años, y hace tres años que es voluntaria en Proyecto Puentes. El voluntariado es, entre otras cosas, poner el cuerpo en las acciones solidarias. Puede ser salir a pedir aportes en la vía pública, gestionar distintos trámites, contactar instituciones o empresas para concretar donaciones y más. Ella lo hizo como una manera de ayudar a otros estudiantes y apoyar a Juan Manuel, su padrino.
“En ese momento estábamos en pandemia y Juan Manuel armaba canastas para llevarle a gente que necesitaba. Ahora, cuando me necesita y si puedo, estoy”, cuenta sobre cómo empezó.
En esos tres años, dice, ha aprendido sobre las muchas realidades diferentes a la suya. Ella, relata, no tuvo que mudarse para estudiar a nivel terciario. Como vive en Canelones, tenía que viajar en ómnibus a Montevideo todos los días, pero no más que eso.
Además, apreciar en vivo y en directo las condiciones que tienen las escuelas rurales para cumplir con sus cometidos, también le permitió darse cuenta que, si no fuera por el aporte que otros hacen, esas instituciones tendrían todo mucho más complicado.
“Cuando recién empecé, no sabía que se le prestaba tan poca atención a la educación rural”, dice.
Cuenta que cuando llegaba a alguna escuela rural, se percataba que el personal necesitaba cosas que en escuelas de Montevideo se daban por sentadas. “Cosas muy básicas o necesarias, como una heladera. Se supone que ese tipo de cosas las tiene que dar el gobierno". Y seguirá. “El grupo de voluntarios que se armó es muy lindo, nos llevamos bien. Y es algo que me gusta hacer”, explica quien planifica seguir trabajando como voluntaria.