La arquitectura impacta en la salud mental: claves del diseño de espacios para el bienestar

La neuroarquitectura es una disciplina que aplica las bases de la neurociencia en la creación de ambientes que contribuyen a la salud de los usuarios.

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Mujer mirando por la ventana.
Foto: Freepik.

Nuestro cerebro siempre está procesando información, ya sea de las charlas que tenemos, la música que escuchamos o, incluso, los espacios que habitamos. Mariana Capote es arquitecta e interiorista especialista en neuroarquitectura, disciplina que estudia cómo influye la arquitectura en la actividad cerebral, el comportamiento y el bienestar de las personas. La experta conversó con El País sobre su experiencia en un campo que crece cada vez más.

— ¿Cuál es el vínculo entre la Neurociencia y el diseño de espacios?
— Nos relacionamos con el entorno a través de los cinco sentidos y los receptores musculares y articulares. Los órganos sensoriales captan la información del ambiente y ésta se procesa en el cerebro para luego transformarse en emociones y sensaciones. La neurociencia cognitiva nos permite comprender los procesos mentales y comportamentales; eso, sumado a la psicología ambiental –que se ocupa de la interacción entre los individuos y su entorno físico, social y cultural– y la arquitectura en sí, hace que logremos entender a la persona en profundidad. Así, podemos plasmar la información en un ambiente favorable para la situación que él o ella esté viviendo.

— Entonces, ¿hay reglas generales o es un trabajo personalizado?
— Tenemos que conocer mucho al usuario del espacio y planear cómo llevar el diseño a su situación de vida. Es un trabajo súper personalizado que involucra a la persona en el proceso. Todos pasamos por una primera etapa en la que queremos plasmar nuestras ideas y nos olvidamos un poco del usuario, pero en realidad es importante recordar que el resultado no solo debe ser estético, sino también funcional y saludable.

Además, lo que funciona para uno no tiene por qué funcionar para todos. Por ejemplo, puedo recomendar lavandas para el jardín, pero tal vez a una persona ese aroma le traiga un recuerdo negativo de su infancia donde estaba en el jardín y lo maltrataban. Nos basamos en estudios científicos, y claro que hay grandes rasgos –por ejemplo, en cuanto a colores y aromas–, pero es fundamental entrevistar a la persona y rascar más en profundidad.

Familia hogar
Familia feliz entrando al hogar.
Foto: Freepik.

— ¿Cuáles son los beneficios de esta disciplina?
— La neuroarquitectura comenzó aplicándose en ambientes corporativos, educativos y hospitalarios, y está demostrado que mejora los resultados. La recuperación de los pacientes se potencia en ambientes diseñados con bases neurocientíficas, y en las aulas promueve el desarrollo cognitivo de los niños. Ahora también está llevándose a nivel del hogar.

Hace poco terminé mi tesis en neuroarquitectura en la Universidad del Desarrollo de Chile con dos colegas chilenas y allí trabajamos con residenciales de adultos mayores con demencia en etapa primaria y moderada de la enfermedad. Buscamos crear espacios que fomenten la autonomía y retrasen el deterioro lo más posible. También me vuelco a hogares y pequeños espacios de personas con alta demanda laboral. Crecí en una familia de médicos y he tenido la experiencia de operarme y ver el estrés por el que pasan; por eso, surge en mí la necesidad de generar espacios donde estas personas puedan llegar, sentirse contenidas y relajadas y descansar la mente.

— Desde esta perspectiva, ¿qué deberíamos priorizar en casa?
— Primero, tener accesibilidad a espacios verdes. Es muy importante la conexión con la naturaleza; somos parte de ella y, si nos remontamos a nuestros orígenes, siempre estuvimos en contacto con lo natural. Sería ideal generar un espacio verde y, sino, por lo menos estar cerca de un parque, una plaza o la playa. También puede incorporarse biofilia en el hogar, de forma implícita –algo que represente la naturaleza, como colores o texturas naturales– o explícita; por ejemplo, con plantas o fuentes de agua.

Otro tema importante es tener luz natural y una buena ventilación, así como formas curvas y líneas suaves que ayudan a promover la tranquilidad y la conexión con la naturaleza.

En cuanto a los colores, una base de tonos neutros se adapta bien a todos los espacios, y está científicamente comprobado que incorporar colores en tonos azules y verdes transmite calma y bienestar al 80% de las personas.

Por último, recomiendo incorporar aromas y sonidos agradables, así como fotografías y recuerdos que aumenten el sentimiento de pertenencia e inclusión.

— ¿Cómo ha sido su experiencia hasta el momento?
— He realizado proyectos a nivel de vivienda y espero llegar a escalas más grandes. Trabajo con una psicóloga e incorporé a un geriatra, por el tema de la tercera edad. Además, para lo que tiene que ver con niños hago equipo con mi hermana, que es neuropediatra. Los usuarios de los espacios se sienten totalmente plasmados en el diseño, y perciben la tranquilidad en el hogar. De hecho, en la última casa que entregué, un día llegó alguien externo –un subcontrato para ayudarme en la última parte del proceso–, que no había visto el lugar, y cuando entró dijo: ‘Qué calma se siente esta casa’. Eso me hizo sentir que había logrado el objetivo.

Dar algo más a través de la profesión.

Mariana Capote trabajó durante casi 14 años en un estudio de arquitectos en el área de diseño, pero lo dejó a fines de 2017 y al año siguiente empezó a trabajar de forma independiente.

Con una hermana médica, especializada en Neuropediatría, y una madre también médica, dedicada a la Fisiatría y rehabilitación, durante toda su vida estuvo muy vinculada a temas de salud y bienestar. A su vez, su padre padeció una demencia frontotemporal durante más de diez años, y ella convivió “muy de cerca” con ese deterioro cognitivo. “Eso me estimuló a seguir investigando y dar algo más a través de mi profesión, que es la arquitectura”, aseguró.

Asimismo, la experiencia que vivió con la enfermedad de su papá le dio una sensibilidad especial por la tercera edad: “Todos llegaremos a la tercera edad, con mejores o peores condiciones, y me parece súper beneficioso que tengamos espacios donde podamos sentirnos contenidos e independientes”.

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