Araceli Hernández Tinoco, The Conversation
Cuando los alumnos tienen miedo y falta de confianza en su desempeño frente a sus profesores y compañeros, no solo baja su rendimiento académico, sino que también sufren estrés y ansiedad o depresión, porque temen fallar o porque se comparan con otros.
Aunque estos sentimientos pueden ser parte de la inmadurez y la falta de experiencia ante muchos temas, el docente puede ofrecerles, además de la formación disciplinar, la orientación para que desarrollen sus habilidades interpersonales y aprendan a tener carácter.
Es importante que se les indique que esas habilidades se aprenden, practican y robustecen, y que sepan que sus profesores no son más ni mejores que ellos. Que aprendan a compartir y defender sus posturas fundamentadas, siendo críticos.
Iniciativa y confianza en las posibilidades.
La formación académica no solo debe dotar de conocimientos teóricos disciplinares a los alumnos. Debe conseguirse también que estos sean capaces de aplicarlos para resolver problemas y situaciones a las que se enfrenten en sus vidas cotidianas.
Para hacerlo con posibilidades de éxito, deben sentirse seguros, porque solo así serán agentes con iniciativa y creyentes de que pueden cambiar lo que ya existe. Para tener esta confianza, deben entender que, al igual que cualquier otra persona, ellos también son capaces de realizar cambios.
Confiar es abrirse a las infinitas posibilidades. Cuando confiamos comenzamos a ver las señales, las sincronicidades; las intuiciones aparecen y se crean cosas nuevas.
Los profesores y profesoras que se conducen con actitud de superioridad, mostrándose controladores en clase, no contribuyen a inculcar estos sentimientos.
En cambio, la actitud de los docentes de siglo XXI podría ser la de formadores integrales de profesionales comprometidos consigo mismos y con su comunidad. Profesionales confiados en sus habilidades y en su sentido crítico, su capacidad de comunicación, de colaboración y de creatividad, ahora conocidas como “las habilidades 4C’s”.
Para esto, el profesor debe ser guía y detonador de los conocimientos que se encuentran accesibles en todas partes. Ellos ya no son los únicos poseedores del conocimiento.
Hablar de asuntos que no son asignaturas.
Es deber de los docentes ser formadores de profesionales y favorecer en clase la confianza entre los chicos y las chicas mediante mensajes dirigidos, actividades y actitudes que puedan servir de ejemplo.
Hablar con ellos de la resiliencia, la aceptación del fracaso y del éxito, el miedo, el criterio propio, etcétera, debe ser parte de los cursos, además de los temas disciplinares correspondientes al área del conocimiento y aprendizaje de cada profesor.
Pero no como meras y simples definiciones: hay que vivirlas en el quehacer diario, enfatizando los aprendizajes, socializando las emociones vividas durante la actividad.
Crítica constructiva y actitud positiva.
Cuando el docente evita hacer juicios, y busca en cambio la crítica constructiva, es posible cada día revisar las vivencias y aprendizajes. De esta manera, surgen reflexiones que nos permiten darnos cuenta de que el fracaso no es sino un paso o una etapa hacia el éxito.
Y que el éxito, por otra parte, es una actitud, no un logro o manifestación de cosas. Cuando conseguimos entender que el miedo proviene de todo aquello que imaginamos acerca de una situación, basado en nuestros antecedentes, conocimientos, historia de vida y experiencias, podemos arriesgarnos y comprobar que a menudo lo que sucede es distinto y nuestros miedos improbables.
Se puede aprender a hacer una crítica sustentada basada en información y con sugerencias, opciones de cambio o mejora; nunca basada únicamente en la descalificación.
Para lograr ser un profesor formador, generador de seguridad y confianza en los alumnos, tenemos que conocer y aplicar todos estos conceptos en nuestra vida personal. También saber o buscar cómo provocarlos en la clase al propiciar la socialización de los resultados y los trabajos disciplinares desarrollados en el aula.
En cada curso, poner metas disciplinares, profesionales y emocionales. Esto además elevará la calidad de los ambientes en las escuelas por que habrá “buena vibra” en el aula entre alumnos y profesores. La psicología positiva tiene muchos beneficios. Estamos en el siglo XXI, actuemos como personas del siglo XXI.