Estudios internacionales dan cuenta que los adolescentes pasan hasta seis horas diarias con el smartphone y ese uso excesivo puede modificar incluso el cerebro humano. Las investigaciones señalan que estas nuevas costumbres conllevan a un aumento de la ansiedad, problemas de autoestima, dolores en las manos, cuello y cabeza y disminución de la atención a las tareas.
Con evidencias a la vista, diferentes grupos de padres han tomado cartas en el asunto y se organizaron para tratar de poner, al menos, el tema sobre la mesa y buscar consensos a la hora de usar el celular en un movimiento bautizado Manos Libres.
Padres que comparten información, preocupación y también se empoderan en su rol de poder poner ciertos marcos de acuerdo en aquellas comunidades que así lo desean impulsan la movida.
“Las acciones se organizan muy alrededor de las comunidades. Viene de abajo hacia arriba, parte de los padres y después eventualmente se traducirá a nivel de políticas públicas”, aclara la senadora Carmen Sanguinetti quien tomó la posta en Uruguay.
Madre de tres niños, apasionada de las neurociencias y con formación en disciplina positiva en el aula y crianza de apego, Sanguinetti no representa la organización en Uruguay -no tiene un vínculo contractual con ellos- pero armó un grupo de whatsapp para dar a conocer la propuesta Argentina y procura canalizar el interés de otros padres como ella.
Agruparse como parte de la solución
El movimiento nace en Inglaterra como Smartphone Free Childhood, es liderado por padres con la “misión de proteger a millones de niños de los peligros y distracciones de los teléfonos inteligentes”.
En su web explican que comenzaron para devolver el poder a los padres e iniciar el cambio que la sociedad necesita. Así como con el tiempo se entendió la importancia de restringir el alcohol y el tabaco a ciertos grupos de edad, ahora es momento de ir por los teléfonos inteligentes.
“Han estado con nosotros durante apenas 15 años, y ahora que conocemos su efecto, necesitamos actuar. Unámonos y cambiemos la norma. Porque la infancia es demasiado corta para pasarla en un teléfono inteligente”, remarcan.
En el mismo sentido, Sanguinetti reconoce que como padres están todos -de alguna manera-en la lucha individual con sus hijos por estos temas.
“Más allá de que cada uno tome sus propias decisiones con respecto a qué edad darle un smartphone a su hijo o qué reglas de uso tiene en la casa, lo cierto es que es muy difícil que cada uno individualmente traccione cambios”, subraya.
Sanguinetti considera que siempre que la tecnología nos da una nueva herramienta, toma un tiempo aprender a utilizarla, no viene con un manual de usos y costumbres. Pone como ejemplo los grupos de whatsapp de las madres del colegio y destaca que hoy las cosas fluyen mejor que hace seis años, “más o menos aprendimos a utilizar el vehículo”.
“Con la tecnología pasa un poco eso. Al principio nos agarró a todos como despistados en el sentido de que no sabíamos lo suficiente. No había tanta evidencia científica como tenemos hoy sobre el cómo se había acortado el tiempo de atención, los peligros que existen en las redes y toda la cuestión como más sórdida vinculada a redes de pedofilia”, enfatiza.
La senadora contrapone el hecho de que haya un montón de evidencia científica con la toma de decisiones dentro del hogar y en un punto no ser la mala de la película. Considera que, de alguna manera, se necesita de otros padres que estén interesados en lo mismo.
Carmen armó un grupo de whatsapp para centralizar la conexión con Manos Libres Argentina y capitalizar la experiencia de los vecinos. En las primeras 24 horas se sumaron 800 personas, una muestra de que realmente hay un interés enorme en la temática y que no es una preocupación de cada uno en su casa.
No se trata de un espacio de debate o intercambio porque eso deberá hacerse alrededor de los centros educativos que tengan padres interesados. Ahora, centraliza preguntas para poder programar un Zoom que sí permita a sus integrantes a explayarse en el intercambio.
Cambios
Una de las premisas que Manos Libres busca es cambiar de 12 a 14 años la edad en que se les entrega a los hijos el primer smartphone.
“Yo no necesariamente levanto la bandera de 12 no, 14 sí. Puedo estar de acuerdo en que está bueno, pero estoy un paso antes. Siento que hoy a nivel de la discusión pública no se habla de esto en Uruguay. Mi principal interés es que empecemos a discutir y entender, a que haya un mayor nivel de conciencia social sobre qué es lo que sucede cuando un niño pequeño está con un dispositivo”, sentencia.
Sanguinetti lo vincula al juego. Identifica una necesidad de rescatar el juego y el juego simbólico. “Nunca está bueno demonizar y el movimiento no está en contra de la tecnología. Sí afirmo que hay que tener cuidado con las edades de uso y con lo que se pierde si hay un dispositivo móvil en las manos de un niño”, añade.
Lo que se ha comprobado es que empieza a naturalizarse que cada vez más temprano se le regale un Smartphone a un niño, por eso la importancia de que empiece a darse esta discusión.
Son pocos los adultos que dicen que para ellos el teléfono no es un problema. “Si le pasa a los padres, a los adultos, que les llegó el dispositivo ya con un montón de recursos, con una trayectoria y con habilidades, imagínate cómo va a ser para un adolescente”, reflexiona.
“Es una oportunidad para que los padres miren la evidencia, se empoderen y se paren desde el lugar de adultos responsables de las crianzas de niños y adolescentes y vean qué decisiones quieren tomar desde un lugar de información”, concluye.
Gonzalo Arauz, director general de Manos Libres Argentina, envió el 7 de abril el primer mensaje a los padres del colegio de su hijo con la intención de formar comunidad y ponerse de acuerdo entre las familias en ciertas normas “para volver a una crianza basada en el juego libre, creativo”.
Lo principal como filosofía es la comunidad, un pacto entre familias con normas adecuadas para la dinámica particular de cada núcleo y donde cada uno elegirá lo que mejor le parezca. “Creemos fundamental que los niños jueguen físicamente uno con otro, que se aburran, que puedan encarar un juego no reglado”, explicó en diálogo con El País.
“Ahí llegamos al tema de los smartphones y en ese sentido proponemos, desde nuestro lugar, retrasar el darles uno propio hasta por lo menos los 14 años y que no tengan cuentas en redes hasta los 16”, afirma.
Al día de hoy se encuentran en contacto directo con los padres de 100 colegios.